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Oscar Elía Mañú

El peligroso paso en falso iraní

El ataque iraní, pese a lo aparatoso, ha sido limitado en sus efectos militares, voluntaria o involuntariamente, y eso es la primera cuestión.

El ataque iraní, pese a lo aparatoso, ha sido limitado en sus efectos militares, voluntaria o involuntariamente, y eso es la primera cuestión.
Miembros del legislativo iraní con el puño en alto tras el ataque a Israel con drones y misiles balísticos | Europa Press

Pese a ser retransmitido casi en directo, de lo ocurrido en la noche del sábado 13 sabemos aún poco. El ataque iraní, pese a lo aparatoso, ha sido limitado en sus efectos militares, voluntaria o involuntariamente, y eso es la primera cuestión. Todo parece indicar que el objetivo fundamental era Nevatim —símbolo del poder aéreo israelí en la región—, y posiciones en el Galán, más que las grandes ciudades israelíes; y quizá —sólo quizá— testar la capacidad de defensa aérea israelí para el futuro. Y por supuesto responder al ataque israelí al consulado de Damasco desde el que se planificaban los envíos de armas y las operaciones en Gaza y Líbano del pasado mes. Pero un ataque con drones anunciado y a larga distancia es, de entrada, poco eficaz: gran parte de los ingenios ni siquiera llegaron a espacio aéreo israelí. Que la única víctima haya sido una niña beduina muestra el alcance militarmente tragicómico de la operación.

Por eso, tras el ataque, el resultado para los iraníes es más que engañoso. En un primer vistazo han tomado cierta iniciativa rompiendo la barrera del ataque directo; han atacado abiertamente territorio israelí, con la calle árabe celebrando el atrevimiento; y han respondido espectacularmente al ataque de las IDF en Damasco. El resultado, esperable, ha sido la histeria nocturna occidental: durante unas horas los israelíes, los europeos y los norteamericanos contuvieron el aliento ante los sucesos.

Con la luz del día las cosas tienden a calmarse. Los resultados militares son irrelevantes: los israelíes desbarataron el ataque y los daños son ridículos. La represalia iraní a duras penas ha tenido un impacto militar, eso en el caso de que Teherán lo esperase. Sólo el coste económico de la operación de defensa es relevante; no es poco, pero no es novedoso, porque la debilidad israelí está en los recursos militares. Pero más allá de la cuestión de los recursos, la fuerza aérea israelí seguirá dominando los cielos de la región.

Ciertamente en términos generales, Irán esta perdiendo la guerra en Gaza y Líbano y esto le ayuda a recuperar protagonismo. Los iraníes dan un paso adelante con un acto de guerra directo, en respuesta, eso sí, a lo que Teherán considera otro acto de guerra: el mencionado ataque al consulado de Damasco. Pero el órdago se acompaña de un repentino ataque de prudencia. Aún no habían llegado los primeros cohetes y Teherán anunciaba oficialmente que pararía ahí. Irán parece temer la escalada, y las tradicionales bravatas belicistas de los ayatolás han dado paso en minutos a un ejercicio de realpolitik: no sabemos si premeditado, fruto de la lucha de poder entre el régimen y la Guardia Revolucionaria Islámica o ambas cosas a la vez. En todo caso el mensaje es contradictorio.

Pero sería un error minusvalorar la importancia del ataque. Aún no conocemos los detalles cualitativos: qué parte del arsenal iraní ha sido utilizado y de qué manera. Pero en todo caso, la magnitud, al menos cuantitativa, con cientos de ingenios sobrevolando tres países soberanos (Siria y Jordania además de Israel), tiene efectos diplomáticos más que relevantes. La violación de espacios aéreos de otros países árabes; el desafío a los países musulmanes, desde Jordania a Marruecos cada vez menos hostiles a Israel; y sobre todo el haber utilizado su propio territorio y las propias bases para lanzar el ataque. Y sobre todo, la magnitud hace que norteamericanos, británicos y franceses cierren filas con Israel: habrá que saber su participación concreta en las operaciones de esta noche. De entrada Biden ya no debiera mantener la política de dar a Israel palmadas en el hombro izquierdo maniatando a la vez el brazo derecho.

En fin: los iraníes se han situado en la peor posición; responsables de una escalada que nadie desea sin frutos reseñables, ni estratégica ni diplomáticamente, arriesgándose a sufrir ataques —éstos sí, efectivos de Israel o Estados Unidos— y enfrentados aún más a los gobiernos de los países musulmanes del entorno. No sabemos si el ataque es fruto de la necesidad propagandística de mostrar fortaleza ante el ataque de Damasco sin demasiadas pretensiones, con escaso cálculo y con demasiados peligros; o si hay que buscar la decisión en los equilibrios del régimen que lleva a tomar decisiones contradictorias. Pero en todo caso el error es grande, con consecuencias no sólo para el régimen de Teherán (eso sería lo de menos) sino para toda la región. En el fondo, lo ocurrido descarta a Irán como interlocutor para la región: simplemente sus dirigentes no están a la altura. Cuanto más jueguen norteamericanos y europeos a hacer como si esto no fuese evidente, peor para todos.

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