Los delirios separatistas que avalan un discurso
Nada de lo que dijo el Rey puede ofender o molestar a alguien que no esté enfermo de odio.
Las reacciones de los partidos separatistas, socios de Pedro Sánchez y el PSOE, al discurso del Rey demuestran el acierto de alertar sobre el deterioro de la convivencia. Los disparates vertidos por Oriol Junqueras y Jordi Turull, el secretario general del partido del prófugo Puigdemont, en respuesta al mensaje del monarca también demuestran que la "normalidad" en Cataluña de la que presumen Sánchez y Salvador Illa es esa fase en la que el separatismo aprovecha para recuperar fuerzas y preparar el terreno para una nueva asonada independentista.
Decir del Rey que es de los pocos jefes de Estado europeos que apoyan la violencia es una de esas mentiras que los separatistas difunden con la anuencia de un Gobierno preso de los designios de tipos como Oriol Junqueras, autor de la singular tesis de Felipe VI como apologeta de la violencia. Lo mismo cabe pensar de Turull, para quien el Rey es el "más extremista" y el "más radical".
Son los mismos líderes que dieron el golpe de Estado de octubre de 2017 y no han salido del bucle. Cualquier circunstancia les sirve para cargar contra el jefe del Estado, al que no perdonan que saliera en defensa de la democracia, la Constitución y las libertades de todos los españoles para frenar la intentona separatista. Ellos, que estuvieron a punto de provocar un conflicto civil violento, reprochan a Felipe VI que protegiera los derechos de los muchos ciudadanos catalanes no independentistas que estaban a punto de ser aplastados sin remisión.
Con el tipo de delirios expresados por Junqueras y Turull este jueves ante la tumba de Macià, en el tradicional homenaje a un "president" que murió de apendicitis, se construyó el "Procés". Y es que nada de lo que dijo el Rey puede ofender o molestar a alguien que no esté enfermo de odio.
Las alusiones al espíritu de la Transición, al deterioro de la convivencia, a no traspasar líneas rojas y a la ejemplaridad deben ser interpretadas como una enmienda al sanchismo que no es precisamente explícita en lo que se refiere a los casos de corrupción o de acoso sexual que afectan al presidente del Gobierno, al Gobierno y al principal partido del Gobierno. Y es hasta posible que Pedro Sánchez no se haya dado por aludido cuando Felipe VI alerta sobre el deterioro de la convivencia, la pérdida de crédito de las instituciones, la "crisis de confianza" o la necesidad de una "especial ejemplaridad" en el desempeño de los poderes públicos. Sin embargo, el mensaje se entiende perfectamente y el destinatario está claro.
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