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Cayetano González

137 son 137

El problema surge cuando el partido más votado y su líder demuestran con creces que son incapaces de negociar, pactar y acordar con ningún partido

Han pasado exactamente treinta días desde la celebración de las segundas elecciones generales en seis meses y está claro que el partido ganador sigue sin comprender que 137 diputados son exactamente eso: 137, ni un diputado más, ni un diputado menos. Y en todo caso una cifra muy alejada de los 176 escaños que es la que marca la mayoría absoluta. Por cierto, el 26-J el PP obtuvo su segundo peor resultado desde su refundación en el Congreso de Sevilla en 1990. El primero fue el pasado 20-D cuando tuvo 123 escaños.

Se puede repetir hasta la saciedad, como han hecho desde Rajoy hasta el último del elenco de portavoces monclovitas y genoveses que ellos han ganado las elecciones, lo cual es verdad si a continuación admitieran que de acuerdo con lo que dice la Constitución estamos en un régimen parlamentario y, por lo tanto, para ser designado Presidente del Gobierno se necesita mayoría absoluta en la primera votación de la Sesión de Investidura y más síes que noes en la segunda.

A día de hoy, que diría Sánchez, Rajoy no ha conseguido suscitar ningún apoyo añadido a sus 137 diputados, por lo que si las cosas no cambian radicalmente de aquí al jueves por la tarde cuando sea recibido por el Rey en la ronda de consultas, el candidato del PP reconocerá ante Felipe VI que no cuenta con los apoyos necesarios para sacar adelante su investidura y declinará ir a la misma.

Pueden los del PP, como de hecho están haciendo, repartir las culpas de esta situación de bloqueo institucional entre el PSOE y Ciudadanos, pero también podrían preguntarse los porqués de esa incapacidad de Rajoy –ya le pasó tras el 20D- de sumar apoyos. Que nadie quiera pactar con él debería ser un elemento de preocupación y en cualquier caso de reflexión para la actual dirección del partido, pero no parece que tengan ninguna intención de ir por ese camino. La autocrítica es algo que no se estila en esta formación política.

Es obvio que Rajoy produce un fuerte rechazo en sus adversarios políticos y habrá que aceptar que igual de legítimo es que el PP no quiera cambiar de candidato, como que el resto de fuerzas políticas no quieran saber nada de alguien al que consideran el menos adecuado para llevar a cabo la labor de regeneración democrática que necesita nuestro sistema político.

Como el propio Rajoy ha reconocido en las últimas semanas, no se trata sólo de ser investido Presidente sino de poder gobernar al día siguiente y de sacar adelante en el Congreso los diversos proyectos de ley que envíe el ejecutivo, empezando por los Presupuestos Generales del Estado. Aunque el PSOE se abstuviera para permitir la investidura del candidato del PP, este tendría muy difícil poder gobernar porque lógicamente, los socialistas querrán ejercer a fondo su labor de oposición que es donde les han mandado los electores.

En cuanto al otro partido al que el PP culpa de la actual situación, Ciudadanos, parece evidente que los que han votado a la formación de Rivera no lo han hecho para que todo siga igual: es decir, para que continúe Rajoy en la Moncloa y no haya regeneración. Y como el actual líder del PP, legítimamente, no quiere dar un paso al lado, Ciudadanos, interpretando el sentir de sus votantes, no quiere darle su apoyo, lo cual es también legítimo.

Los españoles han votado, tanto el 20D como el 26J en una dirección muy clara: se acabaron las mayorías absolutas y el que quiera gobernar, que negocie, que pacte y que acuerde. El problema surge cuando el partido más votado y su líder demuestran con creces que son incapaces de cualquiera de las tres cosas. Y con 137 diputados, si no eres capaz de negociar, pactar y acordar, no llegarás a gobernar. ¿Es tan difícil de entender y de aceptar esto por todos los que mostraron tanta euforia en el balcón de Génova en la noche del 26J?

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