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Pedro de Tena

Golpe a golpe o de la ley a la ley

El proyecto de dinamitar la Constitución ya no se regirá por las viejas normas de los golpes de Estado. Se hará de la ley a la ley.

El proyecto de dinamitar la Constitución ya no se regirá por las viejas normas de los golpes de Estado. Se hará de la ley a la ley.
Pedro Sánchez con el presidente del CGPJ, Carlos Lesmes. | Flickr/CC/La Moncloa - Gobierno de España

De los ocho golpes de Estado que se produjeron contra la II República, sin contar el insólito cantazo que logró que unas elecciones municipales legitimaran la proclamación republicana y el cambio de régimen en 1931, no hubo ninguno que no quisiera atentar contra la legalidad republicana. Pero claro, hay golpes "buenos" y golpes "malos".

Golpe "bueno" es el acto ilegal, sedicioso y rebelde contra la ley vigente que perpetran los partidos y grupos sociales de la izquierda porque, como es sabido, la ciencia, las leyes de la historia y los nuevos decálogos morales son de su propiedad privada. Producen muerte y desorden pero están justificados por la excelencia de los fines.

Hay golpes "malos", que son los que articulan los grupos sociales y partidos que se caracterizan como de derecha o fascistas o conservadores. Los golpes "malos" son tan ilegales, tan sediciosos y rebeldes como los "buenos" pero, además, se les califica de criminales, genocidas y egoístas. Producen también muerte y desorden pero no están justificados por la mezquindad moral de su origen e intereses y por constituir un freno a la marcha imparable de la historia hacia una sociedad en la que los disidentes o se han cobijado en nuevas catacumbas o se han largado o los han hecho, civil o materialmente, desaparecer.

De los ocho golpes mencionados, sólo dos fueron golpes "malos", de la derecha cruel, fascista y reaccionaria. Los otros seis, fueron "buenos" (unos más que otros) porque los dieron los conglomerados de la izquierda, a veces contra sí misma. Sabido, y silenciado, es el golpe de Besteiro, Mera, Casado y otros contra Negrín para evitar la sangría de una guerra perdida y el dominio total de Stalin.

El problema es que uno de ellos, el del general Franco, triunfó tras una Guerra Civil inesperada y brutal. Se puso de manifiesto así que los golpes de Estado, como las revoluciones, ya lo dijo Ortega, producen reacciones y fuerzas contrarias de un nivel tan intenso que los cambios deseados no se producen. Tras la muerte de Gorbachov, que también sufrió golpes de Estado, uno observa a la Rusia de Putin y ve como lo peor del zarismo, bendecido de nuevo por la Iglesia ortodoxa, parece estar volviendo tras la perestroika, la glasnost y el intento de democratizar el socialismo soviético, tarea imposible.

El gran invento político de la Transición española fue pasar de una dictadura a una democracia, por imprecisas que sean esas palabras, sin reventar el marco legal ni provocar un desorden social con violencia. De la ley a la ley. Algunos nostálgicos "fachas" fueron acusados del golpe de febrero de 1981, donde hubo muchos presuntos implicados de izquierda y hace cinco años, en 2017, se dio el último golpe de estado en España: el golpe separatista catalán, consentido, publicitado y finalmente indultado por un gobierno.

Aquello de la ley a la ley de Torcuato Fernández Miranda fue la gran lección para una izquierda que nunca ha reflexionado –de examen de conciencia y dolor de corazón por el daño histórico nacional causado ni hablamos– sobre sus responsabilidades. De hecho, nada más llegar al gobierno en 1982 se trató de retorcer y torturar los contenidos constitucionales para imponer sus tesis a la España que perdió las elecciones y que reaccionó democráticamente desde entonces. De hecho, los gobiernos de Felipe González tuvieron exquisito cuidado para dar apariencia de legalidad a lo que contravenía el espíritu constitucional de, ingenua si se quiere, convivencia.

Estamos en un momento decisivo para la historia de España. El proyecto de dinamitar las partes de la Constitución que se oponen a la fractura nacional, al sometimiento judicial y a las libertades religiosa, de expresión y educación entre otros objetivos, ya no se regirá por las viejas normas de los golpes de Estado. Se hará de la ley a la ley. Para ello, el control de todos los organismos donde la ley se interpreta, es decisivo. Sobre todo, el control del Tribunal Constitucional que, de hecho, ya está en manos de Pedro Sánchez. Luego vendrán las leyes orgánicas que reformarán la Constitución y su sentido y finalidad. Ya se ha probado con éxito.

La pregunta a estas alturas es qué plan tienen las fuerzas que dicen representar al centro derecha español, e incluso a una parte del centro izquierda, para impedir que algo irreparable se perpetre antes de las próximas elecciones. Y en caso de que tal desgracia ocurriera, qué estrategia de recuperación y regeneración de la nación y de su democracia se tiene diseñada. Ganar las elecciones de forma más que holgada es perentorio. Pero, como dijo José María Aznar, ganar, ¿para qué? ¿para hacer qué? Tic-tac, tic-tac. A ver si ocurre algo en el Senado esta tarde.

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