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Cristina Losada

Política de limosnas y giros a la izquierda

Lo que gusta al izquierdismo es la consigna. Luego se asombra de que los grupos a los que dijeron que iban a beneficiar no vayan jubilosos a votarles.

Sánchez y Yolanda Díaz en el Congreso. | EFE

El Gobierno no entiende qué ha pasado. No entiende che cosa é succeso, por decirlo en el idioma de Draghi, que acaba de caer, como era previsible. No entiende que no le aplaudan con las orejas en todos los rincones de España. No entiende por qué no va primero en las encuestas. Y desde las elecciones de Andalucía de junio, no puede entender por qué las marcas del PSOE y de su socio de Gobierno están de capa caída, y no sólo de Despeñaperros abajo. No lo puede entender quien está convencido de que lo ha hecho todo bien. No puede entenderlo quien cree que sus políticas sociales, blasonadas por (supuestos) hitos históricos como el Ingreso Mínimo Vital y la reforma laboral, no reciban el premio que merecen en intención de voto. El Gobierno estaba perplejo.

Aguantó, asombrosamente, el tirón de la pandemia, pero el de la subida de precios, el de la inflación, esa escalada que aseguró que no se produciría (era "temporal"), lo está triturando. Y su reacción, su salida de la perplejidad, consiste, como muestran las medidas anunciadas en el debate del Estado de la Nación, en hacer más de lo mismo. Hay, sí, una pequeña diferencia, que ha permitido codificar lo anunciado como un giro a la izquierda. Una no sabe ya qué es un giro a la izquierda. Podríamos decir que un giro a la izquierda se da cuando la prensa de izquierdas dice que hay un giro a la izquierda. Amén. Para decirlo ha bastado que el presidente dijera que no va a tolerar que haya empresas que se aprovechen de la crisis. Con eso y el anuncio de un par de impuestos a la banca y las energéticas, estos sí temporales, ya se puede proclamar que estamos ante un izquierdismo genuino.

El izquierdismo no ha conseguido que el Ingreso Mínimo Vital llegue ni a la mitad de los beneficiarios previstos. Y las nuevas adiciones a su política de cheques y bonos prometen ser de una eficacia parecida. Es como si estuvieran diseñadas para ser sólo eficaces como reclamos publicitarios. Lo que gusta al izquierdismo actual es la consigna de quitarles a los ricos para darles a los pobres. La consigna. Si la limosna llega y si la política de la limosna funciona, eso ya no importa. Luego se asombran de que los grupos a los que dijeron que iban a beneficiar no vayan jubilosos a votarles. El giro a la izquierda de Sánchez es tan peculiar que se lo mantuvo oculto a su socio podemita, que está, se supone, a su izquierda. Pero al desvelarse el secreto, lo celebraron. No celebrarán tanto cuando perciban que el giro se da para entrar, al pillaje, en su territorio, donde quedan los restos del naufragio.

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