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Carmelo Jordá

¡Es un escándalo! ¡Aquí hay bulos!

Lo que está en juego no es Twitter o Facebook o los mensajes del cuñado en WhatsApp: lo que está en juego es la libertad de expresión y con ella la democracia.

Lo que está en juego no es Twitter o Facebook o los mensajes del cuñado en WhatsApp: lo que está en juego es la libertad de expresión y con ella la democracia.
El socialista Pedro Sánchez y su aliado comunista, Pablo Iglesias | EFE

Vaya por delante que comunismo no es otra cosa que una inmensa mentira, un engaño descomunal construido sobre una colección de falsedades, que se basa en una realidad fake y que cierra los ojos a las verdades que la historia de los últimos cien años nos enseña con una contundencia incontestable.

Aparte de eso, si hay un partido en España que sea en sí mismo un bulo, ese es Podemos: el que iba a ser de la gente, los círculos y las asambleas y es el coto privado de un líder que tiene el mando tan amarrado como para darle a su pareja primero una portavocía y luego un ministerio; el de la juventud sin futuro que era una colección de niños bien que pasaron de no tener que trabajar como ‘hijos de’ a no tener que trabajar como diputados o ‘asesores en’; el que no iba a hacer negociaciones secretas; el que no se iba a vender; el que no iba a dejar nunca su pisito de Vallecas y ha acabado en Galapagar…

Podemos, además, nació como partido sobre todo en las redes sociales, bulos mediante, en las que llegó a pedir cuentas inactivas de Twitter para esparcir desde el anonimato y en comandita sus trolas prefabricadas, toda una "estructura criminal", según los términos que usan ahora.

¿Y qué me dicen de Pedro Sánchez? El doctor fraude que mintió sobre su tesis y mintió sobre las mentiras de su tesis; el que nunca iba a pactar con los populistas; el que no podría dormir con Pablo Iglesias de vicepresidente; el que no quería dos gobiernos en el Gobierno; el que tenía la urna ya medio llena de votos antes de empezar la votación…

Si alguien ha mentido en la historia de la política española, ha sido el actual presidente del Gobierno, cuya hemeroteca hay que repasar concienzudamente para encontrar algo que sea cierto, que no esté dispuesto a cambiar de hoy para mañana, diciendo el martes que lo que el lunes era negro siempre había sido blanco, sin inmutarse, sin mover una pestaña y con la misma voz campanuda e impostada.

Pues resulta que ese Gobierno de Sánchez e Iglesias, el mismo que lleva años hablando de los recortes en sanidad que sólo hicieron ellos o del rescate a la banca que nunca existió –por enésima vez: no se rescató a los bancos sino a las cajas que habían hundido los propios políticos–, ese es el que ahora está muy indignado porque en las redes sociales hay bulos y fake news.

Los que están día tras día mintiendo en las televisiones subvencionadas, los que mienten sobre el coronavirus como mintieron sobre Delcy, los que el día 8 de marzo empujaron a la gente a contagiarse en las calles, se escandalizan porque en Twitter, Facebook o WhatsApp no todo el mundo canta las alabanzas Pedro y Pablo. "¡Aquí hay bulos!", gritan encolerizados mientras retuitean el último rebuzno de Adriana Lastra, otro exabrupto más de Pablo Echenique o el artículo de Miguel Lacambra.

No conocen el mínimo pudor y están enloquecidos, pero eso no les hace menos peligrosos, sino más. Y cuidado, lo que está en juego no es Twitter o Facebook o los mensajes del cuñado en WhatsApp: lo que está en juego es la libertad de expresión y con ella la democracia.

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