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Pedro de Tena

La tortura de las estadísticas, un arma contra la nación española

Hay 1.187.501 personas desempleadas más que las que se incluyen en el "paro registrado". Manipulación estadística de libro de cara al público.

Hay 1.187.501 personas desempleadas más que las que se incluyen en el "paro registrado". Manipulación estadística de libro de cara al público.
La líder de Sumar y vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social en funciones, Yolanda Díaz, en una reunión de Sumar en el Congreso | Europa Press

Suele describirse a políticos sin escrúpulos que torturan los datos estadísticos más básicos hasta que les hacen "cantar" lo que quieren para sus fines. También se cita a supuestos científicos que atormentan sin descanso los resultados de sus investigaciones para que finalmente digan lo que unas instancias superiores consideran que debe ser dicho para no expulsarlos de sus circuitos de financiación y ascensos académicos. Acabamos de disponer de la confesión de uno de ellos que "ajustó" sus datos a lo políticamente correcto sobre el clima para que se publicaran sus artículos. Phil Jones dimitió en 2009 por hacer creer que el calentamiento global era gravísimo, por poner un ejemplo más lejano.

La estadística, científica o administrativa, es uno de los elementos básicos de las sociedades democráticas modernas. Así como a las administraciones públicas se les supone neutralidad de acceso y ejercicio, objetividad, rigor máximo y servicio eficaz, a la estadística oficial se le supone el uso de métodos que garanticen la fiabilidad de sus datos e interpretaciones porque son herramientas básicas de la toma de decisiones de los gobiernos y de los ciudadanos. Desde la Ilustración, la preeminencia de los datos "crudos" y fiables frente a las "mitologías" ha sido la base de la libertad de los ciudadanos: sin datos "sanos" no puede haber votos libres.

El uso falaz y torticero de las estadísticas no es nada nuevo. Recordaba este mismo año nuestro añorado Amando de Miguel que, hacía más de sesenta años, se escribió un libro titulado Cómo mentir con las estadísticas, libro de estudio obligatorio para los que, como él, querían aprobar un curso de "Métodos sociológicos" en la Universidad de Columbia. El libro había sido escrito por Darrell Huff en ¡1954! y pretendía enseñar los métodos básicos que se utilizan para engañar con las estadísticas.

Lo expresó de modo inequívoco: "Una estadística bien empaquetada es hasta mejor que la ‘gran mentira’ del dictador: engaña, pero nadie lo puede acusar de engaño". Así que hizo una guía sobre cómo engañar con estadísticas aunque lo que pretendía no era hacer un manual para estafadores sino fabricar un escudo protector contra unos trucos mendaces que las personas honradas tienen que conocer para su defensa propia.

Viene esto a cuento de los malos tratos que reciben algunas estadísticas nacionales, muy descaradamente de un tiempo a esta parte. Con estos sucios procedimientos se debilita la visión fiable que la nación española puede tener de sí misma, se facilitan manipulaciones de todo tipo en el uso de datos y hechos y, consecuentemente, se convierte en mera propaganda electoral sectaria lo que debería ser un servicio riguroso y exquisito de información pública.

La Unión Sindical Obrera, según ha informado Carlos Cuesta en nuestras páginas, ha denunciado que los funcionarios del Servicio de Empleo que maneja la vicepresidenta Yolanda Díaz (SEPE) se ven obligados a no contar como parados a quienes no están ocupados totalmente (fijos discontinuos) para reducir la cifra total de paro. Eso supone que hay 1.187.501 personas desempleadas más que las que se incluyen en el "paro registrado". Manipulación estadística de libro de cara al público, pero conocimiento privado del Gobierno de la realidad del paro existente.

Las denuncias por tortura de las estadísticas han sido proverbiales en el Ministerio que dirige todavía en funciones la calcinada podemita Irene Montero. Entre otros encubrimientos, fue el PP quien se percató que, en el caso de los filicidios (asesinatos de hijos por sus progenitores), sólo se registraban los perpetrados por los padres. En su documento oficial los populares aseguraban que en 2021 hubo "15 casos de filicidio en los que fallecieron 17 menores", aunque "no están registrados como tales por la ausencia de una estadística que recoja este tipo de violencia de forma global". Esto es, sólo se recogían los ejecutados por los padres, no por las madres para no perjudicar al "feminismo".

Desde luego, uno de los casos más singulares y desvergonzados de manipulación de datos ha sido la aplicada a las encuestas de CIS desde que se hizo cargo de su dirección el socialista José Félix Tezanos, un antiguo guerrista devenido sanchista cuyos escrúpulos son tan inexistentes que incluso se permitió hacer una encuesta cuando ya no podían publicarse los datos en las pasadas elecciones. No hay que ser un sabio para deducir en qué mesa de la Moncloa acabaron sus conclusiones. En su caso, a la vergüenza de acertar menos, elecciones tras elecciones, que una escopeta de feria, se sumaba la de ocultar deliberadamente a los ciudadanos muestreos sociológicos pagados con su dinero.

La tortura estadística es un método muy efectivo para la degradación institucional, la perversión de la democracia, el menoscabo de la visión fiable de la realidad nacional y la apoteosis de la propaganda. Que una comisionada de la Unión Europea haya tenido que decir que le ha sido imposible averiguar qué ha pasado con la gestión de los fondos destinados a España, es escandaloso. Monika Hohlmeier denunció en mayo que aún seguía sin saber "al 100%" dónde están yendo los fondos europeos en nuestro país ni los principales beneficiarios de los mismos. Esto ya es algo más que una tortura estadística: es una arma de destrucción del prestigio y el derecho en toda una nación.

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