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Pedro de Tena

No dejar a ningún español atrás

No dejar a ningún español atrás, ni debajo, ni abandonado en su propia nación. Esa es la tarea de un gobierno democrático digno de ese nombre. ¿O no?

No dejar a ningún español atrás, ni debajo, ni abandonado en su propia nación. Esa es la tarea de un gobierno democrático digno de ese nombre. ¿O no?
Europa Press

Ni atrás de la ley, ni atrás de los deberes y derechos, ni atrás de la Justicia, ni atrás de la igualdad ni de las oportunidades, ni de la defensa en su territorio, ni de la salud, ni de la inteligencia, o de la educación, ni atrás de nada. No dejar a nadie tirado. Ese era el lema de unos hombres y mujeres que han conmovido mi ánimo, ya endurecido por los años y por los desengaños. De hecho, he sentido envidia, no la pecaminosa que se entristece por el bien ajeno y quiere arrebatárselo como sea, sino la que procede del deseo de ser y hacer como otros a los que admiramos. Sana envidia, vamos.

Viene esto a cuento porque he vuelto a ver la película Rescate en el Mar Rojo (2019). ¿Qué por qué? Porque habiendo peregrinado a Tierra Santa el pasado mes de septiembre, días antes del atentado miserable de Hamás contra civiles israelitas que ha desencadenado la tragedia actual, coincidí en el lugar del río Jordán destinado para bautismos ordenados con creyentes de todas partes. Algunos de ellos eran etíopes que iluminaban las oliváceas aguas con sus túnicas blancas y sus cantos y danzas corales.

Fue después cuando me acordé de la película de Gideon Raff, que puede verse en Netflix y que recomiendo vivamente, no tanto por su calidad cinematográfica, que no sabría valorar aunque no te deja de impresionar ni un instante, sino por su mensaje político. ¿Cuál es este? Pues bien sencillo: ninguna nación seria deja atrás a nadie ni fuera de la igualdad ante la Ley, ninguna nación digna consiente que parte de su población tenga en peligro sus deberes y derechos, ninguna nación respetable permite la discriminación sufriente de sus ciudadanos vivan donde vivan.

La película, en la que participan Ben Kingsley, Greg Kinnea, Haley Bennet, Chris Evans, Michael J. Williams y otros actores, describe la historia de la Operación Moisés. "El Estado de Israel estará abierto para la inmigración de judíos de todos los países de su dispersión", fue su compromiso suscrito el 14 de mayo de 1948. Esto es, Israel, nuevo estado constituido de acuerdo con la ONU, se comprometía a facilitar la Aliá, "el ascenso" (inmigración) de cualquier judío del mundo a la Tierra de Israel.

La Operación Moisés consistió, según el propio Estado israelita, en el asombroso y arriesgado rescate de 8.000 judíos (y cristianos) etíopes, considerados miembros de la tribu perdida de Dan o descendientes de la unión de Salomón y la reina de Saba. "El sueño de regresar a Israel de la comunidad etíope los acompañó durante generaciones. El comienzo de la realización de este sueño se vio en el año 1975 cuando el Rabinato Central reconoció a los miembros de la comunidad etíopes… Durante 1984 se llevó a cabo la Operación Moisés. La misma fue secreta dada la prohibición de salida que tenían los judíos", relata el propio gobierno.

Para conseguirlo, un grupo de agentes israelíes, con ayuda de Estados Unidos, se hicieron pasar por hoteleros a las orillas del Mar Rojo. Desde allí en camiones nocturnos, llegaban a los campos de refugiados en Sudán y trasladaban a sus parientes etíopes en lanchas lanzaderas que liberaban su preciada carga en buques en alta mar y la llevaban a Israel.

En menos de dos meses, casi 8.000 personas llegaron a su tierra prometida. Luego se volvió a repetir la hazaña, en la Operación Salomón en 1991 y luego algunas más hasta conseguir que el 80 por ciento de los 100.000 judíos etíopes sean hoy ciudadanos residentes en Israel. Bastantes murieron en el intento por diversas causas, pero no la inmensa mayoría. No dejar a nadie atrás. Ese fue y sigue siendo el espíritu judío ante el sufrimiento de parte, grande o pequeña, de su comunidad.

Lo que son las cosas. Este pasado mes de agosto fueron rescatados del acoso de la guerrilla antigubernamental Fano, 18 turistas, en su mayoría catalanes, y su guía, que estaban atrapados en un hotel de Etiopía. La liberación, de película, incluyó helicópteros y escolta a la base militar y finalmente a la capital Adis Abeba para salir hacia España. ¿Que qué ejército los salvó? El de Etiopía.

¿Comprenden ahora la sana envidia que sentí al ver la película que narra la Operación Moisés? Ya me gustaría que el gobierno de España blandiera esa divisa, no ya en otros lugares del mundo, que también, sino, al menos, en todo nuestro territorio nacional. Por ejemplo, con las víctimas del terrorismo etarra, con los constitucionalistas preteridos del País Vasco y Cataluña, con los ciudadanos de Ceuta y Melilla, con los que necesitan agua en Murcia, Andalucía, Extremadura y otras zonas y, por dejarlo aquí, con ese "resto de España" que será desigualado presupuestaria y políticamente a la fuerza si prosperan las alianzas de Pedro Sánchez con separatistas y social-comunistas cómplices.

No dejar a ningún español atrás, ni debajo, ni abandonado en su propia nación. Esa es la tarea de un gobierno democrático digno de ese nombre. ¿O no?

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