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Alberto Míguez

El recurso del método

Jacques Chirac y José María Aznar han recurrido al método para explicar por qué no están de acuerdo ahora y probablemente no lo estarán en el futuro: coinciden en el objetivo de acabar con la amenaza que representa Sadam Husein para la humanidad y especialmente para occidente, pero disienten en el método para conseguirlo.

Nadie esperaba milagros del almuerzo celebrado en el Elíseo este mediodía, pero los resultados parecen sinceramente muy inferiores a los que merecían el viaje y la ocasión. Aznar intentaba con este desplazamiento “salvar los muebles” de una relación que interesa mucho a España y que debería también interesar a Francia. Pero Chirac no disimuló su malhumor en la recepción ni disfrazó su prepotencia ante el vecino: la guerra es evitable, hay que dar más tiempo y medios a los inspectores (cuatro meses más, según el memorandum galo) y la nueva resolución patrocinada por España, USA y el Reino Unido es innecesaria y gratuita. No hubo, pues, intento de aproximar posiciones ni siquiera buenas palabras. Encerrado en su prepotencia y rodeado por aduladores de todas las sensibilidades (desde los troskistas a la extrema derecha), Chirac sigue jugando a “rey sol” de una Europa sumisa y manejable que desea embridar con mano de hierro mientras da lecciones de geopolítica y moral a quien se pone a tiro.

El presidente español salió de la encrucijada como pudo y echó mano de cuatro “aspectos” en los que resumía su estrategia: papel indeclinable de Naciones Unidas y del Consejo de Seguridad en la resolución de la crisis, potenciación del consenso europeo y occidental y presión diplomática sostenida para convencer a Sadam de que se desarme. El mensaje subliminal de Aznar a la ciudadanía europea –y, por tanto, a la española– fue que las diferencias sobre Irak para nada estaban influyendo en las relaciones bilaterales (que siguen siendo excelentes: agradeció la intensa cooperación antiterrorista de Paris) ni en el proceso de construcción europea. Es obvio que este tipo de declaraciones forman parte de la retórica de servicio en un encuentro de estas características y ocultan más que lo que enseñan.

Aunque lo niegue, escandalizado, Aznar empieza a tener problemas con su partido en el tema de Irak. Algunas voces se levantan –y más se levantarán– para criticar el maximalismo del presidente y aunque dentro de unas horas intentará tranquilizaral al “polo católico” visitando a Su Santidad, la disidencia se incuba en otras latitudes ideológicas.

A Chirac empieza a ocurrirle algo parecido. Ayer, su consejero para asuntos estratégicos y de seguridad, el diputado por Paris y profesor, Pierre Lelouche, dijo algo que seguramente hará meditar a muchos de sus correligionarios y compatriotas. “¿Los inspectores, dice usted? Lo único que yo sé es que mientras los inspectores trabajaban en Irak, la UE se ha fragmentado y el proceso de ampliación corre peligro, la OTAN casi estalla y nuestras relaciones con Estados Unidos se han degradado hasta límites insoportables”. Pero, envanecido por botafumeiros y cortesanos de todo pelaje, “el rey Jacques” no atiende a razones. Aznar lo pudo comprobar hace unas horas en su breve excursión parisina.

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