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La conclusión de la Estrategia Nacional de Seguridad de Trump es que Europa debe intervenir militarmente en Ucrania

La legión de tontos aduladores que ríen las gracias a Trump para sobrevivir políticamente demuestra la ausencia de liderazgo y coraje de Europa.

La legión de tontos aduladores que ríen las gracias a Trump para sobrevivir políticamente demuestra la ausencia de liderazgo y coraje de Europa.
El presidente de EEUU, Donald Trump, y su homólogo ucraniano, Volodimir Zelenski, en el Despacho Oval. | Europa Press

El panfleto denominado Estrategia de Seguridad Nacional publicado recientemente, constituye la mayor amenaza a la civilización occidental que dice defender, supeditando la alianza transatlántica a la desaparición de la Unión Europea y a la victoria de partidos políticos populistas de derechas o de corte fascista. Su lectura resulta clarificadora de las tentaciones totalitarias y expansionistas de los Estados Unidos, que se muestra más agresivo e intolerante que China o la propia Rusia, lo que explica la sintonía ideológica que muestra la Tríada contra la humanidad que el documento destila.

El texto tiene una cierta inspiración en Mein Kampf: expansionismo hacia al este, aquí hacia el sur; obtención de un espacio vital; Canadá y Groenlandia; crítica a la democracia occidental, es decir europea; la mezcla de sangre como pérdida de la identidad, aquí lucha contra la inmigración musulmana. No podemos ignorar este panfleto como hicimos con aquel otro que nos condujo al Holocausto y a la Guerra más trágica de la historia, y menos que nadie, los norteamericanos no fanáticos del Trumpismo.

La consecuencia más evidente es que si Europa quiere seguir siendo lo que es y decidiera no plegarse a los dictados de la ultra rica y amoral clase gobernante de los Estados Unidos, deberá asumir, desde ya, que Washington no puede seguir formando parte de la alianza de defensa colectiva, al menos mientras continúe gobernando el presidente con menos apoyo popular del siglo XXI. A medida que las discusiones de paz que se mantienen entre el delegado de Rusia y Ucrania, apenas avanzan, ya que los acuerdos deben ser aprobados por quién tiene la sartén por el mango que habita en el Kremlin, se hace más evidente que Europa, sola, tiene ante sí una decisión estratégica trascendental, quizás la más importante de su historia colectiva: ¿qué hacer con Rusia?

Cuando Europa, contra el criterio geoestratégico de Estados Unidos, buscó un escenario de convivencia y cooperación con Moscú, Estados Unidos lanzó a los países del Este a la OTAN para boicotear ese espacio que Trump dice defender. Ahora, Washington observa más ventajas en aliarse con Rusia para equilibrar en un futuro a China y acceder a las riquezas del Ártico que en mantener a una Europa que incordia sus planes y que lo mira desde una altura intelectual y moral superior que le resulta insufrible.

La legión de tontos aduladores que ríen las gracias a Trump para sobrevivir políticamente en nuestros países, demuestra la ausencia de liderazgo y coraje de Europa. Este es nuestro verdadero talón de Aquiles, la falta de una clase política comprometida con Europa que guíe a una sociedad que deberá asumir enormes sacrificios para sobrevivir y continuar siendo libres. Es tan escaso el liderazgo de las grandes naciones que hemos puesto de vicepresidenta de seguridad a Henna Virkkunen, una finlandesa, Alto Representante de Seguridad, a Kaja Kallas, de Estonia y de Defensa a Andrius Kubilius, un lituano, tres países pequeños pero fuertemente amenazados por Rusia, lo que sin duda condiciona parte de las decisiones colectivas.

Donald Trump no pretende defender la civilización occidental porque más bien le resulta extraña y contraria a sus criterios supremacistas que Occidente derrotó, sino imponer su poder y su concepción del mundo, aceptando como aliados a los países que adopten su hoja de ruta y su deriva autoritaria, y expulsando a los que decidan contrariarle.

Pues bien, si algo debe hacer Europa es contradecir todos y cada uno de los puntos de Donald Trump y su panfleto. Pretende destruir la Unión Europea para dominar a Europa, dividiendo y venciendo; critica la inmigración en masa e irregular de la que formaron parte todos los abuelos del actual establishment de Washington, porque es de una religión contraria a la que nació en Europa, el cristianismo, que por cierto fue la religión impuesta a los indios por los inmigrantes europeos cuyos hijos se llaman hoy norteamericanos.

Critica el pobre desarrollo de Europa en estos años, afirmando que hemos pasado de representar el 25% en 1990 al 14% hoy, lo que es falso. El continente europeo en 1990 suponía el 30% de la economía mundial y en la actualidad es el 25,3%, Estados Unidos ha mantenido la misma cifra, el 26,3%, es decir no es más mucho más grande, o sea que algo no hemos hecho tan mal los europeos que tuvimos que afrontar la integración de los países de Europa del Este, la crisis financiera provocada por los amigos de Trump en Wall Street, sin ponernos a esquilmar todos nuestros recursos naturales y energéticos y con un gasto social que duplica a la de Estados Unidos.

Una Estrategia basada en el nombre de Dios, se refiere al de los cristianos, supongo, reimplanta la guerra de religiones como su gran avance social y político y ve en la inmigración una gran amenaza, bien lo saben ellos que exterminaron a toda la población autóctona, lo que demuestra que el mal uso de la inmigración no es exclusivo de los musulmanes, que hoy representan no más del 10% de la población europea, de los cuales un 90% aproximadamente está trabajando o estudiando en colegios o universidades, algo que los descendientes de la discriminación racial en Alabama verán con espanto, pero que forma parte de eso que llamamos civilización occidental.

