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Antonio Sánchez-Gijón

Reino Unido, primera potencia militar europea

La prontitud y eficacia del despliegue militar de las fuerzas armadas del Reino Unido en la crisis de Afganistán debiera de ser motivo de aprensión para los europeos continentales. Claro es que no porque sus fuerzas armadas vayan a constituir una amenza para Europa, sino porque se ha puesto en evidencia que ninguna otra potencia europea ha sido capaz de responder a los compromisos adquiridos dentro de la coalición internacional y en la OTAN con la celeridad, la eficacia y el volumen con que lo ha hecho el Reino Unido. Los otros europeos han estado, o remisos a comprometerse con prontitud, o impreparados, o tardos en reaccionar. Esto último se ha visto palmariamente en el cauteloso y pesado procedimiento constitucional por el que Alemania, por fin, ha decidido emplear en una misión militar una fuerza de 3.9000 efectivos. Sólo ahora ha llegado un pequeño contingente francés a Afganistán, mientras que comandos británicos están sobre el terreno, junto a los norteamericanos, desde hace un mes. Se espera la próxima llegada de 4.000 efectivos británicos más.

Esta agilidad se corresponde con la fuerte influencia del Reino Unido en los asuntos de la región del Golfo y el subcontinente Indio. Resto de una pasada grandeza, esa presencia supera con creces la influencia que cualquier otro país europeo pueda ejercer en la zona. En octubre las fuerzas armadas del Reino Unido condujeron las maniobras Swift Sword en Omán, en las que participaron 20.000 soldados. El objetivo era probar su capacidad para sostener operaciones militares en teatros remotos, sin apoyo terrestre, midiendo la capacidad de transporte, de desembarco, de ataque a tierra y de control y comunicaciones.

La defensa, en la mayor parte de los países europeos, está recayendo en una actividad marginal, con presupuestos en descenso y negligencia en la adquisición de los sistemas de armas de punta. Aunque mucho de esto se puede decir también del Reino Unido, éste conserva algunas ventajas cruciales: su capacidad anfibia es muy superior a la francesa; su transporte naval sólo cede el primer puesto mundial a los Estados Unidos; los únicos transportes aéreos pesados a disposición de la fuerza de reacción rápida europea son cuatro Globemaster británicos. Cuatro países europeos (Alemania, España, Italia y Holanda) han de unirse para dotarse de un sistema aéreo de vigilancia y adquisición de blancos, mientras que el Reino Unido se considera en condiciones de construir uno propio. El Reino Unido cuenta con dos grupos de combate naval con dos portaviones; los otros países que tienen portaviones (España, Francia, Italia) sólo poseen uno cada uno. El Reino Unido ya ha anunciado el reemplazo de sus portaviones por otros dos modernos. La industria militar británica es una potencia multinacional: el volumen de negocio de British Airspace en Estados Unidos es de 20.000 millones de dólares.

El Reino Unido tiene el segundo presupuesto de defensa de Europa, algo menos que Francia. Pero con un per capita de defensa algo menor que el francés y unas fuerzas armadas bastante más pequeñas que las de Francia y Alemania, el Reino Unido pone más dinero donde importa en el combate: en su armamento. Así, ocupa el primer puesto entre los países europeos en cuanto a I+D de tipo militar (20% más que Francia) y compras de armas y servicios (60% más que Francia).

André Maurois, en su “Historia de Francia”, decía que Gran Bretaña históricamente ha tratado de encontrar su “soldado en Europa” (Austria, Prusia, Rusia, etc.) para que luchara por ella en el continente. Ahora parece que Europa busca en Inglaterra su “soldado en el mundo”. ¿Sagacidad..., u otra cosa?

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