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Anna Grau

Filibusterismo electoral

No hace falta "entender" de política para darse cuenta de cuándo la política te traiciona. Todo lo contrario, a veces "entender" demasiado es la trampa.

Pedro Sánchez en un acto político celebrado este jueves en Plasencia. | EFE

El viento empieza a cambiar dentro y fuera del PSOE. Ya ni los más indesmayables creyentes en la infalibilidad de Pedro Sánchez ven claro que consiga llegar, como dice ser su intención, hasta 2027 sin convocar elecciones. Cada vez son más los que creen -creemos- que puede haber un avance electoral en algún momento de 2026. La cuestión es: ¿cuándo, exactamente?

Si por filibusterismo parlamentario se entiende usar todo tipo de tretas para alargar hasta el infinito el debate de una iniciativa, entorpeciendo su aprobación, por filibusterismo electoral podemos entender jugar con las urnas como con un tablero de Monopoly. Llamar a votar cuando a uno le da la gana o cree que le conviene.

Visto como se están poniendo las cosas, igual habrá que darle una vuelta al principio hasta ahora indiscutido de que el botón nuclear electoral esté en manos de una sola persona. A lo mejor convendría ensayar a escala nacional un calendario electoral fijo e inmutable, como sucede en los ayuntamientos. O que la decisión de cuándo la situación exige modificarlo se tome de manera más participada y consensuada. Que el detonante de elecciones, mociones de censura, etc, no sea el trilerismo, sino algo lo más parecido posible al interés general.

Es que veamos lo que sucede ahora. La entidad sanchista que lleva ya casi una década colonizando como un alien el partido político anteriormente conocido como PSOE, apartando a gente valiosa para dar un poder desmesurado a arribistas y nuevos ricos de la política, se ve cercada por tres frentes de desgaste (corrupción, feminismo más falso que un duro de madera, desconfianza de todos los socios) que han reducido al mínimo su capacidad de gobernar. Incrementando, eso sí, la de bloquear. Pedro Sánchez ya no aspira a ganar sino a que pierdan otros.

Es verdad que eso se le da bien. Que tiene un talento innato para el "divide y vencerás". Para explotar el miedo de propios y ajenos a pasar la ITV y tener que rendir cuentas ante el electorado de sus clamorosas contradicciones. Para atizar las divisiones a su derecha y a su izquierda. Para convencer a legiones de incautos de que lo peor no es él, sino lo que puede venir tras él.

Así nos hemos instalado en una especie de infinito tiempo muerto democrático. Todo el mundo sabe que las mayorías actualmente sentadas en los escaños probablemente hace rato que no se corresponden con la voluntad popular. Por eso da miedo testarla, abrir la caja de Pandora de las urnas. Mejor amarrarse al mástil y a ver si más adelante escampa, o arrecia menos.

Lo peor es que eso no sale gratis. A nadie. Nada da o debería dar más miedo que un político con poder pero con miedo a perderlo. ¿Qué creen que va a hacer mientras todavía lo tiene? Política de tierra quemada. Por ejemplo, expoliando las arcas públicas para tejer redes clientelares que sobrevivan a un cambio de ciclo o, por lo menos, dejar una herencia política envenenada a quien venga detrás.

Cuando se gasta lo que no hay, se promete lo que no se puede cumplir, se pretende que la economía va mejor de lo que va para justificar decisiones más propias de saqueadores que de gestores, los recursos para hacer las cosas bien van disminuyendo. La política se aleja de ser un servicio para acercarse a una agencia de colocación y extracción que sangra a las clases productivas y colapsa los servicios. Los trenes dejan de salir y de llegar a su hora, las luces se apagan, la Sanidad pública no alcanza, las catástrofes naturales nos pillan con el pie cambiado y sin capacidad de reacción, mucho menos de previsión.

No hace falta "entender" de política para darse cuenta de cuándo la política te traiciona. Todo lo contrario, a veces "entender" demasiado es la trampa. El negro pozo sectario que todo se lo traga y todo lo justifica. Muchas personas que creen tener claro quiénes son los "suyos", ¿les distinguirían de los "otros" si su gestión la pudiesen catar a ciegas? Yo creo que hay gente con miedo al cambio porque se imagina que pasarían cosas…como las que están pasando ya.

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