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Carlos Semprún Maura

Tristes, pero no tigres

En lo que va de año, han sido tres, si no me equivoco, los intentos de asesinatos políticos que han tenido lugar en París. El primero, y el más sangriento, cuando un loco se puso a disparar contra los concejales de Nanterre, reunidos en sesión nocturna, matando a varios. El segundo, cuando otro loco intentó, muy torpemente, matar al presidente Chirac, durante el ritual desfile del 14 de Julio. Y el tercero la noche del sábado al domingo, cuando otro demente más apuñaló al alcalde, Bertrand Delanöe, en los salones del Hotel de Ville, durante la fiesta de La Nuit Blanche”, o “noche en blanco” (título de una novela corta de Dostoievski).

¿Qué consecuencias políticas, éticas o psicológicas se desprenden de estos atentados? A mi modo de ver, ninguna. Son como esas tormentas apodadas “El niño” o con nombres de mujeres, o la peor de todas que amenaza con arrasar Brasil: “Lula”. Son fenómenos imprevisibles y difíciles de evitar, aunque puedan llegar a ser trágicos. París está cada vez más sucio, París que fue la ville Lumière, está cada vez más oscuro en sus extrarradios, París sigue sin solucionar viejos problemas y creándose nuevos, pero organiza más fiestas que nunca, bastante tétricas, las cosas como son, pero no es el momento de criticar al alcalde, cuando está herido en un lecho de hospital.

París, desde hace decenios, conoce las más variopintas y rituales manifestaciones por sus calles, varias veces al mes, y resulta que la última, el pasado jueves, fue un fracaso. Sólo desfilaron unos 50 o 60.000 funcionarios contra las privatizaciones y en defensa de sus privilegios, y eso es poco para una “gran manifestación nacional”, apoyada por todos los sindicatos y muchos partidos de izquierda y extrema izquierda. Curiosamente, y por primera vez, ministros y altos funcionarios, dirigentes de empresas estatales, declararon solidarizarse con los manifestantes en la común defensa de esa gigantesca estafa que son los “servicios públicos”.

Hace años que, leyendo en la prensa gala los artículos de sus ilustres corresponsales en España, me extraña, y aún más me indigna, su desinformación y mala fe, que se trate de ETA, la “invencible”, de la ilegalización de Batasuna, o de lo que sea, siempre es igual. No debería, por lo tanto, extrañarme su silencio, en cuanto al proyecto “puertorriqueño” del PNV, incluso cuando pretenden no sólo conquistar Navarra, sino Biarritz, Bayona y región, y como en la provincia francesa de los Pirineos Atlánticos el ultranacionalismo es ultraminoritario, y sólo un puñado de gentes reivindica el ¡Euskadi über alles!, fácil es imaginar que intentarán convencerles a base de coches bomba y de tiros en la nuca como en San Sebastián y demás. Y ya que, por otra parte, en su historia inventada del País Vasco, reivindican abiertamente el Reino de Navarra y que éste fue un Reino francés, con Toulouse (Tolosa) como capital, el actual alcalde de la ciudad, Douste-Blazy, con iguales “derechos históricos”, podría reivindicar las tres provincias vascongadas, y si Navarra en España, el Bearn en Francia, porque ese nacionalismo de sangre pura es como la leucemia, se extiende para matar.

Pero no sólo los corresponsales, también los gobiernos franceses prefieren muchas veces negar que exista un problema a enfrentarse con él. También lo acaban de hacer con el atentado terrorista contra uno de sus petroleros, a orillas del Yemen. “Por ahora, declaró el portavoz del Quay d’Orsay, no sabemos por qué se declaró ese incendio”. ¡Pues yo, sí!

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