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Pedro de Tena

Errejón, otro tonto solemne

Lo que consagra a Errejón como un tonto de remate, de baba, de haba, de circo, del bote, de capirote, del culo o de caerse es su pregunta sobre Elon Musk.

El líder de Más País, Íñigo Errejón. | EFE

Diría yo que, a estas alturas del partido, todo lo que huela a Podemos hiede a pescado podrido. No es que sea una ley general pero sí es una certeza que los medios que se usan prefiguran el fin. Ya saben cómo comenzó todo. Agazapados bajo la inocencia sin cabeza de los indignados por la crisis desatada por el zapaterismo, los neomarxistas-leninistas se apropiaron sin más del movimiento dando lugar al nuevo partido que trataba de revitalizar el comunismo en Europa.

La última y bochornosa movida burrascosa y estúpida ha sido la andaluza. Tras echar de malos modos e infames modales a la anticapi y trotska Teresa Rodríguez —cuyas maneras tampoco fueron ejemplares—, con un desgaste que va a hacer que el comunismo andaluz pierda más de 8 escaños de los 17 que tenía, resulta que han sido tan incapaces de dialogar que se les ha pasado el arroz electoral y no han formalizado la coalición que prometieron a sus fieles. Algo así es, por derecho propio, un llamamiento a la abstención propia por la manifiesta discapacidad política de esta izquierda errática y simplista.

Ya sabíamos que el más tonto de todos es quien se cree que es el único listo de la clase. En ese conjunto de habitantes de la república de los tontos que sabiamente administra Santiago González, Pablo Iglesias e Irene Montero supusieron que, por el mero hecho de autocalificarse rojos de libro, los ciudadanos españoles les iban a perdonar sus inconsecuencias morales y su futilidad política. Lo de pasar del pisito proletario de Vallecas a los lujos de los sueldos, los escoltas y los humos de Galapagar, es inolvidable y lo de sus juramentos de pureza anticasta frente al pervertido Pedro Sánchez duró lo que el ofrecimiento a degustar el tradicional plato de lentejas.

Nos quedaba, tras las estampidas de Monedero y Bescansa y las paridas de Echenique, Íñigo Errejón. Sabíamos, eso sí, que no era trigo limpio. Hace muchos años que contamos su enjuague con su amigo Alberto Montero en la Universidad de Málaga, que le puso en bandeja una retribución por una investigación sobre la "desmercantilización" de la vivienda. Pero al no poderse justificar ni la ayuda económica ni el estudio ni nada, Errejón resultó errejoneado en todo lo alto a derecha e izquierda. Su examigo Pablo aprovechó la sangre para devolverlo a los corrales de la nada antes incluso de su proceso penal patadónico.

Hay mucho más, pero lo que consagra a Íñigo Errejón como un tonto de remate, de baba, de haba, de circo, del bote, de capirote, del culo o de caerse, por dejarlo aquí, es su pregunta sobre Elon Musk, que es un empresario americano, el mandamás de Tesla y los coches eléctricos, el pionero de los vuelos espaciales para particulares y el reciente comprador de la red social Twiter. Dijo el más lelo izquierdista del país: "¿Cómo se llama el tonto este que ha ido 25 veces al espacio que acaba de comprar Twitter? Elon Musk, esta gente ya encabeza el desprestigio de las instituciones y de lo público, un anarcocapitalista".

En sólo 19 años, Musk ha llegado a ser el hombre más rico del mundo, da trabajo a casi 80.000 personas en 50 países y quiere coches eléctricos y lanza viajes espaciales, pero, oigan, el tonto es él y el listo es Errejón, que no ha creado ni un puesto de trabajo sino que se limita a "sembrar" comunistas a dedo en las administraciones para cuando resulte útil "despertarlos". Si en la república de los tontos ocurriera que hiciera falta un rey, propongo a este majareta que sólo tiene en la mano una lata de sardinas del siglo XIX y le dice a la gente que tiene tres vivas.

Pero Errejón, no lo tomen a broma, es un tonto peligroso. No por sus patadas, sino porque es tonto constitucional, como lo hubiera calificado Unamuno. No por su amor a la Constitución, no, por favor, sino porque parece ser constitucionalmente tonto y por ello, no puede descansar, como advirtió ladinamente Ortega.

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