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Pedro de Tena

Por una estrategia de victoria

¿Dónde está el centro entre la verdad y la mentira, entre la dominación y la libertad, entre la nación y el desmembramiento?

Si algo nos ha demostrado la historia reciente es que la izquierda y el separatismo no respetarán jamás las reglas constitucionales de juego, como no respetaron las reglas republicanas de juego sin importarles si su conducta llevaba o no a una Guerra Civil. Unos no querían ni quieren ninguna España y otros sólo querían y quieren una España roja, aunque sea rota, impuesta a la otra España, la que creyó en la transición y en la convivencia democrática. En este propósito ya evidente, cuentan, unos y otros, con ayudas internacionales e incluso oscuros apoyos en el seno de la Unión Europea. ¿A quién interesa una España rota y roja, por qué y para qué?  Sólo se ven los síntomas y las tácticas, pero la estrategia de ruptura del consenso constitucional es y quiere ser invisible.

Los últimos acontecimientos no hacen más que reforzar esta sensación, que va mutándose en certeza insistente. La ocupación del aparato del Estado, de la educación y de las lenguas, de la sanidad (aprovechando una catástrofe, como es habitual), de los medios de comunicación esenciales y la cooperación de los pilares básicos del poder económico y las redes sociales, por dejarlo aquí, permiten vislumbrar esa estrategia.

Ya es evidente para todo el que no siga obcecado en negar los hechos más contundentes que la izquierda socialcomunista y el separatismo no respetarán la democracia más que como trampolín para conseguir sus objetivos y que la desnaturalizarán, falsificarán, pervertirán y traicionarán cuando no sirva a sus propósitos. Nada nuevo. Siempre fue así doctrinalmente en el marxismo. Llegó a su zénit durante el marxismo leninismo, trotskismo, estalinismo, castrismo y maoísmo y, paralelamente, llegó a máximos con los nacionalismos de corte racista, fascista o nazi. El PSOE pudo ser sinceramente socialdemócrata, pero no quiso.

Sean cuales sean las razones que están conduciendo a la vuelta del totalitarismo, si las inconsecuencias, enfermizas partidocracias y corrupciones de una democracia escasamente liberal, si la convicción del capitalismo global de que será más fuerte sin naciones y aliado con dictaduras como en China y Rusia (con Franco vivió mejor)  o si la desorientación de individuos y familias ante poderes inabarcables e incontrolables, lo cierto es que aquello de “ganar mucho dinero, tener ejércitos para defenderlo e iglesias bendiciéndolo todo”, que decía Walter Cronkite, seguirá cumpliéndose. Ahora, con los socialcomunistas y separatistas en el consejo de administración de gobiernos convivientes con el capitalismo supraestatal. 

Puede creerse que es mejor fertilizar una supuesta “tercera España”, la España centrista, la España “moderada y modernizadora” se ha dicho. Pero, ¿dónde está el centro entre la verdad y la mentira, entre la dominación y la libertad, entre la nación y el desmembramiento? Creo que lo que hay realmente es una estrategia en marcha de disolución nacional y democrática que ejecuta aceleradamente el actual gobierno socialcomunista ayudado por los separatismos. A ello hay que oponer un frente democrático y constitucional. No queda otra.

Pero, ¿dónde está el proyecto común que nutra la estrategia de victoria de los defensores de España como unidad nacional y de la Constitución? ¿Dónde está la estrategia de los defensores de la democracia, de las libertades, de la veracidad y del respeto a las personas y familias? No existe. Sólo hay un desierto político y moral donde la división se acentúa, la resignación crece y la rendición económica y social tienta cada vez a más ciudadanos.

Necesitamos convicción, unidad, rebeldía y defensa de lo mejor que ha ocurrido en España desde las Cortes de Cádiz, con las reformas constitucionales necesarias para que los totalitarios no se cuelen de nuevo por las rendijas. Eso exige una estrategia general, una dirección y, para todos sin excepción,  una cesión de parte de la libertad personal en aras de una organización que conduzca al fin deseado: el restablecimiento de un proyecto democrático para España. O eso, o adiós, España, adiós. 

En España

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