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Carlos Semprún Maura

Torres gemelas y odios parejos

Este 11 de Septiembre en Nueva York, y otros lugares, se conmemorarán con flores y llantos, los atentados del año pasado y en muchos más se celebrarán, como se celebraron con alegría hace un año, y no sólo en las ciudades árabes y en las calles palestinas, sino también en Europa y en los propios States (Sontag, Chomski, y un triste y larguísimo etcétera.) En su último y, como siempre, inteligente libro, sobre La obsesión antiamericana –recién publicado en París por Plon– Jean François Revel recuerda que en la sede del Frente Nacional de Le Pen, se brindó con champán esa “derrota” del Gran Satanás, se brindó asimismo en la sede de los señoritos de ATTAC, en la redacción de El País, y en todos los lugares de culto musulmán, en todos los locales de la progresía mundial, incluyendo a las Brigadas Rojas italianas “reconstruidas”, que han vuelto a matar, y se solidarizan con el terrorismo islámico. Yo también deposito simbólicas flores en las tumbas de las víctimas inocentes, yo también, como Oriana Fallaci, me indigno y admiro el pueblo neoyorquino, todos a una, afroamericanos, irlandeses, chinos, judíos, musulmanes, protestantes, católicos y ateos, alzando el puño y gritando: “¡USA! ¡USA! ¡USA!”.

Son imágenes que no se olvidan, pero, abandonando por ahora, la emoción y la rabia, diré algo de política, esa cosa fría, cínica, a menudo injusta y hasta mortal, y, sin embargo, imprescindible. Confieso que el magnífico libro de Jean-François Revel ha consolidado mis propias opiniones, porque hace tiempo que me indigna el antiyanquismo sectario de las clases dirigentes europeas y de su prensa, como me irrita la popular imitación paleta de lo peor que producen los USA.

Después de la sorpresa producida por esos terribles atentados que vimos en directo por televisión y de los lamentos, tan hipócritas como “diplomáticos” –los asesinos, mafiosos, religiosos, revolucionarios, también van a los entierros y lloran con las viudas–; la reacción, tanto política como popular, puede resumirse en pocas frases: “Los USA se lo merecen, y cosas peores”. “¿Qué va a hacer ahora ese canalla de Bush? ¡Seguro que intentará meternos en un lío!” “No hay que confundir el terrorismo, con la mayoría de los musulmanes, tan civilizados y pacíficos”. “El terrorismo es la única arma de los pobres, y su desesperación se justifica por los siglos de injusticias y explotación”. Miserable filosofía del miedo. Apenas iniciadas las operaciones militares en Afganistán, el tono se endurece, y los USA, una vez más, se convierten en agresores de una guerra imperialista. Toda la prensa, toda –El País, El Mundo, ABC, para citar sólo a la española, salvo nosotros–, insistió en las víctimas inocentes de los bárbaros bombardeos yanquis. Los gobiernos europeos, salvo la honrosa excepción del británico, y de Toni Blair, personalmente, si fingieron participar en la gran coalición antitalibán y anti Ben Laden, en realidad, no hicieron nada, o sólo boicotear las operaciones cuanto pudieron.

Lo mismo ocurrió durante la Guerra del Golfo. En pocas semanas, los USA se convirtieron en el país agresor, e Irak en un pobre país del Tercer Mundo, luchando por su independencia. Se “olvidó” la agresión contra Irán, la masacre de kurdos, la conquista de Kuwait, los preparativos de armas de destrucción masiva, y, sobre todo se olvidó qué dictadura sangrienta domina ese país, explota y mata de hambre a sus ciudadanos. (Los logros y errores de la política norteamericana contra Irak, personificados por los Bush, padre e hijo, se merecen capítulo aparte). Los pocos críticos del fanatismo antiamericano recuerdan su intervención tan fundamental en las dos Guerra mundiales, pero, curiosamente, casi ninguno se refiere a otras guerras, más importantes para la democracia que la Primera Mundial –ya que la Alemania y el Imperio austro-húngaro de 1914 no pueden decentemente ser comparadas con la Alemania nazi.

