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Miguel del Pino

Los últimos urogallos

Nunca quisiéramos tener que dar la noticia de que se ha extinguido una especie de la fauna española, pero estamos a punto de hacerlo.

Nunca quisiéramos tener que dar la noticia de que se ha extinguido una especie de la fauna española, pero estamos a punto de hacerlo.

Nunca quisiéramos tener que dar la noticia de que se ha extinguido una especie de la fauna española, pero estamos a punto de hacerlo. Se extinguen los urogallos, al menos los de la subespecie pirenaica española.

El urogallo es un precioso gallo de bosque propio de climas fríos de Europa. En España cuenta con dos subespecies, una en el Pirineo aragonés y otra en algunas manchas forestales cantábricas.

Una y otra constituyen verdaderas reliquias que han quedado aisladas después de la retirada de los hielos al terminar la última glaciación. No hay contactos entre ellas, por eso se han ido diferenciando en dos subespecies genéticamente aisladas que se diferencian en detalles de su biología, como la alimentación.

Los urogallos cantábricos se alimentan de frutos y otros productos del bosque caducifolio, mientras sus parientes del Pirineo aragonés se han especializado en ingerir acículas de pino, que complementan con arándanos y otros frutos del sotobosque.

A lo largo de la historia de la Tierra los cambios climáticos han sido frecuentes, por supuesto desde antes de la aparición de nuestra especie; las islas glaciares que quedan en zonas templadas después de la retirada de los hielos nos ofrecen ejemplos tan espectaculares como el de los urogallos o las perdices nivales: se trata de los llamados endemismos relícticos, siempre de alto valor ecológico y cultural.

El peligro de extinción a que se refiere en reciente comunicado la Sociedad Española de Ornitología, afecta en la actualidad a la subespecie pirenaica del urogallo. Los últimos censos arrojan resultados muy alarmantes, como la supervivencia actual de sólo cuarenta machos según el censo de 2017, cuando el anterior, de 1990, registró 159. El declive de la población es del 74%.

Hace ya muchos años que el urogallo no figura entre las especies cinegéticas; la caza en la actualidad no puede ser causa de su situación de peligro, aunque en el pasado posiblemente se rebasaron en este sentido los límites de la prudencia.

Los machos de los urogallos son aves extraordinariamente bellas y están dotados de un plumaje castaño y negro con reflejos verdosos; en su cabeza destaca una llamativa ceja de color bermellón, y su barbilla se orna con barbas que se hacen muy visibles cuando se inclina hacia atrás para cantar. El canto es una sucesión de roncos sonidos que se escuchan a gran distancia en el bosque.

Al llegar el celo, los urogallos se dirigen a los claros de la espesura que se conocen como "cantaderos"; allí compiten con otros galanes estableciendo sonoros torneos que son admirados por las urogallinas semiocultas en el ramaje esperando dispuestas a ser parte del harén que formará el campeón. Se trata de una espectacular demostración de mecanismo de "triunfo del supermacho" a la hora de conseguir la aceptación del sexo opuesto.

Precisamente fue el ciego furor de los urogallos encelados lo que les hacía presa fácil en un método de caza, el acecho en el cantadero, que hoy resultaría verdaderamente insostenible. Queda en el anecdotario de un pasado, no tan remoto, la fiebre perseguidora hacia el urogallo que mostraba un conocido ministro de la postguerra. Cuando preparaba una cacería de urogallos, por cierto muy criticada en su momento, vino a salvar la situación una de las geniales viñetas del humorista Mingote: "Entre las curiosidades de la fauna española se encuentra el exterminador de las curiosidades de la fauna española", comentario que enmarcaba un paisaje de claro de bosque en el que se exhibía el urogallo encelado mientras asomaban los cañones y el sombrero con pluma del ministro, si no reconocible, sí lo suficientemente deducible.

Los peligros que afectan en la actualidad a los últimos urogallos aragoneses son de naturaleza muy diferente: la fragmentación de sus últimos hábitats, la suelta de perros por parte de excursionistas, la falta de respeto a las lindes trazadas para sus últimos refugios, la falta de respeto a las lindes trazadas para recorrido de sendas para el turismo rural, las motos y las bicicletas de montaña, y una larga relación de otros inconvenientes para el gran gallo del bosque aragonés.

Recién formado el Gobierno de Aragón no cabe duda de que tiene mucho trabajo en relación con la defensa de la naturaleza; desmantelar la traba de intereses económicos en torno a la proliferación de parques eólicos es la primera, pero no debería desdeñarse la gestión de programas de protección integral de especies únicas endémicas del territorio aragonés, como el urogallo pirenaico.

Fauna y flora aragonesa, especialmente la de montaña, incluyen especies no sólo de gran interés científico sino también extraordinariamente bellas y capaces de convertirse en atractivos turísticos de primer orden. ¿Debe ser Aragón un paraíso natural o un horroroso bosque de aerogeneradores?

El simbólico urogallo pirenaico necesita un urgentísimo plan de protección, y su éxito podría suponer una excelente presentación del nuevo gobierno regional.

Y el urogallo entre el mundo animal y el edelweiss o flor de las nieves entre las plantas, serían los mejores emblemas de la naturaleza aragonesa.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales

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