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Emilio Campmany

Iglesias meando hacia dentro

Desde luego, Sánchez no es Lyndon B. Johnson.

Desde luego, Sánchez no es Lyndon B. Johnson.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el vicepresidente segundo, Pablo iglesias.. | EFE

Desde los tiempos en que era considerado de buen tono condenar toda violencia, viniera de donde viniera, es costumbre en España atribuir a la extrema derecha tantos excesos o más de los que comete la extrema izquierda. Habiendo perpetrado la ETA más de mil actos terroristas, asesinado a más de ochocientas personas, una cuarta parte de ellas guardias civiles, y teniendo que añadir a esos crímenes los del Grapo y FRAP, el atentado terrorista más famoso de la Transición es el ataque de la calle de Atocha, perpetrado por la extrema derecha contra unos abogados laboralistas que se saldó con el asesinato de cinco de ellos.

Ahora pasa lo mismo. Hartos como estamos de tener que soportar que la extrema izquierda, separatista o no, protagonice toda clase de desórdenes con quema de coches y contenedores, resulta que los últimos vividos en España han sido alentados por Vox y protagonizados por la extrema derecha. Mientras se reconoce la posibilidad de que la extrema izquierda haya participado también en ellos, la prensa amiga del Gobierno la llama “grupos antisistema”, como si no tuvieran nada que ver con la izquierda. Y resulta que no es que tengan que ver con ella, es que esos “grupos” son muy próximos a uno de los partidos que forma el Gobierno. Hasta hace bien poco, Podemos en general e Iglesias en especial justificaban, aplaudían y participaban en estas algaradas callejeras. Tanto es así que algunos de sus dirigentes han tenido y todavía tienen que saldar cuentas con la Justicia por ello.

Es cierto que Vox, con su habitual torpeza, e intentando afianzarse en su papel de único partido de la oposición, trató al principio de capitalizar las protestas pacíficas protagonizadas por los damnificados por las medidas anti-coronavirus. El entusiasmo demostrado les hace ahora parecer responsables de los desórdenes, aunque no haya ninguna prueba.

Nada se dice de la militancia de los muchos detenidos que hay. Y, sin embargo, lo que hemos visto que ha pasado en Barcelona y Bilbao es lo de siempre, la kale borroka filoetarra de Bildu y demás burricie separatista, así como la violencia desatada de los CDR que respaldara Torra y que se financian con dinero público de los impuestos de todos y que les da la Generalidad. Lo de las demás ciudades no es más que lo que los grupos de extrema izquierda hacen cada tanto. Todos ellos son de una u otra manera socios de Pedro Sánchez.

Cuando se formó este Gobierno de socialistas y comunistas se quiso justificar la decisión de incluir a Iglesias en el Gobierno y renunciar a todo entendimiento con Ciudadanos y el PP recurriendo a la máxima que aplicó Lyndon B. Johnson cuando se le pidió destituir a Edgar Hoover, que llevaba dirigiendo el FBI desde que se fundó, en 1935. El tejano justificó su negativa diciendo que quizá fuera mejor tenerlo dentro de la tienda meando hacia fuera que fuera meando hacia dentro. A la vista de los disturbios de este fin de semana, alguien podría espetarle a Sánchez, parafraseando a Churchill, que por tener a Iglesias meando hacia fuera en vez de hacia dentro aceptó la ignominia de tenerlo en el Gobierno y ahora tendrá las dos cosas, la ignominia y a Iglesias meando hacia dentro.

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