El reciente asesinato de tres guardias civiles a manos de los narcos en Barbate ha dejado al ministro Marlaska al desnudo. Son varias las asociaciones de guardias civiles que han solicitado su dimisión.
Razones tienen. Su responsabilidad era garantizar los medios materiales y humanos necesarios para que la Guardia Civil pudiera continuar con sus éxitos operativos en la lucha con el tráfico de drogas en el Estrecho. Pero Marlaska –el mismo que se gastó 58.000 euros en un día para iluminar de morado feminista las sedes policiales— pensó que era demasiado caro.
La razón que el Ministerio del Interior ha aducido para el desmantelamiento del Organismo de Coordinación del Narcotráfico es el alto coste. Es aquí cuando uno podría preguntarse por el récord de gasto en asesores y altos cargos, por el presupuesto en propaganda institucional más alto en 46 años de democracia o por esa tupida red clientelar de organizaciones afines dedicadas al activismo progubernamental. Pero tal vez es más sangrante que este Gobierno, mientras recorta los medios para la lucha contra el narco, se haya convertido en uno de los grandes defensores y financiadores de los narcoestados.
No sabemos cuánto costaron los fastos organizados por el Gobierno para agasajar a Gustavo Petro, condecorado con la Orden de Isabel la Católica tras cargar contra el "jugo español"; pero sí empezamos a ser plenamente conscientes de que aquel a quien España homenajeó con toda la pompa posible no ha tardado en confirmar los pronósticos y defender en Naciones Unidas la despenalización del cultivo de coca y marihuana.
Existen voces que denuncian el proyecto de Petro para convertir Colombia en un narcoestado como ya lo son Venezuela, Bolivia o Cuba, países que llevan décadas integrando y protegiendo las redes de narcotráfico al tiempo que son premiados con gigantescas ayudas a cargo del contribuyente español. El Cartel de la Habana, un documental elaborado por Center for a Free Cuba, recoge de forma muy reveladora el papel que las actividades de narcotráfico tuvieron desde los inicios de la revolución cubana y subraya la nueva dimensión que el negocio de la droga adquiriría tras la llegada de Hugo Chávez al poder.
Con Maduro, Venezuela ha protagonizado una revolución de la cocaína y en poco tiempo ha pasado de ser un país de tránsito de coca a productor, y de productor a posicionarse como el cuarto país del mundo en producción de cocaína.
Marlaska sostiene que es demasiado caro financiar a la Guardia Civil en la lucha contra el narco, pero no debe serlo financiar a las narcodictaduras como estamos haciendo a través de la cooperación y la deuda pública. Desde la llegada al Gobierno del presidente Sánchez, la deuda que España ostenta en Venezuela ha crecido en casi un 200%. Y el Gobierno de España se ha convertido en uno de los grandes valedores del convenio de cooperación con la Cuba que acapara cerca de 2.000 millones de euros de deuda con España, el principal deudor hispanoamericano.