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Pedro de Tena

La España democrática necesita un (o una) Hércules

Si Sánchez logra hacer su gobierno, con sus contradicciones y sus bajas, será la ocasión propicia para que se consolide la España unida.

Si Sánchez logra hacer su gobierno, con sus contradicciones y sus bajas, será la ocasión propicia para que se consolide la España unida.
Cabecera de la manifestación del 8 de octubre en Barcelona. | C.Jordá

A lo que va quedando de España, si quiere reconstituirse y reconstitucionalizarse, le conviene que Pedro Sánchez logre formar gobierno. Sé que mi posición es discutible y será discutida. El futuro gobierno de Pedro Sánchez, de consumarse, será una especie de hidra de muchas más de siete cabezas —sólo Sumar reúne a 20 testitas nacionales y autonómicas, Podemos y Más Madrid entre ellas—, cuyas figuras principales, además de las ya citadas, serán Bildu, Esquerra, Junts, PNV, BNG y, cómo no, un PSOE asatrapado convertido en mero aparato tiránico. Ese será el aspecto del monstruo político que tratará ocultar su propósito de acabar con la Transición, la Constitución y con la España unida, libre y solidaria.

Teniendo en cuenta que, entre todos ellos, sólo logran reunir a 178 diputados, que el PP tiene mayoría absoluta en el Senado, que las derechas gobiernan en la mayoría de las Comunidades y Ciudades Autónomas (13 de 19) y que ha triplicado su poder municipal obteniendo la alcaldía de 32 capitales, es evidente que, de lograr formar gobierno, Sánchez tendrá que enfrentarse a un calvario continuo de acuerdos con su jaula de grillos y a una oposición institucional contundente que, cuando menos, restará eficacia e inmediatez a sus propósitos.

No me cabe duda de que la situación degenerará como el banderillero de Belmonte y desgastará de manera decisiva la imagen de Sánchez, que sólo podrá mantener sus compromisos reales y secretos si toda su hidra politentacular se mantiene apiñada continuamente, algo poco probable. Cierto es que pueden intentar dar pasos que no tengan marcha atrás desde sus poderes institucionales —sobre todo, el gobierno y la cúpula judicial—, pero lo es también que todo lo que haga podrá ser revertido en el futuro por un gobierno nacional decidido.

Sin embargo, es casi imposible que el resto de España, esto es, lo que no son las castas separatistas y social-comunistas de Cataluña y País Vasco, no advierta de manera contundente la desigualación y la discriminación crecientes que van a tener lugar. Será igualmente imposible que en España y en Europa los intelectuales, académicos varios, periodistas, asociaciones civiles, profesionales e incluso sindicales, además de los políticos demócratas entre otros muchos sujetos visibles, no pongan el dedo en las llagas que se van a ir abriendo en el cuerpo de la hidra. Ya se ha visto cómo se le está infectando la herida en su política exterior con casi medio gobierno apoyando sin vergüenza los asesinatos de Hamás.

Imaginen lo que ocurrirá cuando los extremeños se enteren de que su AVE seguirá en el nido porque el dinero ha volado hasta las redes de Junts, Esquerra y el PSC; cuando Andalucía, Murcia y Valencia sean conscientes de que el agua y los otros recursos básicos que necesitan se van a evaporar en las provincias vascas o cuando Madrid, la Comunidad más solidaria de España, vea que sus esfuerzos fiscales, no sólo no van a las regiones más desfavorecidas, sino que van a ser administrados por las castas separatistas.

Lo natural y lo esperable es que todo ello conduzca, si los constitucionalistas y demócratas hacemos lo que debemos, a la crisis general de la hidra y de casi todas sus cabezas. Lo único que puede aplazar este proceso es la convocatoria de unas nuevas elecciones en las que Pedro Sánchez pueda presentarse, mintiendo de nuevo, como héroe nacional resistente a los propósitos de los separatistas, comunistas y blanqueados del terrorismo.

El momento histórico puede ser decisivo si el resto mayoritario y sufriente de España cuenta con un Hércules democrático que acabe con la hidra sanchista. Pero hay un problema. Así como las izquierdas tienen una idea del horizonte al que quieren dirigirse, con etapas y fases, (el ahora socio "honorable" de Sánchez, el exetarra Otegui, lo dijo alto y claro, debe haber una España rota para que haya una España roja) y el método a utilizar para conseguirlo, los demócratas españoles no logramos explicar qué España y qué mundo futuros deseamos ni cuáles son los métodos que hay que utilizar para alcanzar el objetivo.

Los viejos marxistas europeos leían un manual, el "Politzer"[i], cuyos rescoldos siguen utilizando como metodología de acción política. Citaré dos de sus elementos: uno, calibrar los intereses reales de los enemigos y acentuar sus contradicciones internas y dos, hacer que la cantidad de conciencias y palancas de poder adeptas mediante la propaganda sistemática y la siembra de activos en puestos claves produzcan cambios cualitativos sucesivos que acerquen el horizonte último del dominio total. Fíjense cómo para ello son capaces de unirse en el cuerpo monstruoso de una hidra de decenas de cabezas, copar el poder judicial o aumentar su presencia cuantitativa en los medios de comunicación y redes sociales.

En la España que quiere un panorama de democracia liberal, dentro de ella y en el resto del mundo como única forma digna de vivir, no se ve esa capacidad inteligente de unión ni una metodología de actuación que contrarreste eficazmente el propósito de una España anticonstitucional y rota que de paso a la España roja, esto es, dictatorial.

Si Sánchez logra hacer su gobierno, con sus contradicciones y sus bajas, será la ocasión propicia para que nuestro (o nuestra) Hércules consolide las metas y los métodos que conduzcan a la España unida, libre y democrática que no tenga marcha atrás. Nunca más.


[i] Politzer Georges, Principios elementales de filosofía

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