Menú
Pedro de Tena

La mutación de los 'MarX-Men' (and Women)

No soy el primero en considerar el marxismo y sus socialismos derivados como una mutación anómala incapaz de percibir personas y sus libertades.

No soy el primero en considerar el marxismo y sus socialismos derivados como una mutación anómala incapaz de percibir personas y sus libertades.
Gustavo Petro y Yolanda Díaz | Europa Press

Tras algunos intentos históricos de eliminar física y civilmente a los disidentes en calidad de ensayos pregenéticos con fundamento en la raza, la fe, la ciudad, los recursos o todo rebujado, entiendo que fue durante la dictadura de Oliver Cromwell en la Inglaterra del siglo XVII cuando surgió genéticamente la mutación que desembocó en los MarX-Men (and Women) ya en el siglo XIX. Naturalmente, poco antes, la Revolución francesa y las siguientes ya enseñaron que la mejor manera de lograr la virtud cívica es la aniquilación de los adversarios que no admiten la supremacía moral de quien los guillotina.

Mucho antes de que nacieran en el cómic norteamericano los X-Men (1963), ya existió una subespecie de humanos absolutamente convencidos de reunir en sus genes habilidades y capacidades extraordinarias que les confieren el derecho a imponerse al resto de mutantes –los liberales herederos de Locke, por ejemplo, o los católicos de toda la vida, por dejarlo ahí—, y la enigmática superioridad por la que se sienten ungidos para "catequizar" desde la educación o el terror y gobernar todo el planeta para su felicidad eterna.

En el caso de los X-Men de los dibujos y el cine, los mutantes favorecidos por cualidades portentosas tratan de asegurar la concordia entre los viejos humanos sin atributos especiales y los agraciados metamorfos. Sus enemigos son otros mutantes que quieren eliminar a los seres humanos y sus aliados por considerarlos un peligro para el futuro de la nueva especie. En el caso de los MarX-Men (and Women), todos los que se oponen a la dominación comunista mundial son o los mutantes liberales variados o los "fascistas" o esa carne de cañón de los humanos del montón que lo único que persiguen es libertad personal y familiar, progreso económico, desarrollo cultural y derecho a la continuidad de su identidad personal y tradición nacional con las reformas digeribles necesarias.

Los MarX-Men, nacidos de las doctrinas idealistas (sólo lo racional de mis ideas es real y si no, peor para la realidad), se decidieron a creerse y hacer creer que eran portadores de una mutación genético-ideológica que les hacía depositarios de una ciencia exacta de la historia y de sus mecanismos y de la fórmula magistral para la conquista del paraíso.

Tal Edén expropiado a las religiones y secularizado como gozo abstracto es determinado por el Partido, cuyo sumo sacerdote –sólo puede quedar uno al final– se autodecora sin más con el saber, el poder y el crear. Y ¡ay! de quien no lo acepte porque será tratado como malvado o loco digno de cancelación, en gulag o loquero. Estos MarX-Men no dialogan (lo saben todo); no buscan la verdad (ya la tienen); no conviven (sólo imponen); no respetan las reglas (sólo las suyas) y no creen en la libertad (para qué).

No soy el primero en considerar el marxismo y sus socialismos derivados como una mutación anómala incapaz de percibir personas y sus libertades sino sólo a la especie y al Estado que debe conducirlo todo. En realidad se parece tanto a otras mutaciones extrañas como la fascista, cuya principal variante fue fundada por el exsocialista Mussolini y otra, la nazi, se erigió como nacional-socialismo, régimen con el que Stalin pactó traicioneramente recién acabada la guerra civil española.

Por ejemplo, el profesor Carlos X. Blanco, en la Revista Nave en Llamas, 2, en referencia a la última inframutación apreciable, escribió: "El marxismo cultural es la mayor mutación ideológica y la mayor nube negra y tóxica sobre las conciencias del hombre y la mayor trampa de la historia. Posiblemente, la mayor apuesta del capitalismo globalizado tendente a troquelar no ya sólo la sociedad, plegada a sus dictados, sino a troquelar y transmutar la propia naturaleza del hombre". O sea, que los nuevos MarX-Men (and Women) explican el contubernio Sánchez, Iglesias, Soros, Gates, Bildu y otros separatismos que aniquilan las viejas naciones y sus Estados, la agenda 2030 y el girón bolivariano, entre otras cosas. Dicho en plata, los nuevos MarX-Men (and Women) no son de izquierdas, sino parte del sistema que dicen combatir. Vaya, vaya.

Uno de los especímenes de esta mutación ha sido cogido in fraganti lamentando en el Berlín del Muro la caída de aquella ignominia criminal que separó a los alemanes entre sí y a los europeos de Occidente de los otros europeos allende el Danubio. Superdotado Petro con su verdad congénita indudable y armado con el terror y el narcodólar, este MarX-Men se atreve a todo. En el mismísimo Berlín, oigan. Imaginen lo que le pasará en Colombia a quien discrepe. Hasta en la España de hoy dice que vio fascistas. Qué ojo mutante.

Entre nosotros, otros derivados de MarX-Men, travestidos con el traje de faralaes de la democracia como Zapatero y su discípulo aventajado, Pedro Sánchez, blanquean los sepulcros rellenados por ETA mientras una Marx-woman fácilmente reconocible logra la rebaja las penas de agresores sexuales, barbaridad que dice haber perpetrado en defensa de las mujeres, cómo no. El infierno siempre está en los otros.

Mutantes dotados de superpoderes para lograr nuestra felicidad, pobres seres humanos que no disponemos del gen prodigioso, nos obligarán a ser felices sin tener nada. Vótenlos de nuevo y lo comprobarán. Eso sí, tenemos un gen fieramente humano, no tan sublime, que nos permite ser libremente libres para decidir y configurar un proyecto de vida personal, familiar y nacional. Pruébenlo el próximo 23 de julio.

Temas

En España

    0
    comentarios