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Pedro de Tena

Pedro Sánchez, muerto pasea por España

Pedro Sánchez ha muerto tantas veces que las siete vidas del gato parecen una mala metáfora para explicar lo que ocurre.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

Un libro de Gabriel García Márquez que recopila artículos y crónicas publicados entre 1950 y 1984 llevó finalmente por título El escándalo del siglo. Dentro de sus entrañas, el conjunto de palabras que proporcionó dicho título fue el dedicado a la desaparición de una mujer, Wilma Montesi, sobre cuya ¿muerte? elucubra el autor durante páginas y páginas. Pero lo más interesante es cómo comienza: Wilma Montesi, muerta pasea por el mundo.

No me digan que no puede ser el escándalo del siglo algo así, que un muerto, al que todos consideran muerto, ande paseando por el mundo mientras se lanzan unos familiares, testigos y policías hipótesis y conjeturas sobre su suicidio, su asesinato o cómo quiera que hubiera acabado su vida el finado.

Otra de las novedades que incluye esa crónica deliberadamente enrevesada y martirizante del autor colombiano es que, de vez en cuando, obliga al lector a no olvidar algunos detalles que considera relevantes para el esclarecimiento de la trama. Por ejemplo, en un momento, tras haber informado de ciertos hechos y pormenores, escribe: "El lector debe recordar: a), b), c) y siguientes". Y de esa forma nuestro Nobel engancha al carro del relato al distraído o al tonto.

Viene esto a cuento porque desde hace ya tiempo, tal vez años, Pedro Sánchez está muerto. Sí, claro, políticamente muerto, a ver si se va a entender otra cosa, por favor. Sin embargo, a pesar de los detalles, de las encuestas, de las crónicas, de los puñales propios y ajenos, de los espasmos de las oposiciones (dos y más) a su continuidad y a tantas otras asechanzas, lo cierto es que Pedro Sánchez, muerto pasea por España, incluso por Europa, Eurovisión incluida y por la Internacional Socialista, esa que al parecer compró. Otro bulo.

Estuvo muerto siempre hasta que se le vio por el Congreso una vez, gracias a que alguien dejó un escaño sin ocupar. Pero luego murió de forma accidentada cuando Susana Díaz, en el pescante del coche del que tiraban sus aparateros y barones, lo tiró por la ventana del congreso socialista creyendo que su muerte era definitiva. Qué ignorancia más grande revela quien da por muerto a alguien volviéndole la espalda. Mal sitio la espalda para ver con claridad.

Desde entonces, me reconocerán que Pedro Sánchez ha muerto tantas veces que las siete vidas del gato parecen una mala metáfora para explicar lo que ocurre. Incluso ha habido periodistas que no ha mucho decían que sabían cosas, cuando menso tres, que significaban sin género de dudas que el resistente debería dimitir. Pues aquí estamos. Y el tipo pasea por España, incluso por Jerusalén.

Que si Pegasus sí, que si Pegasus no (Marruecos, Israel, al que golpea una y otra vez desafiando con un par), que si patatín con su señora esposa cuyo cuello está de fango hasta salva sea la parte; que si las andanzas del artista Azagra por tierras portuguesas y extremeñas liando la del Cristo (no el restaurante, no) en el Parlamento regional, en sus cuentas, en la autoría de su cabalgata de las chirimoyas, con su actuación magistral reconociendo que no sabe dónde trabajaba ni dónde ni qué era lo por lo que cobraba...

Permítanme que haga de plagiador de Gabo. Lectores, si siguen por aquí, deben recordar una a una ese montón de sentencias de muerte política y los hechos en que se fundamentaron para no ceder a la desidia moral que convierte una cascada de hechos en un torbellino de pompas de jabón que explotan delante de la nariz sin que se entienda nada, motivo por el cual se acaba olvidando el qué y el por qué. ¿Saben? A pesar de todas las barbaridades, desde lo de la pandemia al apagón, al final es tal el barullo que ya no sabemos de qué le acusamos y de si está o no muerto.

Muerto, muerto, Peret resucita, parece que no está. Ahora parece que deambula por Gaza, vestido de víctima de otro holocausto tras haberle comprado armas a Netanyahu y golpeando con los votos perdidos de Melody a esos "nazis judíos", oh, qué inversión, que vaya usted a saber si son también otros de los que lo han dado por muerto mientras paseaba por las votaciones.

Lo más divertido, que García Márquez no tuvo que condensar como este modesto copión, es que después del verdadicto de su fiscal general, de las bellaquerías de su magistrado preferido que tiene la toga podrida de probar tanto barro del camino y de todas las profecías de las casas de apuestas y encuestas, Pedro Sánchez, muerto pasea por España. La única que se ha enterado siempre es Isabel Díaz Ayuso.

No sé por qué se me viene a la mollera la faena de Morante de la Puebla en la plaza de toros de Jerez, hace dos días. Es verdad lo de la categoría de las plazas, pero no menos cierto es que cortó dos orejas y rabo y que luego se fue a bailar a un rincón flamenco de esos que abundan en la tierra de Manuel el Torre. Pero su toro vaya que sí, que estaba muerto. Nadie lo vio paseando por Jerez.

A lo mejor lo que ocurre es precisamente eso, que nos hace falta un Morante de la política capaz de ejecutar la bella arte de terminar de una vez la faena antes de que suenen los tres avisos y la fiera sea devuelta a los corrales. A ver lector, debe recordar una a una todas las impiedades del sujeto para no consentir que el día menos pensado veamos a Pedro Sánchez paseando por España. Otra vez.

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