Colabora
Emilio Campmany

La decisión

Hoy, con los norteamericanos "out" y los rusos a punto de estar "in" ya no podemos permitirnos el lujo de tener a los alemanes "down".

Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, con el canciller alemán Olaf Scholz. | LD/Agencias

El empeño de Donald Trump de poner fin por su cuenta a la guerra de Ucrania ha complicado aparentemente las cosas a Europa. Pero la verdad es que las ha simplificado. Antes había que seguir, más o menos a gusto, la errática política de la administración Biden, no siempre coherente, no siempre clara. Ahora, la decisión que hay que tomar es muy sencilla. Si Estados Unidos acuerda una paz con Rusia con la que está de acuerdo Ucrania, a nosotros no nos quedará otra que decir amén. Pero, si como es muy probable, a Ucrania no le gustan las cesiones que en su nombre haga Trump, nosotros deberíamos ofrecer a Kiev toda nuestra ayuda para que siga resistiendo aún sin el respaldo de Washington. Es posible que Zelenski decline nuestra oferta, pero si es lo suficientemente generosa, quizá decida seguir luchando. ¿Es realista esta opción?

No es un problema de medios. Francia y Gran Bretaña tienen suficientes armas nucleares como para disuadir a Rusia de emplear las suyas. Alemania puede transformar su industria hasta manufacturar casi tantas armas como Estados Unidos. Y, con el apoyo del resto del continente, en especial Países Bajos, Bélgica, Dinamarca, España e Italia, tendríamos una capacidad de suministrar armas a Ucrania nada despreciable. Tecnológicamente estamos algo atrasados, pero podemos comprar a los Estados Unidos las armas más avanzadas que nosotros no seamos capaces de fabricar. No es probable que Washington ponga obstáculos si somos nosotros quienes pagamos la factura.

El problema no es de capacidad, sino de voluntad. De boquilla, como en tantas otras cosas, podemos ser muy solidarios con los ucranianos, pero si hay que hacer sacrificios, no ya en vidas humanas, sino tan sólo recortando el Estado del bienestar y suprimiendo ayudas, subvenciones y subsidios que aquí se pagan y con los que se compran votos, nuestros políticos y nosotros mismos, los electores, estaremos poco dispuestos. Lo acaba de demostrar Sánchez, quien, en la tesitura de no poder negarse a elevar el gasto en defensa, quiere que el dinero lo ponga Europa, o sea, Alemania, y emplearlo en comprar el voto de los soldados españoles. Con gente tan poco seria es imposible ir a ningún sitio, mucho menos a una guerra. Los demás son mejores, pero no mucho más. Macron sólo quiere hacerse fotos como el líder europeo que está muy lejos de ser. Starmer propone enviar una fuerza de paz cuando no hay todavía ni atisbos de un alto el fuego. Orbán está a sueldo de Putin. Y Meloni tiene que brear con un electorado igual de pacifista que el nuestro.

Hay otro problema, casi más serio que el de la falta de voluntad. Alemania podría, incluso ella sola, tenérselas tiesas con Rusia. Si quisiera no tardaría ni seis meses en tener la bomba atómica. El problema es el miedo que da. No ya a sus vecinos y al resto de europeos, que también, sino a ellos mismos, los alemanes, que se temen más de lo que nos asustan a los demás. Y, sin embargo, sin ellos, no es posible tener una política de defensa independiente de la de Estados Unidos que pueda hacer frente a Rusia. Recuérdese lo que decía el primer secretario general de la OTAN, lord Hastings Ismay. Según él, la OTAN tenía por objetivo mantener a los norteamericanos "in", a los rusos "out" y a los alemanes "down". Los tres objetivos eran a finales de los cuarenta igual de importantes. Pero hoy, con los norteamericanos "out" y los rusos a punto de estar "in" ya no podemos permitirnos el lujo de tener a los alemanes "down". Y que sea lo que Dios quiera.

Temas

Ver los comentarios Ocultar los comentarios

Portada

Suscríbete a nuestro boletín diario