En la izquierda es muy habitual defenderse de las acusaciones de que odian a los judíos por el hecho de serlo con el argumento de que "yo no soy antisemita, soy antisionista". Y se quedan tan anchos. Pero esta contestación no es el argumento genial que creen que es, porque ser antisionista no es más que una forma especialmente virulenta de antisemitismo.
Para entender qué es realmente el antisionismo primero hay que saber qué es el sionismo, esa palabra que han conseguido hacer pasar como poco menos que sucia. Originalmente, el sionismo fue un movimiento nacionalista nacido a finales del siglo XIX que proponía la creación de un Estado para el pueblo judío como solución al odio y la persecución sufrida en distintas épocas y países por esta minoría a lo largo de su historia. Liderado por el austrohúngaro Theodor Herzl, cuya conversión se produjo tras ser testigo de primera mano del antisemitismo reinante incluso en la civilizada Francia durante el caso Dreyfus, esta ideología pensaba que el odio al judío era debido a su condición de apátrida desde que con la Diáspora dejaron de tener un hogar nacional.
Hoy día, con la perspectiva de cómo se sigue odiando a los judíos setenta y cinco años después de tener un Estado, el sionismo original puede parecer ingenuo, pero en aquel momento, que no olvidemos que fue la época dorada para las ideologías nacionalistas, parecía tener todo el sentido. Aunque hubo propuestas para crear ese estado judío en muchos otros lugares, de Argentina a Madagascar, finalmente el peso de la historia provocó que los sionistas empezaran a comprar tierras en la Judea de la que sus ancestros habían sido expulsados por los romanos, hasta que finalmente, y después de los horrores del Holocausto, Israel fue una realidad.
De acuerdo a su definición original, el sionismo murió en ese mismo instante. Pero como desde el mismo día de su creación el derecho de Israel a existir entre las demás naciones ha sido puesto en cuestión, en primer lugar por sus vecinos árabes, su significado transmutó de forma natural a lo que es hoy: la defensa del derecho a existir, y por tanto defenderse de sus agresores, del recién nacido estado judío.
El antisionismo es, por tanto, la negación a Israel y sólo a Israel del derecho a existir. ¿Y qué tiene de peculiar Israel para hacerlo destacar entre las demás naciones a las que el antisionista sí le concede graciosamente el derecho a existir? Que es el único estado judío. El antisionismo es, por tanto, antisemitismo y nunca ha sido otra cosa. En ocasiones, para escapar de esta lógica avasalladora, los antisionistas alegan otras causas, como que "Israel es un estado inventado", como si fuera el único, especialmente en una zona del mundo donde la práctica totalidad de los países son un invento fruto de la descolonización posterior a la Segunda Guerra Mundial, exactamente igual que Israel. O que no tiene derecho a existir por lo dicen que le hace a los palestinos, pero nunca ponen en duda el derecho a existir de Rusia, Azerbayán, Birmania, Sudán del Sur, Irak o Siria por lo que le están haciendo o le han hecho recientemente a ucranianos, armenios, rohinyás, cristianos y yazidíes, por poner unos pocos ejemplos actuales. O, ya puestos, a la propia Jordania, que en un mes, el famoso Septiembre Negro, mató a varios miles de palestinos sin despeinarse. O que existen judíos antisionistas, y te ponen imágenes de cuatro gatos con tirabuzones que consideran que Israel no tiene derecho a existir por no ser un Estado teocrático. Como si precisamente nosotros, los españoles, no tuviéramos experiencia más que sobrada con españoles que odian España.
Pero es aún peor. Porque se puede ser racista sin llegar al extremo de desear la muerte a alguien por pertenecer a la raza o la minoría objeto de odio. Del mismo modo, se puede ser antisemita sin desear por ello un genocidio de los judíos. Pero eso es exactamente lo que pretenden los antisionistas. Porque de cumplirse sus deseos, Israel no existiría ni podría defender a sus habitantes, de modo que darían rienda suelta a los deseos de los amables vecinos árabes que siempre han declarado su deseo de limpiar el territorio israelí de judíos "desde el río hasta el mar", en referencia al Jordán y el Mediterráneo, respectivamente. Un grito que escuchamos en la concentración antisionista del lunes en la puerta del Sol, a la que acudieron cargos electos de la extrema izquierda en el Gobierno. El triunfo del antisionismo supondría inevitablemente un segundo Holocausto.
¿Que dices no ser antisemita, sino antisionista? Pues háztelo mirar, porque es mucho, muchísimo peor.