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Santiago Navajas

El profesor de filosofía, el alcalde socialista, los alumnos ejemplares y la destrucción de la educación

Una sociedad abierta no tolera comisarios políticos ni abandona a quienes educan en libertad y pluralismo.

El caso de Samuel Paty, el profesor francés decapitado en octubre de 2020 tras una campaña de difamación en redes sociales, es un trágico recordatorio de cómo la propagación de mentiras, rumores y señalamientos ideológicos puede destruir por completo a un docente. Paty había mostrado caricaturas de Mahoma en una clase sobre libertad de expresión, lo que desencadenó una oleada de acusaciones falsas de islamofobia impulsadas por padres y activistas. La mentira se viralizó, lo puso en la diana y culminó en su asesinato terrorista. Pero más allá del horror final, el caso reveló algo igualmente perturbador, y es que Paty fue abandonado por gran parte de la comunidad educativa. Muchos compañeros guardaron silencio por miedo, otros por complicidad con la narrativa dominante, mientras que la dirección del centro cedió a presiones externas en lugar de defenderlo incondicionalmente. Esa cobardía colectiva facilitó la escalada fatal.

Desgraciadamente, patrones similares —aunque afortunadamente sin violencia física, por el momento— se repiten cuando profesores son señalados por motivos ideológicos. En España, el reciente caso del profesor de Filosofía del IES Campo de Tejada en Paterna del Campo (Huelva) evoca esa misma dinámica de aislamiento y traición. Tres alcaldes —del PSOE en Paterna y aliados en municipios cercanos— lo denunciaron públicamente por supuesta apología del franquismo, elevando el caso al Parlamento andaluz por parte de la izquierda. Incluso un alcalde socialista se personó en la puerta del instituto para repartir propaganda ideológica contra la "extrema derecha" y se enfrentó directamente al docente, autoproclamándose "comisario político". Todo esto parece sacado de películas que denuncian el totalitarismo comunista en países como la RDA o Hungría, véase La revolución silenciosa de Lars Kraume y La profesora de Jan Hrebejk, pero no, pasa en España, Andalucía, Huelva… el condado de Paterna al que los alcaldes de izquierda de la zona querrían convertir en una mezcla de campo de concentración y centro de reeducación.

Hasta ahora, este profesor ha sido defendido principalmente por un grupo de alumnos (al menos una veintena) que firmaron una carta negando cualquier adoctrinamiento por su parte y criticando la injerencia política. Pero, por el momento, no se han escuchado voces contundentes de apoyo desde el claustro de profesores ni desde la dirección del centro, lo que genera la percepción de abandono, repitiendo el patrón en el caso de Samuel Paty, con el silencio por complicidad ideológica o por simple cobardía (pensarán que es prudencia, y se quedarán tan anchos y con tan buena conciencia) ante el poder institucional local. Este vacío deja al docente aislado frente a un desequilibrio flagrante de poder. Este abandono no es excepcional. En muchos casos de acoso a profesores, la comunidad educativa opta por el perfil bajo para evitar conflictos, dejando que el individuo señalado cargue solo con las consecuencias.

A este acoso partidista se suma el cotidiano. Según el informe Defensor del Profesor del sindicato ANPE, más de 2.000 docentes buscaron ayuda por violencia, amenazas o malestar emocional. El 71,3% presentó ansiedad, el 11,7% depresión y el 17,3% terminó en baja médica. Uno de cada tres profesores ha sufrido agresiones o faltas de respeto por parte de familias, con falsas acusaciones y ciberacoso como problemas estructurales agravados por ratios altas y falta de recursos.

Estos ataques "sociales" —presiones por notas, insultos en grupos de WhatsApp— se combinan ahora con el peligro político de los sectores de la izquierda institucional que recurren al señalamiento público y la propaganda para imponer una visión hegemónica, utilizando el poder contra docentes disidentes del currículo ideológico invisible.

Es hora de romper el silencio cómplice. ¿Dónde están los profesores, especialmente de Filosofía, que tantos golpes se dan en el pecho hablando de Sócrates, Castelio contra Calvino o Unamuno? Los profesores merecen una defensa incondicional contra los acosadores políticos y, de este modo, habría que reconocer su autoridad pública, protegerlos del acoso familiar y, sobre todo, blindar las aulas contra cualquier injerencia partidista. Frente al silencio de los profesores, algunos de sus alumnos se han enfrentado a la inquisición de la nueva brigada político-social defendiendo a su profesor con un comunicado público

«Los debates que se realizan en clase sobre temas controversiales tienen siempre un carácter educativo: se nos invita a reflexionar, argumentar y respetar opiniones distintas, lo cual refuerza nuestro aprendizaje y nuestra capacidad de análisis, en lugar de generar conflictos entre alumnos. (...) Por tanto, consideramos no válidos los argumentos que se están dando en los medios de comunicación por personas que no están presentes en sus clases, sino que han exagerado unos hechos que se podrían haber solucionado sin que llegara tan lejos»

Qué buenos alumnos si tuvieran buenos profesores. Una sociedad abierta no tolera comisarios políticos ni abandona a quienes educan en libertad y pluralismo. Si no actuamos, perderemos no solo docentes valiosos, sino la esencia misma de una educación democrática.

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