Algo pasa en Marruecos
Con Mohamed VI Marruecos ha escalado su condición de problema crónico para España. Pero si una revuelta islamista lograse derrocar a la dinastía Alauí, el problema se elevaría al cubo.
Una de las creencias más ingenuas de los europeos contemporáneos es suponer que los movimientos generacionales que ocasionalmente irrumpen en nuestra pequeña parcela del planeta, este minúsculo rincón privilegiado de Eurasia, también estarían presentes entre los habitantes del resto del mundo. De ahí que suelan circular por los medios de comunicación tonterías pueriles como, por ejemplo, sostener que en Nepal, un país anclado en la Edad Media donde el medio de transporte mayoritario entre la población sigue siendo el burro, una imaginaria "generación Z" habría ideado y organizado la revuelta popular contra el Gobierno a través del uso intensivo y universalizado de las redes sociales.
Suprema tontería, esa de pretender que pandillas de chavales imberbes movilizados por foros de internet y cuentas de TikTok pueden tumbar dictaduras de sátrapas tercermundistas habituados a recurrir a los métodos de represión más brutales, que ahora se vuelve a constatar en la lectura dominante en España a propósito de los incidentes de Marruecos. Lo que está pasando al otro lado del Estrecho comienza a ofrecer un aspecto que invita a cualquier cosa salvo a la tranquilidad. Porque ya no se trata de ocasionales algaradas en las calles. Las últimas informaciones apuntan a que habría varios muertos entre los manifestantes tras el intento de asaltar un cuartel con el propósito de hacerse con armas de fuego. Y detrás de esas cosas nunca anda, como se empeñan en creer nuestros adolescentes eternos, ninguna generación Z ni bobadas por el estilo.
Lo que invariablemente se mueve tras las bambalinas de tal clase de alborotos tumultuarios suele remitir a algún servicio secreto, ya sea local o extranjero, o, en el caso de esa región particular, la insurgencia islamista radical. Con Mohamed VI, cuya salud quebrada no constituye ningún secreto a estas alturas, Marruecos ha escalado su condición de problema crónico para España. Pero si una revuelta islamista lograse derrocar a la dinastía Alauí, el problema se elevaría al cubo. Recuérdese a tales efectos que más de un millón de oriundos de Marruecos residen legalmente en nuestro país. Y la cifra no cesa de crecer.
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