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Emilio Campmany

Cordón sanitario

Políticos y medios deberían preguntarse qué ha pasado para que en España, donde el PP recogía los votos de la derecha, creciera Vox como lo ha hecho.

Políticos y medios deberían preguntarse qué ha pasado para que en España, donde el PP recogía los votos de la derecha, creciera Vox como lo ha hecho.
Abascal, en un acto de Vox en Zamora. | EFE

El PSOE deslegitima al PP como partido de gobierno acusándole de pactar con la extrema derecha en vez de aplicar un cordón sanitario a Vox, que es lo que tendría que hacer porque Vox aspira a "acabar con nuestros derechos y libertades". La acusación cala en los medios de comunicación, incluso en algunos habitualmente críticos con Pedro Sánchez, porque se da por hecho que el ascenso de Vox, en la medida en que es un partido populista, constituye un peligro. Sin embargo, políticos y medios de comunicación deberían preguntarse qué ha pasado para que en España, donde el PP recogía los votos de toda la derecha, creciera Vox del modo que lo ha hecho. Sus votantes no son jóvenes encuadrados en organizaciones paramilitares, marquesonas del barrio de Salamanca o crueles empresarios de pelotazo y tentetieso.

La izquierda debería hacer examen de conciencia porque a nadie puede extrañar que esto ocurra cuando, con la tolerancia y a veces la connivencia del resto de la oposición, en el Gobierno están más preocupados por los animales que por las personas; estimulan, animan y protegen y ya veremos si no financian la inmigración ilegal; legislan en contra de la igualdad de los españoles ante la ley; subordinan la política exterior a los intereses particulares; asumen todos los perjuicios económicos que para la población traiga el fomento de energías carísimas porque supuestamente son más verdes; gestionan la pandemia ineficazmente, despreciando los daños a las economías familiares; inventan impuestos e incrementan los que ya hay para financiar su política clientelar; se meten en lo que la gente tiene que pensar y obligan a hablar en voz baja o simplemente a callar cuando se piensa de manera políticamente incorrecta; falsean la historia para que ésta diga lo malos que son los muchos que piensan de una manera distinta a la de ellos; instigan a las esposas a abominar de sus maridos, a los trabajadores, de sus empleadores, a los arrendatarios, de sus arrendadores, a todos a odiar a quien posea.

Y luego, la sarta interminable de estupideces, tonterías y mentecateces que la izquierda hace pasar por pensamiento moderno, por no hablar del lenguaje inclusivo que imponen, que obliga a expresarse de un modo que, si se cumpliera con lo que él exige, sería incomprensible. Y el que los medios de masas se presten a presentar las tonterías que dicen y hacen los políticos de izquierda como ideas serias y respetables para la construcción de nuestras sociedades en el futuro no hace más que reafirmar a los electores en que hay que votar otra cosa. De ahí que Vox, nacido como escisión del PP, sea en realidad un partido mucho más transversal de lo que quisieran reconocer los demás.

En cualquier caso, el PSOE dice lo del cordón sanitario con la boca pequeña, no sólo porque son las muchas equivocaciones, corrupciones y tonterías que ha hecho y dicho las que han alimentado el saco de votos de Vox, sino porque, cuando hace falta una abstención que le permita aprobar el decreto que le da a Sánchez manga ancha para repartir a su capricho los fondos europeos entre su clientela, no la desdeñan, aunque venga de Vox. Son más falsos que Judas.

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