
En apariencia, todo el mundo, de la Unión Europea al último mono, ha apoyado sin rodeos a Israel después del ataque de Hamás. Todo el mundo, menos los que todo el mundo conoce y que aquí bien conocemos porque forman parte del Gobierno. Pero esta bella estampa de apoyo sin fisuras no responde a la realidad tanto como parece. No porque haya fisuras que permanecen ocultas o reticencias que se mantienen en privado. Las reticencias están negro sobre blanco en todas y cada una de las declaraciones de apoyo que se han emitido. Todas, sin excepción, incluyen una coletilla. Siempre que dicen reconocer el derecho de Israel a defenderse, añaden un pero. Un "pero" en forma de petición que es advertencia: Israel debe respetar el derecho internacional humanitario.
Es llamativo que la petición o advertencia no haya levantado una ceja. Es como si fuera fórmula acostumbrada que hay que reclamar a un país atacado, cuyo derecho a defenderse se reconoce, que respete las reglas del derecho humanitario. Pero de fórmula habitual, nada. Tenemos un caso reciente. Las declaraciones de la Unión Europea de apoyo a Ucrania tras el ataque de Rusia no dicen en ningún momento a Ucrania: "oigan, estamos con ustedes, les apoyamos y apoyaremos, pero en la guerra que van a librar respeten el derecho y la proporcionalidad". Esto se lo ha reclamado la UE a Rusia, al agresor, pero no al agredido, Ucrania. Algo, por lo demás, que tiene lógica. Pero esa lógica no se aplica cuando el agredido es Israel. La coletilla que añaden desde la UE hasta el último mono sólo significa una cosa: desconfianza. Pues díganlo, buenos hombres y buenas mujeres. Digan a las claras que desconfían de Israel. Que no llegan al extremo de la extrema izquierda, pero creen, igual, que va a hacer barbaridades.
España, la democracia española, tuvo que soportar la desconfianza de muchos por su manejo de la lucha contra el terrorismo de ETA. ¿Cuántas veces se puso en duda el respeto de España por los derechos de los terroristas, a los que algunos no consideraban como tales? Incontables. Y ahora, cuando ya sólo tenemos que lidiar con las dudas sobre nuestra Justicia y nuestro sistema político que extienden los separatistas por el mundo adelante, nos permitimos desconfiar de Israel y darle lecciones. Sí, es incomparable, pero hay actitudes que sí pueden compararse.
Dar lecciones a Israel sobre las normas que debe respetar cuando se defiende de un terrorismo que conoce casi mejor que nadie debe salir gratis, porque lo hace hasta el último mono. Hasta el último de los que manifiestan su apoyo, viene después con la lección: "oigan, respeten el derecho internacional", "oigan, respondan con proporcionalidad". Naturalmente, a los terroristas no les piden nada de esto, porque todo el mundo sabe que es inútil y que hacen las salvajadas que quieren. Y alguno dirá, que precisamente porque Israel no es como los terroristas, se espera que responda con mesura, cuidado y contención. Pero no es verdad que se espere: porque se le reclama. Cuando uno espera que alguien se comporte como es debido, no se lo pide. Y lo criticará o denunciará después, si traspasa los límites. Claro que esta pedagogía preventiva, estas advertencias y lecciones a Israel, sirven sobre todo para consumo propio. Para exhibir virtud y quedar bien a cuenta de un conflicto que nos queda lejos, y en su complejidad, nos sobrepasa. Es para mirarse al espejo y aplaudirse.
