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Alicia Delibes

Lecciones francesas

Como nunca dicen la verdad, como nunca confiesan sus verdaderas intenciones, los partidos de izquierda utilizan una estrategia política que cada vez resulta más incomprensible. Sólo si se piensa que la única idea que les mueve es agudizar las contradicciones del sistema capitalista para provocar su colapso se puede encontrar cierta coherencia y racionalidad a sus decisiones.

El rotundo fracaso de Jospin ha situado en primera fila de la política a un peligroso ultraderechista, que, sin disimular su xenofobia, antisemitismo, autoritarismo y no sé cuántos horrores más, ha resultado atractivo a casi cinco millones de franceses; y lo único que se les ocurre a los perdedores es dejar bien clara la repugnancia que les da tener que votar a Chirac y convocar manifestaciones multitudinarias contra Le Pen.

En vez de analizar por qué diablos son incapaces de conectar con el pueblo francés se lanzan a la calle para insultar a un líder preocupante, deseosos, quizás, de resucitar “aquel mayo francés de 1968”. Su actitud acabará convirtiendo al que se declara amigo de Sadam Hussein en víctima de la intransigencia de la izquierda, algo que, en pura lógica, no puede traerle más que nuevos votos.

Pero es que encima, en España, algunos colegas de esos que han saltado a las calles para gritar que los cinco millones de votantes de Le Pen ¡no pasarán! muestran reparos de conciencia a la hora de ilegalizar a Batasuna, un partido que ha demostrado no tener ningún escrúpulo en servirse de la ayuda de una banda asesina con tal de lograr que el País Vasco sea una sucursal de Fidel Castro dentro de la Unión Europea.

Las primeras declaraciones de Le Pen tras su triunfo electoral fueron para decir que él se consideraba “socialmente de izquierdas, económicamente de derechas y nacionalmente de Francia”. Ese extraño “círculo financiero e ideológico” como lo ha llamado Miguel Ángel Bastenier en El País llevó a Hitler al poder y encajaría muy bien en un programa electoral, por ejemplo, del propio PNV.

¿A qué esperan los socialistas españoles para echar de la vida política a quienes no piensan respetar las reglas democráticas? ¿Qué extrañas ideas han sembrado en la cabeza de unos jóvenes como el pobre Eduardo Madina que, después de escapar por pelos de la muerte, pide diálogo, tolerancia y comprensión para sus asesinos?

En España

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