Me refiero a las guerras de Corea y del Vietnam, las cuales fueron, pese a todo, un freno al entonces triunfante expansionismo del totalitarismo comunista. Existen varias facetas de este odio a Estados Unidos, y diferentes motivaciones. A vuelapluma daré tres: el nacionalismo en Europa, que intenta convertirse en nacionalismo europeo, la socialburocracia, ampliamente dominada por la ideología comunista, o sus residuos, y, claro, el potente integrismo islámico, en sus diferentes manifestaciones, del terrorismo más bestial, a la propagación de una fe absolutista, que ningunea y desprecia a la mujer, pero también a los trabajadores y a todos los individuos como tales. Estas tres corrientes reaccionarias, casi nada tienen en común, salvo su odio a los Estados Unidos.

Los islamistas consideran a los USA y a su satánica avanzadilla en “tierra santa”, Israel, como los infieles más peligrosos, pero evidentemente no los únicos, también Europa, África y otras regiones del mundo, han sufrido, sufren, y sufrirán atentados islamistas. La izquierda socialburócrata, odia a los USA como fortaleza capitalista y liberal, y se considera huérfana de la URSS, de la China “de” Mao, y del tercermundismo revolucionario, Pese a que, entre los primeros críticos del totalitarismo comunista, algunos fueran considerados de izquierda, como Ciliga, Orwell, etc, a quienes se cita, se edita y se entierra, con o sin flores, para seguir considerando como modelos, “senderos luminosos” a lo peor: Marx, Lenin, y sus diversas heces: Castro, Guevara, o Althusser, y en Barcelona, Gramsci, etc. Mao y Stalin están algo pasados de moda por ahora.

La acomplejada Europa, sus clases dirigentes, como sectores de su opinión pública, parecen considerar que “la criada les salió respondona”, o más intolerable aún, que las ex colonias, se conviertan en potencias “colonizadoras”. Pero, al criticar el “aislacionismo”, o el “unilateralismo” de los USA, cuando no, a veces contradictoriamente, su prepotencia imperialista, los europeos se olvidan de que la culpa es esencialmente suya, que Europa es culpable de las dos tremendas Guerras Mundiales, y cuna de los dos monstruosos totalitarismo del siglo XX, el nazi, y el comunista, y si hoy, pese a sus esfuerzos y a sus declaraciones, no llegan a unirse, la culpa hay que buscarla en sus errores, y no en Washington. Personalmente, yo diría que menos mal si no logran crear una defensa y una política internacional comunes, porque siendo como son las cosas en Europa, su primera acción podría ser, hoy por hoy, el bombardeo de Israel y el fusilamiento, de Sharon, por ejemplo.

Una política europea razonable, a la vez que progresista, debería ser la defensa de la democracia y de la economía de mercado en todo el mundo y, para usar la terminología satánica, la mundialización realmente liberal. Por esa vía, hoy por hoy vedada por los propios europeos, resulta evidente que los Estados Unidos, con todos sus defectos, también nosotros tenemos los nuestros, serían no sólo los más potentes sino nuestros mejores aliados. Hay que saber lo que se quiere, si se pretende que Europa vuelva a dominar el mundo, como lo soñó Napoleón, así como Hitler y algunos más, con las consiguientes catástrofes; o si Europa va a participar en el triunfo de la libertad en el mundo, luchando realmente contra sus enemigos del interior, los extremismos anticapitalistas y terroristas, y del exterior, esencialmente el terrorismo islámico, y todos sus aliados, que son muchos, porque los petrodólares seducen.

De todas formas habría contradicciones y conflictos, entre los Estados Unidos de Europa y los Estados Unidos de América, pero empeñados en una tarea común, las opiniones europeas tendrían mucho más peso en los USA, como las de Washington en Europa, muchísimo más que hoy, cuando fingiendo ser aliados, los gobiernos europeos intentan sabotear las iniciativas norteamericanas, incluso las buenas. Y hablando de lo mismo, pero en otro aspecto, si la UE cesara de subvencionar al terrorismo palestino, a través de El Fatah, por ejemplo, tendría infinitamente más peso para ayudar a restablecer la paz en Oriente Medio. En este sentido el Premio Príncipe de Asturias a E. Said constituye una nueva provocación antiisraelí, y una muy extraña manera de conmemorar las víctimas del 11 de Septiembre. No, yo no les perdono, porque saben lo que hacen.

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