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Emilio Campmany

Los usos del PSOE

. La Cámara no puede pagar a otro el salario de un diputado para que luego éste lo ingrese en la cuenta de quien tiene derecho a cobrarlo.

El diputado José Luis Ábalos en el Congreso. | Ricardo Rubio / Europa Press

Uno de los debates de hoy es si el informe de la UCO dice o no que el PSOE se financia irregularmente. Es obvio que ni lo dice ni lo deja de decir porque lo que el informe persigue determinar es otra cosa. Pero, a raíz del examen de las cuentas del PSOE, hemos sabido de una práctica, de la que ya se habló en julio, cuando menos extravagante. Resulta que el Congreso de los Diputados no paga el sueldo a los diputados socialistas, sino que lo ingresa en la cuenta del grupo parlamentario, controlada por el partido. Luego, éste abona el sueldo de sus diputados tras detraerles una "pequeña" suma en concepto de donativo. Responde tal pauta a la inveterada costumbre socialista de exigir a sus altos cargos el pago de una donación de parte de sus remuneraciones para financiar a la organización. Es lo que los iniciados llaman el "impuesto revolucionario". Naturalmente, la donación es voluntaria, pero si no se hace, se recibe una llamada de Ferraz conminando con energía al renuente a aflojar la mosca. En la práctica, casi todos apoquinan. En la medida en que todo se hace con el consentimiento más o menos forzado del donante, no hay reproche jurídico. Pero es evidente que la costumbre es fea, como casi todo en el socialismo español. Con todo, peor es lo de los diputados socialistas.

Éstos lo son en representación de todos los españoles y deberían recibir el sueldo del propio Congreso del que son miembros. La Cámara no puede pagar a otro el salario de un diputado para que luego éste lo ingrese en la cuenta de quien tiene derecho a cobrarlo. La obligación es de la Cámara y el tercero, en este caso el grupo parlamentario, no ofrece garantía de que vaya a cumplir el deber que lo es en exclusiva del Congreso. De hecho, con este modus operandi, el PSOE se garantiza que el diputado vota lo que tiene que votar. No es cuestión baladí cuando hay que aprobar leyes inconstitucionales, convalidar decretos en contra de los intereses de España o, lo que es más grave para un socialista, votar normas que contrarían la opinión de sus votantes en el territorio por el que es elegido.

Luego, está lo de asegurarse de que la donación a la que se obligó el candidato a cambio de aparecer en las listas se cumpla. Se trata de evitar que algún avaricioso decida, viéndose ya dueño del escaño, quedarse con el bocado que dijo que le daría al partido. Debe de ser que éste ya no se fía del altruismo de los militantes que elige y, para garantizarse que contribuyen a la causa con algo más que sus ideas, prefiere ser él el que detraiga la suma impuesta antes que dar ocasión a que se olviden. Es una manera de ahorrarse las odiosas llamadas que con otros altos cargos hay que hacer con frecuencia para recordarles la penosa obligación que tienen de financiar, con parte de su inmerecido sueldo, la organización que les proporciona la sinecura. Esta es la clase de mafia que nos gobierna.

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