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Carlos Higueras Carrasco

Barricadas contra Ayuso

Estremece ver cómo la izquierda usa a las personas con un burdo uso propagandístico, manipulando las conciencias y sin ningún tipo de pudor.

Estremece ver cómo la izquierda usa a las personas con un burdo uso propagandístico, manipulando las conciencias y sin ningún tipo de pudor.
Isabel Díaz Ayuso. | Europa Press

Por si alguien albergaba algún tipo de duda, con la "manifestación" del pasado miércoles en la sede del Partido Popular la izquierda ha vuelto al lodazal, si es que algún día hemos escapado de él. La campaña de acoso y derribo, que diría Anson, hacia Isabel Díaz Ayuso escenifica muy bien en qué trabaja nuestro Gobierno social-comunista y, con él, todas las terminales mediáticas que lo cobijan, protegen y hasta verbalizan lo que impone Moncloa cual sublimes amanuenses propios de la Edad Media.

Estremece ver cómo la izquierda usa a las personas con un burdo uso propagandístico, manipulando las conciencias y sin ningún tipo de pudor. Es, en esencia, lo que vivimos desde aquel 11 de marzo de 2024, cuyo vigésimo aniversario se ha cumplido recientemente: la demagogia como herramienta política elemental, la explotación del dolor ajeno en do mayor y la hipocresía como vector fundamental para trasladar embustes y, en el mejor de los casos, medias verdades. Aún resuenan las palabras del extinto Rubalcaba en pleno shock por un atentado que, y esto es indiscutible veinte años después, cambió España de cabo a rabo. Y, quizá, de manera irreversible.

La presidenta de la Comunidad de Madrid ha denunciado el ataque de varios periodistas, que siempre resultan ser los mismos, en el bloque en el que se halla su domicilio. Varios vecinos tuvieron que llamar a la Policía y hasta el director de la cosa ha reconocido que, en efecto, sus esbirros actuaron como en la mafia. No es de extrañar luego del escrache a Soraya Saénz de Santamaría −que Dios la conserve mucho tiempo en la abogacía, ya que en funciones ejecutivas no se desenvolvió como en sus oposiciones−, el linchamiento callejero a Cristina Cifuentes o la expulsión en la misma calle a Begoña Villacís, reconvertida ahora a tertuliana espantosa de la, ja, televisión de todos.

Está de más recordar lo obvio, y es que todas las causas judiciales que se han abierto contra Ayuso y sus familiares han quedado en papel mojado. Ahora, le ha tocado el turno a su pareja, del que se han filtrado sus conversaciones con la Hacienda Nostra, Fiscalía mediante, y por el que el Colegio de Abogados de Madrid ya ha anunciado una denuncia contra el Ministerio Público, aunque aquí el término engloba todo lo que la PSOE dictamine.

Cuando uno observa que algunos, con tal de que dimita Ayuso, se manifiestan por los "salarios y pensionistas" (sic), irremediablemente se acuerda de Umbral, que sostenía que ser de izquierdas era una manera de ser mientras que ser de derechas consistía en una forma de hacer. La izquierda acude a las barricadas sin ningún tipo de justificación racional, siendo per se malvada y estúpida: es una manera de comportarse como un auténtico miserable. La derecha, mientras, no hace nada, es decir, sigue sin hacerlo. Pero, eso sí, siempre nos quedarán los editoriales plúmbeos de los medios dizque de derechas que compran el marco mental de la izquierda, creyendo que un día podrán ser sus amigos, cuando jamás les tragarán, por mucho que se moderen.

Eso que se ha ahorrado de ver el gran Paco, un comunista como los que ya no hay, nuestro último dandi y, por ende, un señor. Una izquierda que, como él, feneció. Y no volverá.

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