Sin embargo, el documento hace un análisis de los problemas de Europa que no debemos de despreciar. Europa necesita cambiar su paradigma económico a medida que tiene menor peso económico. Invertimos la mitad que Estados Unidos cuando históricamente estuvimos igualados, el endeudamiento y el déficit no son sostenibles para Europa y menos con Alemania acudiendo a los mercados financieros, lo que lastrará la viabilidad económica de los países más débiles, todos aquellos al sur del Rin.

La inmigración irregular genera más costes que beneficios y existe una conciencia creciente que la asocia con la inseguridad en barrios y ciudades obreras, es algo que debemos erradicar de plano. El sistema de pensiones y de sanidad gratuita y universal debe ser revisado para que subsista. Europa necesita invertir más, sobre todo en nuevas tecnologías y en Defensa, reducir gastos sociales, disponer de una matriz energética eficiente y sobre desregular. Si no lo hacemos nosotros, lo harán otros señores de negro y el resultado será infinitamente peor. Para Europa, se acabó la fiesta.

Pero si estamos solos los europeos, la pregunta sigue siendo la misma ¿qué hacemos con Rusia? ¿Confiamos en Putin y en Trump y les dejamos que ocupen Ucrania y nos echamos a dormir en la tranquilidad de que toda la amenaza se habrá disipado en unos meses? O, ¿nos preparamos para una futura guerra de la que nos advierten los servicios de inteligencia de medio mundo?

Si nos inclinamos por la primera opción, habremos sacrificado a un país que tendrá que renunciar a la libertad y a su seguridad para salvar al mundo, lo que podría servirles para ganar la medalla de la paz de la FIFA del año que viene. como premio de consolación, y confiaremos en Putin como un socio fiable, lo que seguramente acabará levantando las iras del mismísimo Trump. Pero no olvidemos que la historia nos dice que detrás de la primera conquista siempre llega la segunda, hasta que el agresor es detenido.

Pero si optamos por la segunda opción, y estamos confiados de que, una vez recompuesta del desastre humano y militar de la guerra de Ucrania, Rusia atacará a los Estados Bálticos, Finlandia o Moldavia, entonces los europeos debemos plantear la única estrategia que podría resultar efectiva para nuestros intereses que es intervenir militarmente en Ucrania ahora. Un mal acuerdo de paz en Ucrania aceptado por Zelenski bajo la presión de Trump, sería lo peor que nos podría ocurrir y por eso hay que evitarlo a toda costa, pero no podemos hacer recaer toda la responsabilidad en Ucrania, si ellos necesitan la amarga paz, no podremos hacer nada sino lamentarnos por no haber estado a la altura y prepararnos.

Una entrada exprés de Ucrania en la Unión Europea y la aplicación del artículo 42 de defensa colectiva del Tratado de la Unión, justificaría legalmente, a petición del país soberano agredido, la intervención militar; Rusia no podría alegar una agresión contra su territorio ya que se produce en un tercer país invadido y Europa acudiría en cumplimiento de sus acuerdos internacionales.

En Ucrania, las actuales fuerzas europeas podrían derrotar a Rusia con su enorme superioridad táctica, antes de que esta pueda rearmarse. La ventana de oportunidad se cerrará en cuanto Rusia consiga una fractura en el frente que lleve al colapso de Ucrania y podemos estar cerca de ese momento. Si queremos salir triunfantes, este es el momento de actuar con contundencia. No tenemos otra alternativa para sobrevivir como ente político supranacional, desarrollado y ético

Claro que Rusia puede lanzar sus armas nucleares, pero Europa dispone también de un enorme arsenal; comenzar una guerra de este tipo nos llevaría al holocausto, que no es una opción victoriosa para nadie. En definitiva, si queremos eliminar o mitigar notablemente la amenaza de Rusia, ahora es el momento. Si no, deberemos pasar décadas gastando una enorme cantidad de dinero que arruinará a muchas economías, regresar al servicio militar obligatorio, lo que no va a ser recibido con alegría, por muchas fiestas de quintos que se celebren, y quebrar la unidad a medida que se vayan celebrando elecciones con la manos de Moscú y Washington detrás.

Si dejamos que Rusia gane en Ucrania, todo el continente acabará cayendo en las garras del autoritarismo, eso que muchos dicen querer y del que abominarán en cuanto lleven tres meses dentro. Los modelos autoritarios solo satisfacen a los que ejercen la violencia y gobiernan, no a la mayoría del pueblo que acabará sufriendo con virulencia en sus carnes y espíritus lo que supusieron en el mundo los regímenes comunistas o fascistas, que acumulan en su tenebrosa historia la muerte de cien millones de inocentes para dar satisfacción a su corrompidos y malvados espíritus.

Pero en todo este mundo de incógnitas hay una que permanece y que es la madre del cordero. ¿prefieren los europeos a Trump o a Putin y sacrificar su bienestar y libertad a cambio de no tener que luchar y exponerse a la derrota? Son muchos los que abogan por este altruismo pacifista; pero sus objetivos no son legítimos, solo buscan imponer su hoja de ruta autoritaria, eliminar derechos y convertirse en provincias del imperio, todo eso a cambio de evitar la guerra. Frente a ese mensaje catastrofista de capitulación, una vez más, debemos armarnos con el coraje para defender nuestros sacrosantos principios, nuestra libertad e independencia, y plantarse de una vez y decir que no aceptamos chantajes y que lucharemos hasta el final, y cuanto antes empecemos, menor será el coste para todos.

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