Pedro, el encubridor
Hay tres evidencias claras que demuestran que el presidente no sólo sabía que había irregularidades, sino que conspiró para taparlas.
En esta trepidante semana, nuestro líder supremo y las terminales mediáticas que aún le asisten han defendido a capa y espada la única tesis que le permitiría mantenerse en el poder: él no sabía nada de lo que estaba pasando, sino que es una pobre alma cándida cuya bondad ha sido pisoteada por tres despiadados malhechores.
Lo cierto es que este relato se desmorona ante la existencia de tres hechos objetivos e incontestables que evidencian que no sólo algo sabía, sino que conspiró para encubrirlo.
En primer lugar, la destitución de José Luis Ábalos como ministro de Transportes y secretario de organización del PSOE. Hasta 2021, Ábalos fue su lugarteniente más destacado, teniendo en sus manos tanto toda la estructura del partido como el ministerio con mayor presupuesto. Sin embargo, de la noche a la mañana se le cesa de sus cargos y se queda como diputado raso. ¿Por qué Sánchez toma esta decisión si, como él afirma, hasta 2024 no detecta que hay algo extraño? Es un insulto a nuestra inteligencia pretender que esto tiene la menor credibilidad.
Asimismo, merece la atención detenerse en el hecho de que no se le busca acomodo en una empresa pública o en alguna institución internacional, como se ha hecho con otros cargos que por el motivo que sea han perdido la confianza del presidente: se le mantiene como diputado, porque era importante que siguiera aforado. Así, se dificultaba la labor de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, impidiendo que se pudieran llevar a cabo registros en su domicilio o la confiscación de sus dispositivos electrónicos, haciendo que cualquier actuación policial tuviera que darse después de pasar un suplicatorio en el Congreso y dándole tiempo de sobra para destruir pruebas. No soy tan inocente para pensar que si aun así la UCO las ha obtenido es por la mera incompetencia del exministro, sino que creo que las ha dejado adrede para perjudicar a Sánchez una vez han volado todos sus puentes con el PSOE.
Por tanto, lo que se ha hecho en Extremadura con Miguel Ángel Gallardo y el hermanísimo no sería algo novedoso: el presidente ya tenía experiencia utilizando la figura del aforamiento para dificultar la actuación de la justicia.
En segundo lugar, la evidencia de que el presidente algo sabía es que, una vez se destapa el pastel y salta a la opinión pública la Operación Delorme —la cual engloba las supuestas corruptelas del exministro de Transportes con Aldama, Koldo y las mascarillas—, Santos Cerdán ofrece a Ábalos un acuerdo para conseguir su silencio.
Dicha proposición apareció en una conversación filtrada entre ambos y consistía en lo siguiente: a cambio de un empleo en una consultora y de hacerse cargo de su defensa, Ábalos debía de permanecer callado y renunciar al acta de diputado. Pero esta operación no es algo que Cerdán pudiera orquestar solo, sino que supone movilizar dinero, favores y decisiones que exceden por completo sus competencias sin la aprobación de Sánchez. ¿O acaso puede un secretario de organización gastar decenas de miles de euros del partido en abogados sin dar explicaciones? ¿Puede colocar a un exministro en una consultora externa afín al PSOE sin pasar por el visto bueno del jefe? Aunque Ábalos finalmente lo rechazara, nuevamente insultan a nuestra inteligencia si nos dicen que Cerdán estaba en disposición de ofrecerlo siendo Sánchez ajeno a todo.
Por último, la tercera evidencia que presento ante ustedes es que, inicialmente, Santos Cerdán contrata como abogado al letrado de cabecera del PSOE en sus procesos penales. Hablamos de Gonzalo Martínez-Fresneda, alguien de máxima confianza en el partido y que ya ha defendido a socialistas de renombre como José Blanco o Gaspar Zarrías. Es más, en la actualidad se encarga de la personación del PSOE en la trama de los hidrocarburos como acusación popular y fue él quien solicitó la encarcelación de Víctor de Aldama para evitar que siguiera filtrando escándalos.
Es este el individuo que se persona en el Tribunal Supremo el viernes 13 de junio y dice que se va a encargar de la representación legal del exnúmero tres del PSOE en la comparecencia que estaba inicialmente prevista en dicho tribunal once días más tarde. ¿Nos están diciendo que Pedro Sánchez se siente terriblemente traicionado por Santos Cerdán y, sin embargo, pone a su abogado de máxima confianza a defenderlo? Una vez más, insultan a nuestra inteligencia pretendiendo que la sociedad española pueda creer tal cosa.
No es hasta el lunes, una vez el escándalo se destapa y es publicado por todos los medios de comunicación, cuando dicho abogado renuncia a su defensa y Cerdán se ve abocado a contratar a Benet Salellas, expdiputado de la CUP y defensor de Jordi Cuixart durante el procés, señal de que este señor sabe rodearse de lo mejor de cada casa.
En el pasado, este tipo de conducta hubiera sido aceptada sin el menor recato por la totalidad de los operadores mediáticos del régimen y se la hubieran colado a su electorado sin el menor problema, pero una de las la pérdidas más acusadas que ha sufrido el socialismo con todo esto ha sido la del equipo de opinión sincronizada, los cuales se han comportado como ratas que abandonan el barco mordiendo la madera del casco para obtener una tabla salvavidas.
Las tres evidencias presentadas demuestran que Pedro Sánchez sabía que había algo irregular —no sabemos cuánto, el grado de detalle o hasta qué punto él mismo está implicado—, pero sí podemos afirmar que ha intentado encubrirlo, proteger a los corruptos y evitar que actúe nuestro Estado de Derecho, por lo que no puede seguir en el poder ni un minuto más.
El sanchismo ha tejido un relato infantil para proteger al presidente, ha movido recursos del partido para comprar silencios y ha utilizado la estructura del Estado para dificultar la acción de la justicia. Pueden seguir insultando a nuestra inteligencia, pero ya no engañan a nadie: el rey está desnudo, el mago se ha quedado sin trucos y el encubridor está al descubierto.
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