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Cayetano González

La hora de votar

El enfado ciudadano, principalmente con los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, tiene una vía de salida el próximo domingo: ir a votar.

Han pasado dos años y medio desde que tuvieran lugar las últimas elecciones de ámbito nacional –las generales de noviembre de 2011–, que dieron un claro triunfo al PP de Rajoy y una derrota estrepitosa al PSOE de Rubalcaba. Desde entonces sólo ha habido elecciones de ámbito autonómico: Cataluña, País Vasco, Andalucía, Galicia y Asturias, con resultados diversos para los dos grandes partidos nacionales: triunfo del PP por mayoría absoluta en Galicia; victoria sin mayoría absoluta del PP en Andalucía, que no le posibilitó gobernar; malísimos resultados del PP en Cataluña y País Vasco y fiasco en Asturias, donde su enconamiento con el Foro Asturias de Cascos dio el Gobierno al PSOE, eso sí, con el apoyo del único diputado de UPyD. Por el contrario, el PSOE mantuvo el Gobierno en Andalucía gracias a la coalición con IU; se hundió en Cataluña, perdió el Gobierno en el País Vasco y, como he indicado, se vio beneficiado en Asturias de la mala relación del PP con el partido de Cascos.

En estos treinta meses, el grado de desafección hacia la casta política ha ido en aumento. Y eso tendrá el próximo domingo una consecuencia muy clara: una abstención que puede rondar el 60% del censo electoral. A ello contribuirá, sin duda, el poco interés que despiertan unas elecciones como las europeas, ya que el grado de conocimiento de los ciudadanos sobre las instituciones con sede en Bruselas o Estrasburgo y sobre sus competencias es mínimo.

Pero el enfado ciudadano, principalmente con los dos grandes partidos nacionales, PP y PSOE, tiene una vía de salida el próximo domingo: ir a votar. Votar a quien uno quiera, pero votar. Respeto mucho a los que tengan decidido no hacerlo y quedarse en casa, pero no me parece que esa sea la mejor opción. Entre otras consideraciones, porque la abstención favorece precisamente a ese bipartidismo que es uno de los males del actual sistema. Pero también porque los que nunca se abstienen son los que quieren que España deje de ser España, es decir, los nacionalistas de todo signo, o los que han amparado o justificado durante muchos años el terrorismo de ETA. Sólo por eso, creo que merecería la pena ir a votar el domingo, incluso si se quiere hacerlo en blanco, que, aunque a algunos les parezca un voto sin sentido, sí lo tiene, y mucho.

Para el elector que no quiera dar su voto al PP o al PSOE, las alternativas son diversas. Aparte de las dos clásicas de IU y UPyD, en los últimos tiempos han surgido nuevos partidos. En el espacio del centro-derecha está Vox, el partido de Vidal-Quadras, Abascal y Ortega Lara, que ha sido ninguneado hasta límites intolerables desde el punto de vista democrático por los medios de comunicación, públicos y privados, cercanos al Gobierno del PP. En el centro del espectro, Ciudadanos, que tras su consolidación en Cataluña, donde ha sustituido al PP, busca su bautizo nacional. Y en la izquierda más radical, Podemos, el partido de Pablo Iglesias, que quiere aglutinar a movimientos antisistema y ácratas de distinto signo. Los nacionalistas vascos o catalanes no necesitan mucha propaganda: su parroquia es fiel hasta la muerte.

El interés de las elecciones europeas del próximo domingo radica en comprobar cuál es la fotografía actual del mapa político. Hay muchas incógnitas que no podrán ser despejadas hasta que no se cuenten los votos. Por ejemplo, la de si el PP está –como predicen todas las encuestas– por encima del PSOE, y a qué distancia. Siendo ese dato interesante, lo será aún más comprobar si, incluso ganando las elecciones, los populares afrontan las generales del próximo año en disposición no solamente de ganarlas, sino de poder formar Gobierno. Dicho de otra forma: si la suma del PSOE con el resto de grupos de izquierda y los nacionalistas es mayor que lo que pueda obtener el PP.

Luego habrá que valorar hasta qué nivel se resquebraja o no ese bipartidismo que ha venido presidiendo la escena política desde las primeras elecciones democráticas. Ver hasta qué punto UPyD sigue consolidándose como fuerza política nacional, o qué papel pueden desempeñar en un futuro que está a la vuelta de la esquina –elecciones autonómicas, municipales y generales– fuerzas políticas como Vox, Ciudadanos o Podemos.

Por lo demás, la campaña electoral que todavía seguimos soportando es aburrida, insulsa y anticuada. Si no hubiese sido por la metedura de pata del candidato del PP, Miguel Arias Cañete, y su desafortunada referencia a la superioridad intelectual del hombre sobre las mujeres, habría pasado sin pena y, por supuesto, sin gloria. Los ciudadanos han estado mucho más pendientes del final de la Liga, del partido Barca-Atlético que la decidía, y no digamos nada del próximo sábado, jornada de reflexión, con la final de la Champions en Lisboa entre el Real y el Atlético de Madrid. Se entiende perfectamente.

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