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Carlos Semprún Maura

La acera de enfrente

bien sabido es que los de izquierda, sean estos letrados o zapateros, son santos y no pueden cometer pecados ni ser racistas.

Yo no era partidario de querellarse ante los tribunales por las barbaridades que puedan escribir o decir tantos sobre temas políticos o sociales. Además siempre resulta una lotería, como lo demuestra el juicio contra el imán de Venissieux (arrabales de Lyon) por exaltación de la lapidación de las mujeres y otras virtudes coránicas. El tribunal se ha declarado incompetente ya que no es de su incumbencia juzgar... ¡al Corán! Resulta que si el crimen o delito es coránico, para ese tribunal francés no hay crimen ni delito. Pero debo confesar mi entusiasmo cuando el pasado mes de Junio el Tribunal de Versalles condenó a Edgar Morin (y a Sami Naïr, Danielle Sallenave y “Le Monde”), por “difamación racial”.
 
Estos tres intelectuales de izquierda publicaron el 4 de junio de 2002 una infame tribuna en ese vespertino, que suscitó la demanda de las asociaciones “France-Israel” y “Abogados sin fronteras”, que han obtenido su condena. Recuerdo que yo también me indigné y así los escribí aquí, en Libertad Digital. Como no podía faltar, el viernes 24 de junio Liberation publica un manifiesto de intelectuales de izquierda protestando contra la condena, que sería totalmente injusta puesto que se trata de intelectuales de izquierda, y bien sabido es que los de izquierda, sean estos letrados o zapateros, son santos y no pueden cometer pecados ni ser racistas. Sin embargo, su texto no se limitaba a criticar la política del gobierno de Israel, porque eso lo hacen todos, salvo nosotros, y es además la postura oficial de Francia desde De Gaulle. No, era un texto que rezumaba odio contra los judíos, acusándoles de haberse convertido en verdugos; ellos que fueron víctimas de los nazis actúan exactamente como los nazis contra los palestinos. Una tribuna que hubieran podido firmar José Saramago y Gema Martín Muñoz y un millón más. En esa tribuna condenada, como en multitud de otros textos, no sólo se demuestra “difamación racial” –yo diría odio–, sino que se presenta a todos los palestinos, incluyendo a los asesinos terroristas, como víctimas inocentes de la barbarie “nazijudía”, cuando no, contradiciéndose alegremente, en heroicos combatientes que luchan contra la “ocupación”, ocultando la voluntad abierta y claramente manifestada por Hamas, Hezbollah y demás organizaciones terroristas islámicas de destruir Israel y masacrar a los judíos donde sea.
 
Hace tiempo que Edgar Morin, que quiso ser el “enciclopedista de los tiempos modernos”, desbarra contra Israel, a favor de los palestinos, de Turquía, y demás necedades carcas. Sami Naïr, todo el mundo sabe quién es. Danielle Sallenave, entre otras cosas, es una fanática partidaria de ETA. Los amiguetes que firman su protesta por la condena a Morin –olvidándose curiosamente de los demás–, constituyen la crema y nata de la “gauche divine” parisina, y basta con señalar que entre ellos está Jean Daniel, el triste payaso moralista, director del “Nouvel-Obs”, premiado en España hace poco, como cocinero mayor del Reino.
 
Pero todo esto me mueve a proponer –y muy seriamente – que se estudie la forma de llevar ante los tribunales los manuales escolares, sus autores y editores, racistas y ultra carcas, y concretamente al Ayuntamiento de Barcelona, por su manual en el que el muro de separación en Israel y Guantánamo se comparan con el genocidio nazi. Lo cual, si lo piensas dos segundos, constituye una forma implícita de rehabilitar dicho genocidio.

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