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Alberto Recarte

El Alcalde de Madrid defiende la cohabitación

El ayuntamiento de Madrid, gobernado por el PP, ha decidido aplicar el régimen fiscal de las familias, en lo que afecta a transmisiones y plusvalías de las viviendas, a las uniones de hecho.

Al margen de la dudosa legalidad de esta decisión, la medida es populista, electoralista e ignorante de la realidad. Acaso, simplemente, es una manifestación más del centrismo que profesa el PP. En unas entrecortadas manifestaciones, Álvarez del Manzano ha dicho que se trata de aceptar las cosas como son. Rebajando, de esta forma, la política, los principios y la ideología a la administración teóricamente neutral y burocrática de los votos recibidos en las urnas.

Un caso sangriento, porque Álvarez del Manzano tuvo una magnifica intuición cuando aseguraba, hace unos meses, que hay más violencia doméstica fuera que dentro del matrimonio. La reacción de la progresía madrileña fue, como era de esperar, injuriosa, hasta el punto, por lo que ahora escuchamos, de intimidar a nuestro alcalde.

Muchos países han recorrido hace muchos años el camino que ahora comienza el Ayuntamiento de Madrid al reconocer los mismos derechos a las uniones de hecho que a las familias. Esos mismos países -los Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Suecia u Holanda- están empezando a considerar que se han equivocado gravemente al despreciar lo que significa la familia dentro de la sociedad. Y hablo siempre desde un punto de vista no religioso.

En dos publicaciones recientes -“Families without fatherhood” (Familias sin autoridad paterna), de los sociólogos izquierdistas, Norman Dennis y George Erdos, y “Marriage-little, The rise of cohabitation and its consequences” ( el crecimiento de la cohabitación y sus consecuencias), de Patricia Morgan- , editadas por Civitas, The Institute for the Study of Civil Society, se puede encontrar un conjunto de datos cuantitativos sobre las consecuencias de la familia tradicional, la monoparental, y las uniones de hecho.

La lectura de estos documentos lleva a la conclusión de que fuera de la familia tradicional hay más pobreza, -que afecta sobre todo a las mujeres solas con hijos-, uniones menos duraderas, más violencia domestica, más violencia infantil, menos educación, menos formación, más problemas mentales y más dificultades para relacionarse con los demás. Por supuesto todo en términos de promedio estadístico.

Uno de los objetivos del nuevo laborismo fue, precisamente, reconsiderar las decisiones políticas que podían empujar a los ciudadanos británicos a preferir la cohabitación a la familia. Entre ellas se encuentran las transferencias públicas a las madres solteras sin exigencias de que trabajen y medidas como las que acaba de anunciar nuestro alcalde, el democristiano Álvarez del Manzano.

Una vez más, parece que llegamos tarde, pero en este caso no había ninguna urgencia en tomar unas decisiones que en otros países han producido consecuencias tan nefastas como por ejemplo, que el 40% de todos los niños vivan en familias con un solo progenitor.

Como dice Patricia Morgan, la familia “es una institución que ofrece beneficios no sólo a las parejas sino a la sociedad como un todo”.

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