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Emilio Campmany

Feijóo rajoyea

La única esperanza de la derecha que ansía una democracia donde reine la libertad, el Estado de derecho y la división de poderes es Díaz Ayuso.

La única esperanza de la derecha que ansía una democracia donde reine la libertad, el Estado de derecho y la división de poderes es Díaz Ayuso.
Alberto Núñez Feijóo junto a Isabel Díaz Ayuso | David Mudarra

Los flecos de la negociación para renovar a los vocales del Consejo General del Poder Judicial están poniendo en evidencia que Alberto Núñez Feijóo quiere ser Mariano Rajoy de mayor. Todas las cosas que se saben de esa negociación abundan en esta vocación. Feijóo heredó una negociación enquistada porque Casado intuyó que su electorado, que en parte había huido ya a Vox, no soportaría una nueva subasta de jueces. Es verdad que el esclavo de Teodoro García Egea siempre estuvo dispuesto a llegar a un acuerdo. Como no lo es menos que, si el acuerdo descarriló, no fue porque el PSOE no se comprometiera a reformar el sistema de elección, sino porque se supo que el PP esperaba seguir controlando a los jueces, poniendo en la presidencia a alguien supuestamente de su cuerda. Manuel Marchena, supuesto brazo de Egea, huyó como de la peste de esa maniobra y todo se fue nuevamente al garete.

Cuando Feijóo heredó el problema, comprendió que no podía ceder en lo de demandar que se devolviera a los jueces el derecho a elegir a sus doce vocales sin quedar como el enésimo pastelero de la confitería del PP. Por eso exigió como condición previa el compromiso del PSOE de volver al sistema constitucional anterior a la vergonzosa ley de 1985 de Felipe González. De éste, celebramos hoy su victoria de 1982 y le añoramos como si el PSOE de ahora no fuera el heredero del suyo, tanto o más ladrón, aunque mucho más lerdo, pero en esencia el mismo. Alfonso Guerra habría firmado el compromiso, renovado el Consejo con mayoría de sus leales y luego, si te he visto no me acuerdo. Sánchez, como es más tonto, se ha mantenido estúpidamente firme hasta que ha llegado Feijóo y le ha convencido de que firme un vago compromiso y que luego, como siempre, se abstenga de cumplirlo, que él tampoco se lo va a reclamar. Y no lo va a hacer porque él tampoco quiere la reforma. Lo que pasa es que no tiene más remedio que exigirla porque se lo demanda su electorado. Es terrible, pero el gallego cada vez rajoyea mas. Sólo le falta, para que a todos se nos caiga la venda de los ojos, fichar como futuro ministro de Hacienda al indeseable Cristóbal Montoro, de quien todavía padecemos la mucha inequidad que hay en sus leyes.

A Feijóo le dirán los que defienden las supuestas ideas del PP, como le advierte Isabel Díaz Ayuso, que el electorado no le perdonará la traición. Y Feijóo no los escuchará porque cree, quizá con razón, que no serán muchos los electores que se lo echen en cara cuando tengan que acudir a las urnas. Cuenta con la burricie y la vehemencia de Vox, que parece empeñado en que los electores del PP que quieran huir a él se lo piensen dos veces antes de votar a tanto cabestro. Al final, la única esperanza de la derecha que ansía una genuina democracia donde reine la libertad, el Estado de derecho y la división de poderes es Isabel Díaz Ayuso. Las cosas son como son por mucho que ella, por tener la fiesta en paz, y Feijóo, por evitar el choque, no quieran reconocerlo.

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