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Cayetano González

La alternativa

Este Gobierno social-comunista no está capacitado, ni tiene la credibilidad ni la autoridad moral para liderar la etapa post-crisis.

Una de las consecuencias más claras que hay que extraer, en el terreno político, de la crisis creada por la pandemia del coronavirus es que este Gobierno social-comunista –que, conviene recordar una y otra vez, es por lo que optó Pedro Sánchez– no está capacitado, ni tiene la credibilidad ni la autoridad moral para liderar la etapa post-crisis. Sus numerosos errores, chapuzas, improvisaciones, así como el intento obsceno por parte del socio principal de Sánchez, tolerado por este, de aprovechar la coyuntura para pisar el acelerador de su ideología sectaria, le inhabilitan para ello.

La cuestión es intentar contestar a la pregunta de cuál es la alternativa. Y la respuesta no es nada fácil. Pero habrá que partir de una constatación: hay una buena parte de la ciudadanía que, aunque los actuales responsables del Gobierno piensen que es tonta, está tomando buena nota de muchas cosas que están sucediendo, y es de suponer que ese descontento social creciente se pueda plasmar en un futuro próximo –cuando se recupere la tan deseada normalidad– en iniciativas concretas, lideradas no sólo por los partidos de la oposición, sino por entidades, organismos y asociaciones de la sociedad civil.

Es verdad que, ante el desastre en la gestión y en la acción política de este Gobierno PSOE-Podemos, muchos ciudadanos pueden estar mirando ya hacia otros territorios políticos y no encontrar en ellos una alternativa sólida y preparada. Y es ahí donde los partidos de la oposición tienen que ser conscientes de la gravedad de la hora que estamos viviendo, actuar en consecuencia y no defraudar a tantos compatriotas que en estos dramáticos momentos necesitan alguna luz, alguna certeza de que hay una alternativa dispuesta a coger el timón de la Nación.

Todo el mundo dice que las cosas van a ser diferentes –en el terreno social, de las relaciones humanas, no digamos nada en el campo económico– cuando vayamos saliendo poco a poco de la actual situación. Habrá que pensar que, si eso es así, también tendrá que aplicarse al terreno político. Es decir, los tres partidos que tienen que configurar esa alternativa, PP, VOX y Ciudadanos, no pueden seguir actuando como si nada hubiera pasado.

Es el momento de que los líderes de estos partidos busquen fórmulas de entendimiento, de colaboración, que tengan como objetivo prioritario desalojar, cuando lleguen las elecciones, al Gobierno social-comunista. Y tendrán que hacerlo desde la generosidad que supone anteponer los intereses generales de España y de los españoles a los particulares de unas siglas o personas.

Como es de prever que Sánchez aguante todo lo que pueda agarrado al mástil de la Moncloa e intente prolongar todo lo que le sea posible la actual legislatura, los tres partidos de la oposición deberían enfocar las aplazadas elecciones en Cataluña, País Vasco y Galicia como banco de pruebas de esa alternativa tan necesaria y urgente. Las fórmulas para el entendimiento pueden ser diversas, pero sobre todo son una urgencia nacional.

Mientras que ese momento llega –el de las elecciones generales y las autonómicas en las tres comunidades citadas–, la oposición tiene que ser implacable en su labor de control y crítica al Gobierno. Al parecer, el presidente del PP ha conseguido que Sánchez traslade su mesa-trampa de la Moncloa a una comisión parlamentaria en el Congreso. Ese logro de Casado, en línea con la postura que ha mantenido Vox de no hablar con Sánchez ni por teléfono ni por videoconferencia, sino sólo en la sede de la soberanía nacional, está muy bien; pero que ni el líder del PP, ni Abascal ni Arrimadas bajen un milímetro la guardia, porque el tándem Sanchez-Iglesias no va a renunciar tan fácilmente a su proyecto político de cambio del régimen constitucional del 78, aunque la tragedia del coronavirus, por inesperada y por su gravedad, se lo haya puesto más difícil.

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