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Emilio Campmany

¿Cuál es la media entre Feijóo y Ayuso?

Si lo que quiere es ganar descafeinando sus recetas para ver si le vota algún socialista, se estrellará.

Dice Casado que quiere ser la media entre Feijóo y Ayuso. ¿Qué quiere decir? ¿Que bajará los impuestos, pero no tanto como la madrileña? ¿Que seguirá la senda de la moderación iniciada con la defenestración de Cayetana Álvarez de Toledo y los insultos a Abascal?

El deseo de cabalgar la contradicción nace de dar por buena la imagen que la izquierda quiere transmitir de Madrid, esto es, la de que los madrileños son unos insolidarios que quieren pagar menos impuestos que nadie. El resto de los españoles deberían estar encorajinados con ellos porque la riqueza que genera ser la capital es lo que les permite tener impuestos tan bajos. Es éste un lujo que los demás, que no son la capital, no pueden permitirse. Es natural que en toda España, incluido Madrid, la izquierda esté enfurecida con las políticas de Ayuso porque demuestran que los impuestos bajos traen prosperidad para todos, incluidos los que menos pagan, sin merma de los servicios. Y es igualmente lógico que se esfuercen por propagar la falsedad de que tales políticas no son posibles en las demás regiones para no sufrir allí las derrotas que padecen desde el siglo pasado en Madrid.

El argumento es de una estupidez supina. Madrid es desde hace mucho tiempo la capital de España, y eso nunca le permitió ser tan rica. Pero como las demás regiones gobernadas por el PP, especialmente Galicia y Andalucía, no bajan los impuestos tanto como Madrid, porque de hacerlo tendrían que sacrificar algunos servicios sociales, es el propio PP el que confirma el argumento de la izquierda. Si Feijóo y Moreno Bonilla se decidieran de una vez a aplicar en sus regiones la política fiscal madrileña, verían cómo el efecto económico sería similar. De hecho, ha bastado un pequeño retoque a la baja en Andalucía para que la región disfrute un cierto despegue económico, y la relativamente benévola política impositiva de Feijóo ha hecho que una región tradicionalmente pobre, en términos comparativos, ya no lo sea tanto.

Lo terrible de la propuesta de Casado no es por tanto que no se decida a hacer suya la política económica de Ayuso como que evidencie que no quiere enfrentarse a los argumentos de la izquierda ni defender lo que se supone que son las ideas del PP. La izquierda lleva lustros empobreciendo a España friéndola a impuestos y el PP, cuando ha gobernado la nación, ha hecho poco por evitarlo al hacer suyo el sofisma de que, a más alta fiscalidad, más servicios sociales. Recuérdese la subida temporal de impuestos del PP en 2011, que es lo que le llevó a la derrota en Andalucía en 2012 y a perder casi cincuenta escaños en 2016. La mayor parte del electorado del PP, incluido el de fuera de Madrid, espera de Casado que asuma como propio el programa de Ayuso. Si lo que quiere es ganar descafeinando sus recetas para ver si le vota algún socialista, se estrellará, porque, los gane o no, perderá muchos más del lado de los liberal-conservadores. Exactamente como le pasó a Rajoy.

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