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Amando de Miguel

Redes y nudos

La combinación más simpática es la de "soy un libertario y he leído todos sus libros". A veces me asalta la ocurrencia de que ni yo mismo he leído todos mis libros.

Atilano Pérez se ha solazado con el vídeo de LD en el que Javier Rubio me hace una estupenda entrevista; por las preguntas, quiero decir. Don Atilano se ha quedado perplejo al oírme decir que yo había pronunciado mi última lección en la Facultad de Sociología. Para evitar más perplejidades quiero aclarar que lo de la última lectio es un rito de paso, el que supone concluir la vida activa como catedrático. Se pronuncia formalmente la última clase delante de un distinguido auditorio de estudiantes, colegas y sobre todo amigos y parientes. A partir de ese momento concluye mi carrera activa. Es decir, me jubilan... de sueldo; pues sigo dando clases por una paga simbólica. Menos que puedo seguir leyendo, escribiendo y conferenciando. Es más, mi impresión es que todas esas tareas las hago ahora con mejor rendimiento que nunca. Pero las leyes son tan estúpidas que declaran la jubilación automática de un profesor con prescindencia de su capacidad. Prefiero acogerme al sentido inglés de jubilation como un momento feliz, una victoria. Claro que la jubilación también tiene un sentido positivo al indicar que ya no se cotiza a la Seguridad Social, sino que se recibe la parte que uno pagó durante su vida plenamente activa.

Rosario Velázquez me pregunta por qué no me prodigo más en los medios. Creo que me prodigo demasiado. Muchas personas que me saludan en un lugar público me reconocen por mi voz o por mi cara, aunque algunos no identifican bien mi nombre. Pero todas ellas suelen decirme que conocen mis ideas y se identifican con ellas. Resulta muy halagador. También reconozco que solo una fracción de esas amables personas que me saludan dicen haber leído algún libro mío. La combinación más simpática es la de "soy un libertario y he leído todos sus libros". A veces me asalta la ocurrencia de que ni yo mismo he leído todos mis libros.

Al final, la sociedad del presente es una constelación de redes. Y si no, véase la anécdota que cuenta José María Navia-Osorio:

Está visto que si los lectores de Libertad Digital y La lengua viva volaran oscurecerían el sol. Le cuento una anécdota que lo demuestra. Mi hija trabaja en la agencia de viajes de El Corte Inglés. Aprovecho la ocasión para comunicar al público en general que a partir de diciembre estará en una agencia de la Castellana, no sé la dirección exacta. El sábado atendió a un cliente al que hizo un presupuesto. Al ver su nombre el cliente le preguntó si tenía algo que ver con José María Navia-Osorio. Ella creía que se refería a mi sobrino homónimo pero el cliente decía que me conocía de Internet.

Laia Marsal me escribe una extraña misiva: "Sin entrar en cuestiones éticas, ideológicas y/o sentimentales, le agradecería que no volviera a nombrar a Pancho Marsal como ejemplo de algunas de sus teorías ideológicas". Pero la petición es ética, ideológica y sentimental. En donde se ve que es muy difícil prescindir de esos condicionamientos. Comprendo la piedad filial de doña Laia, pero no puedo entender que se me prohíba mencionar a Pancho Marsal. Sobre todo porque se trata de una persona que me influyó definitivamente en mi educación (en el sentido norteamericano) y en mi manera de ver el mundo. Tengo un recuerdo maravilloso de Pancho, la personificación del buen sentido. En mi libro memorialístico El final del franquismo le he dedicado algunas páginas.

Me asalta el recuerdo ahora de cuando nació su hija Laia. Pancho y yo le regalamos a la criatura un balón de fútbol. El nombre de Laia es un tesoro de sentimientos. Laia es el nombre mítico de la tribu originaria sobre cuyo territorio se erigió la primitiva Barcelona. Pancho era un enamorado de su ciudad, precisamente por haber sido un trotamundos. Roda el món y torna al Born, repetía a menudo. El Born es el cogollo de la vieja Barcelona. Para mí, Pancho Marsal, como Salvador Pániker, Albert Boadella y tantos otros representa lo mejor de la Cataluña imaginativa y creadora. Es la antítesis de la Cataluña del bosc, como decía Pancho, tan parecida a la España profunda y berroqueña.

Pero el nombre de Laia significó también el título de una revista intelectual en la que Pancho empezó a hacer sus primeros pinitos literarios y políticos. Luego dedicó algunas páginas a rememorar la influencia del grupo Laia, decisivo en la formación de la semilla cultural barcelonina. Ese trabajo me influyó mucho en una nueva dirección que di a mis pesquisas sociológicas. Una de las ramas de ese nuevo paradigma es precisamente este rincón de las palabras en LD. Si se me permite un argumento "contrafractual", imagino que Pancho –de haber sobrevivido– escribiría hoy en LD. No sé si ese pensamiento es una "teoría ideológica", expresión que nunca emplearé, y menos aplicada a lo que yo pienso. De las muchas cosas que aprendí de Pancho (Juan Francisco para su madre) es que lo sociológico va unido a lo biográfico y que en esa mixtura se mezclan también lo ético, lo ideológico y lo sentimental.

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