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Pedro de Tena

El coro de los grillos y la España arrugada

España, la antes limpia camisa de nuestra esperanza, se está arrugando ante un bufón de aldea, un presidiario fugado, un mutilador de la lengua común.

España, la antes limpia camisa de nuestra esperanza, se está arrugando ante un bufón de aldea, un presidiario fugado, un mutilador de la lengua común.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante la inauguración de la Casa de la Arquitectura | Europa Press

Además de arruinar los huertos de tomates, los grillos tienen dos misiones en su vida: amenizar los ocairíes de la luna con sus cricríes y, cuando se enjaulan en la ONU u otros pozos burocráticos y fantasmales, dedicar sus esfuerzos a la declaración de Días Internacionales para celebración de cosas tan dispares como la solidaridad o el escepticismo, la sangría o la camisa arrugada. No, no son ejemplos al azar, sino los que se celebran precisamente hoy, 20 de diciembre. Multipliquen. A razón de cuatro al día, debe haber alrededor de 1.500 Días dedicados por los organismos competentes para estas conmemoraciones.

Pase lo de la sangría española si se refiere al tinto amenizado por circunstancias varias, porque suponemos que lo políticamente correcto no será festejar derramamiento de sangre alguno. Pase lo del escepticismo, sabia actitud vital cuando las pruebas cruciales no certifican la veracidad de creencias, ideas e incluso "narrativas". Pase también lo de la solidaridad, si es que nos referimos a la de verdad, siempre de ida y vuelta que exige que lo se recibe de otros se devuelva de una u otra forma. La falsa es subsidio, soborno, paguita, beneficencia estatalista, ñoquerías partidistas.

Pero no se me ocurre cómo tragarme el Día de la Camisa Arrugada. Este festejo tiene su porqué. Se trata de que la humanidad no planche porque, según el mucherío verdilelo y ecoloargentino que lo parió en 2019, lo de planchar gasta demasiada energía eléctrica, así que "la arruga es bella", treta estética original de Adolfo Domínguez hace un siglo. Según estos pamperos arcoiris, dejar de planchar una camisa equivale a la siembra de siete árboles. No quiero multiplicar porque el planeta se quedaría chico para tanto bosque. A lo mejor quieren volver a planchar con piedras, como hace milenios, y preferentemente frías. A ver si convencen a los derviches para los que es sagrado alisar sus faldas para bailar con Dios.

Pero de lo de la camisa y la arruga, se deduce, con naturalidad, que hay gente que quiere que esa camisa limpia de nuestra esperanza y de nuestra palabra viva que cantó el vasco Blas de Otero a la "decisiva patria", que era España y no otra, se desespere del todo y que se arrugue ante los enemigos, estos sí agraces y estériles desde hace tanto tiempo, dentro y fuera de su tela. Pero, ¿es cierto que nos estamos arrugando con todos lo que han, hemos, muerto, con lo que hemos sufrido, con lo que hemos pasado, con lo que hemos tolerado?

Pues lamento decir que sí, que España, aquella de la camisa blanca desde la que Víctor Manuel, cuando recién victorioso el PSOE de 1982, decía buscar "cielos más estrellados/donde entendernos sin destrozarnos/donde sentarnos y conversar", se está arrugando. Comenzó con el sectarismo enfermizo del puño de la rosa –socialismo es superioridad porque sí—, siguió la turbiedad de la rendición moral del psicosociatismo de la ceja y desde luego, muchísimo antes de la mentira total, el cinismo y el muro antipatriótico de nuestro gobierno Frankespain. No se me olvide como vértebra del arrugamiento la banalidad del centrismo de la nada de un Rajoy que pudo planchar y no quiso.

¿Saben en que se nota que la España de la camisa limpia y blanca se está arrugando? Pues que volvemos a sentir que la pena negra nos atenaza y que los que dejaron plomo en nuestras alas tras la libertad de la Transición, están volando como palomas sucias mientras nuestras víctimas se pudren con su tumba en la nuca. Y no sólo se arruga sino que se enloda cuando hay canallas que comparan a quienes asesinaron a casi 1.000 españoles y ahora van de demócratas, henos de Pravia (ah, Muñoz Seca), con quienes sólo defienden –me refiero, sí, a Vox—, sin 9 mm y sin mataborrokar a nadie, sus ideas de España. ¿O no se acuerda nadie que ETA, léase Bildu, ahora encalada por Pedro Sánchez, nos dejó el hambre de justicia y nos roba ahora el pan de las urnas?

España, la antes limpia camisa de nuestra esperanza, se está arrugando ante un bufón de aldea, un presidiario fugado, un mutilador de la lengua común, un golpista genético, que ahora quiere secar al sol como una piel estéril a todo el poder judicial de la primera nación-Estado europea poniendo el desasosiego en nuestras entrañas. Como en el golpe de 1934, como en el fraudulento de 1936, tras otra amnistía a la carta, cuando los jueces "de hecho" —afiliados y militantes de los partidos golpistas con el mayor exponente– querían condenar a los jueces "de derecho" que les aplicaron la Ley vigente.

Claro que nos estamos arrugando. Hemos visto cómo se mentía sobre la pandemia, cómo se regalaba el Sáhara o se invadía Ceuta, cómo se linchaba a guardas civiles en Alsasua, cómo se espiaban los móviles de un gobierno, cómo salían violadores a la calle mientras se reglaban palabras que acababan en nada, como se ha blasfemado en hebreo contra 1.200 asesinados, cómo se miente a todas horas sobre todo, cómo hieren los precios, los salarios, las pensiones y las hipotecas, cómo se está deteriorando la vida en común por la sociopatía de un tirano piernas largas y moral corta, cómo….

Sí, esta camisa limpia de nuestra esperanza necesita un planchado urgente porque, señoras y señores, arrugarse ante este destino inmerecido no es bello ni es digno ni es fatal.

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