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Mario Noya

Clamor en las bases republicanas: ¡no seas Nixon, Donald Trump!

Nixon claudicó. Y le agradecieron los servicios prestados con una campaña de demonización salvaje, como no hubo otra… hasta el advenimiento del nazificado Donald John Trump.

Nixon claudicó. Y le agradecieron los servicios prestados con una campaña de demonización salvaje, como no hubo otra… hasta el advenimiento del nazificado Donald John Trump.
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. | EFE

Si en el Spectator Roger Kimball aduce que “Trump hace bien en no conceder, en el Instituto Gatestone Chris Farrell insta al único presidente electo en ejercicio de EEUU a que de hecho haga y no sólo diga; a que se deje de jugar al golf, vuelva por sus fueros y esté a la altura de quienes, como Rudy Giuliani (¡alcalde: todos somos contingentes, pero tú eres necesario!), están batiéndose el cobre por él en esta elección presidencial, que, afirma/apremia/alienta, “is not over”.

Manifiéstese –en el más amplio sentido de la expresión–, pide o casi ordena Farrell a Trump. Dinamite el fait accompli que le están asestando quienes –Farrell no se anda con chiquitas– le están robando las elecciones a la vista de todos, con la complicidad del mainscream media intoxicador y las redes orwellianas, y judicialice el proceso hasta el final y caiga quien caiga. Hay que contar los votos, todos los votos válidos (qué artículo antológico de Andrew McCarthy); no pasar una, denunciar todo lo denunciable y, sobre todo, no ser Richard Nixon:

(...) el rival de Nixon [en las presidenciales de 1960], John F. Kennedy, se impuso por 303 votos [en el Colegio Electoral] frente a los 219 de su oponente, aunque el margen [de voto] popular fueron unos escasos 113.000 sufragios, o en torno al 0,16% de los 68.837.000 emitidos. (...)

[...]

Justo después de la medianoche (...), el New York Times fue a la imprenta con el titular “KENNEDY, PRESIDENTE ELECTO”. Al cabo de una hora, el director editorial del periódico, Turner Catledge, temeroso de tener entre manos un fiasco del tipo “Dewey derrota a Truman”, empezó a confiar en que “cierto alcalde del Medio Oeste robara los votos suficientes como para sacar de apuros a Kennedy”, según contó en sus memorias.

[...]

(...) Nixon escribió en sus memorias: “Hubo informaciones de fraude electoral masivo en Chicago… El periodista y director [del Washington Post] Benjamin Bradlee dijo que Kennedy había llamado al alcalde Daley en la noche electoral para saber cómo iban las cosas en la ciudad. ‘Señor presidente’, se dice que dijo Daley, ‘con un poco de suerte y la ayuda de un puñado de buenos amigos, se va usted a llevar Illinois’”.

Nixon reconoció enseguida los resultados con un telegrama de felicitación a Kennedy, pero sus subordinados siguieron luchando. El Comité Nacional Republicano impugnó legalmente los resultados de Chicago, sólo para ver cómo rechazaba la impugnación el juez de circuito Thomas Kluczynski, relacionado con Daley y a quien Kennedy ascendió puntualmente a juez federal. Aun así, posteriormente un fiscal especial presentó cargos contra no menos de 650 funcionarios electorales de Illinois. En 1962, tres empleados de un centro electoral se declararon culpables de soborno y corrupción y cumplieron breves penas de cárcel. El Chicago Tribune concluyó: “Las elecciones estuvieron signadas por un fraude tan grosero y flagrante que cabe concluir que [Nixon] fue privado de la victoria”.

Mientras, Kennedy ganó en Texas [feudo de su compañero de ticket, Lyndon B. Johnson] por 46.000 votos, de un total de 2,3 millones. (...) Pese a tener sólo 4.895 ciudadanos en el censo, el condado [Fannin] registró 6.138 votos, de los que dos tercios fueron a parar a Kennedy. En un distrito del condado de Angelina, Kennedy recibió 187 votos por 24 de Nixon, lo que no deja de ser una participación impresionante para una comunidad con sólo 86 almas.

Si se le hubieran quitado a Kennedy los 27 votos [en el Colegio Electoral] de Illinois y los 24 de Texas y se le hubieran dado a su oponente, Richard Nixon habría sido elegido presidente ocho años antes (...)

(...) mientras los cuadros republicanos (...) seguían impugnando denodadamente el resultado de los comicios (...), el propio Nixon aceptó lo inevitable con gentileza. “Cometimos un grave error al no tomar precauciones contra [el fraude], y [luego fue] demasiado tarde”, rememoró, en otro anticipo de los acontecimientos de 2020. Dos días después de que cerraran las urnas, un senador espléndidamente llamado Thurston Ballard Morton of Kennedy voló a Cayo Vizcaíno, en Florida, donde Nixon estaba pasando unos días con su familia, y le urgió a impugnar los resultados en Texas, Illinois y otros nueve estados.

[...]

Posteriormente Nixon recordó que, tras la partida de Morton, se quedó solo durante cinco minutos, analizando la situación. (...) “Un recuento llevaría medio año, durante el cual la legitimidad de la Presidencia de Kennedy estaría en cuestión”, escribió. “El efecto sería devastador para las relaciones exteriores de EEUU. Yo no podía poner al país en esa tesitura”.

Nixon no quiso hacer pasar a EEUU por eso y claudicó. Y le agradecieron los servicios prestados con una campaña de demonización salvaje, como no hubo otra… hasta el advenimiento del nazificado Donald John Trump, el único presidente electo con que cuentan los Estados Unidos de América desde el lunes 19 de diciembre del año 2016.



PS: Christopher Sandford, autor del artículo del que he tomado el relato del robo que padeció Richard Nixon, sí es partidario de que Trump siga los pasos del 37º presidente y lo deje estar.

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