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Anna Grau

El Gran Purgador

No se puede llamar fascista a todo el mundo que te pregunta cosas que no te gustan. Las contestas, o no las contestas, y ya está. Todo lo demás es purga, pequeña, mediana o grande.

El exlíder de Podemos y exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias presenta su libro 'Enemigos íntimos', donde denuncia la "derechización" de España a través de personajes políticos y mediáticos | EFE

Se conoce como la Gran Purga a la brutal escabechina que entre los años 30 y 50 "limpió" la URSS de enemigos de Stalin. Cayeron civiles, militares, hombres de Lenin, por supuesto cayeron Trotski, Bujarin, Kamenev. No se escatimaron crueldades ni barbaridades para forzar confesiones públicas de culpas inexistentes. Al reo se le torturaba sin piedad, se le amenazaba con hacerle lo mismo a su familia oh, aún mejor: se le persuadía de que declararse culpable era el mayor servicio a la causa de la revolución amenazada.

Fueron décadas así. Décadas en parte de desconocimiento de todo esto en Occidente. Pero cuando se fue sabiendo, no se vayan a creer ustedes que hubo una merma demasiado significativa en el prestigio de lo soviético. Quien se empeñaba en defenderlo, lo defendía. Intelectuales de tanto fuste como Sartre, Malraux o el mismísimo Hemingway (que luego rectificó) cayeron en la trampa no sabemos si de la propaganda (vale todo contra el capitalismo, después contra el nazismo, más tarde ya veremos…), de la estupidez prestigiosa (los estúpidos prosperan increíblemente rápido en según qué ecosistemas culturales) o la pura, dura y fatua vanidad, como apuntaba acertadamente en estas mismas páginas Cristina Losada. Refiriéndose a la habilidad del régimen chino para adular a algunos de nuestros líderes y hacerlos sentirse visionarios e importantes.

No hace falta irse tan lejos para preocuparse por la alegría con que sociedades democráticas metabolizan el totalitarismo. No entiendo cómo se puede ver a la ultraderecha en los pucheros y en cambio no inmutarse ante las reiteradas imágenes de líderes o exlíderes de Podemos compitiendo por quien arroja más lejos el micro de un periodista después de insultarle. Y no me pongan la excusa de si tal o cual periodista es más o menos "provocador". Oiga, si algo sobra en este país son provocadores. Yo personalmente soy más partidaria del periodismo incisivo que del insolente. Pero no se puede llamar fascista a todo el mundo que te pregunta cosas que no te gustan. Las contestas, o no las contestas, y ya está. Todo lo demás es purga, pequeña, mediana o grande.

Pablo Iglesias primero tira el micro de Vito Quiles por hacerle una pregunta pertinente —qué opina de haber sido denunciado él mismo, Iglesias, por acoso laboral…—, a continuación declara su Taberna Garibaldi de Lavapiés zona libre de fascistas (porque los purgan a todos, reales o inventados) y, como broche de oro, lanza un crowdfunding para ampliar el local. Casi 150.000 eurazos del ala les ha pedido a sus seguidores, este señor que fue diputado y vicepresidente, cuya señora fue ministra y ahora es eurodiputada. Consejo al lumpenproletariat: ¿de verdad les vais a dar la pasta que a ellos les sobra y a vosotros os falta? ¿Por qué no les pedís que como mínimo cooperativicen el bar?

Es impresionante lo de Podemos en este país. El 15M algunos ya avisamos que cuidado con idealizar y mitificar aquellas algaradas callejeras, cuyo sustrato teórico viene de lo que comentábamos al arrancar este artículo. Se les animó a dar el salto de las barricadas a los escaños. Lo dieron. Pablo Iglesias tuvo lo que hay que tener y Albert Rivera no tenía para empotrarse a presión en el gobierno de Pedro Sánchez. El experimento acabó como acabó. Para los ciudadanos, su mayor aportación ha sido un retorcimiento suicida y fratricida del feminismo, una política de vivienda que pronto obligará a buscar piso en colonias espaciales en Marte, un blanqueamiento del antisemitismo y un "no a la guerra" que, si en cualquier momento sería una gilipollez, con la que está cayendo en el mundo tiene un peligro monumental.

Se objetará que yo no soy lo bastante de izquierdas para apreciar las bondades de estas perlas políticas. Pero es que yo no conozco a ningún votante de Podemos (no colocado en su estructura) que viva mejor gracias a su paso por el gobierno. La gente está más desesperada, más cabreada, más ávida de tomarse la "revolución" por su mano. Pero de ahí a que le den soluciones va un abismo.

En una sola cosa le doy la razón a Pablo Iglesias. Y es cuando raja de Yolanda Díaz y de su bolchevismo de Nancy de Famosa. A ver, yo creo que Iglesias es un tirano innato, un tirano puro (por eso la política institucional se le queda pequeña, y prefiere purgar con mano de hierro desde la calle o desde "sus" medios de incomunicación), que sabe que lo suyo y la democracia no tienen nada que ver. La diferencia entre podemitas y sumaritas es que estos últimos han intentado hacer lo que ellos creen que es "política en serio", y claro, les ha salido el piolet por el cogote. Un podemita nunca comete el error de gobernar, ni de intentarlo. En cuando toca poder y moqueta, usa las dos cosas como implacable terminal de activismo, propaganda y subvención.

Yolanda Díaz va a palmar porque —y en eso acierta Iglesias—, para una izquierda normal ya existe o debería existir el PSOE. Hace tiempo que algunos venimos diciendo que si esta legislatura tiene un final abrupto no será por Puigdemont ni por la Virgen de Lourdes, sino por Pablo Iglesias, que sólo busca excusa y manera de apretar el botón nuclear que le deje como Gran Purgador único. Como el ideólogo y todólogo de la ultraizquierda del exorcista. Puede que algunas personas no exactamente de izquierdas abran una botella de champán si gracias a él se adelantan las elecciones. Pero a la mañana siguiente nos despertaremos y el dinosaurio seguirá allí. Extinguido… o no. ¿Han visto lo que ha pasado con el lobo terrible?

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