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Alejandro A. Tagliavini

¿Dónde está el socialismo?

Mucho estatismo se ve en Brasil, pero en el socialismo de Lula no existe una verdadera y efectiva preocupación por los pobres. El presidente Luiz Inácio “Lula” da Silva prometió un ''crecimiento espectacular'' durante su primer año, pero la realidad es que Brasil cayó en recesión y creció apenas 0,1% durante el año 2003. Menos que el crecimiento poblacional, con lo que el ingreso per cápita se redujo. Estabilidad es el mayor éxito que Lula reconoce. "La fase tenebrosa, de incertidumbre, de miedos y de dudas, terminó", cantó victorioso hace unos días. Paradójicamente, la acción social es su principal deuda. "Si en la vida personal es así, en el trato de la cosa pública también tiene que ser así: sólo podemos prometer aquello que podamos cumplir, gastar aquello que podamos recaudar y contraer deudas si las vamos a poder pagar". Con este “pragmatismo” cerró su primer año de gobierno.
 
Ahora bien, ¿estabilidad en qué? Pues en mantener el estatismo vigente, los privilegios estatales para los grandes empresarios, los acuerdos con el FMI, la burocracia paralizante, las regulaciones coactivas y destructivas. Es decir, estabilidad en la riqueza para la enorme cantidad de funcionarios públicos y para los empresarios amigos del poder político, y estabilidad en la pobreza para los más débiles que, precisamente por ser los más débiles, no tienen capacidad de cabildeo para esquivar las acciones coactivas del Estado y su poder de policía.
 
El Partido de los Trabajadores de Lula realizó reformas criticadas por la izquierda, firmó un acuerdo con el FMI e hizo un plan de ajuste más severo que el heredado. Controló la inflación, el riesgo país mejoró de los 2000 a los 500 puntos, pero simultáneamente el desempleo creció a niveles históricos de 12,9% o 20,4%, según otro mecanismo de medición. Surgieron casi 600.000 nuevos desocupados. Pero la acción social fue la que menos se vio. Además de la inoperancia estatal, los ministerios se quedaron sin presupuesto debido al ajuste fiscal. Todos los sectores "progresistas" elevaron sus críticas por la forma en que el gobierno lidió con la miseria, el hambre, la violencia y la degradación del medio ambiente. "El gobierno hizo bien lo que todo el mundo pensaba que iba a hacer mal, y le fue mal en el tema en que todo el mundo pensaba que iba a ser exitoso", mantiene José Marcio Camargo, de la Universidad Católica de Río de Janeiro. El programa Hambre Cero es un verdadero engaño populista, ya que apenas entrega 17 dólares por mes a cinco millones de personas, mientras que la miseria y la desigualdad histórica se agudizaron debido al aumento del desempleo.
 
En el plano internacional, Lula no fue menos torpe. Lideró el Grupo de Amigos de Venezuela que ayudó a sostener al déspota y populista Chávez; condujo la creación del G-20, un grupo de naciones que defiende de mala manera la caída de las barreras a los productos agrícolas de los países en desarrollo, cuya posición intransigente en la reunión de la OMC en Cancún ayudó a que fracasara. También "inventó" el ALCA flexible en el que los países negociarán las reducciones tarifarias "posibles según sus mercados", en lugar de simplemente liberar. En contraposición, Chile tiene serios problemas políticos con los exabruptos de Chávez, firmó un Tratado de Libre Comercio con EEUU sin "flexibilidades" ni otros condicionamientos y da lecciones de crecimiento y seriedad en América Latina.
 
Según la agencia oficial brasileña IBGE, en el tercer cuatrimestre de 2003, la producción industrial bajó 1,6%, los servicios cayeron 0,8% y la agricultura disminuyó 2,8%. Las exportaciones subieron 3,7%, bastante menos que en los cuatrimestres anteriores. La realidad es que los resultados no tienen nada que ver con las promesas de Lula, quien debería copiarse más bien el socialismo de China que crece al 8% anual, mientras produce una “revolución capitalista” al reformar su constitución para admitir la propiedad privada, achica al Estado, desrregula la economía, libera el comercio internacional, privatiza y baja la presión impositiva.
 
© AIPE
 
Alejandro A. Tagliavinies miembro del Departamento de Política Económica de ESEADE (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas).

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