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Cristina Losada

¿Hay alguien del aparato en el PSOE?

Madina y Sánchez ofrecen como principal garantía el hecho de que no han formado parte del cuadro dirigente de su partido. Raro, raro.

Madina y Sánchez ofrecen como principal garantía el hecho de que no han formado parte del cuadro dirigente de su partido. Raro, raro.

Los dos aspirantes mejor colocados para acceder a la secretaría general del PSOE presumen ante todo de una virtud: no ser del aparato. Su insistencia en que no son del aparato partidario es tal que hay que pensar, naturalmente, que serlo representa el camino seguro al fracaso. Es decir, que los afiliados del partido no quieren a nadie del aparato al frente de su organización y que, por extensión, los votantes y ciudadanos tampoco. En concordancia con esa demanda, de la que suponemos se hacen eco, los aspirantes Madina y Sánchez ofrecen como principal garantía de su habilidad política y demás cualidades que se esperan de un dirigente el hecho de que no han formado parte del cuadro dirigente de su partido. Raro, raro.

¿Cuál es entonces su gracia? A juzgar por ese afán suyo, el distintivo de su valía es que son unos principiantes, unos recién llegados, unos puros y prístinos militantes que no se han manchado las manos en las entrañas de la organización. En otras palabras, el rasgo que desean destacar de ellos mismos y esperan que incline a su favor la voluntad de los afiliados es no ser profesionales, sino amateurs. Por supuesto, Madina y Sánchez están vinculados al PSOE desde su más tierna juventud, y a ninguno de ellos se le puede caracterizar como militante de base. Madina, en concreto, lleva cinco años de secretario general del grupo socialista en el Congreso, que ni es cargo baladí ni ajeno al aparato partidario. La única salida que encuentro a la paradoja que nos plantean los aspirantes con su obstinada negativa a ser del aparato es que el PSOE sea un partido que no tiene aparato pero tiene apparatchikis.

Sánchez y Madina buscan de ese modo el apoyo de unos afiliados que aventuran enfrentados a la dirección: la base contra la cúpula. Porque a las cúpulas partidarias, a los aparatos, se les vienen achacando gran parte de los males del sistema político. Democratícense los partidos, se dice, y se podrá recuperar la confianza en ellos. Así se ha vuelto a echar mano de la célebre tesis de Robert Michels, alumbrada en un estudio sobre el SPD de los años 20, de la ley de hierro de la oligarquía. Tesis a la que replicó Alexander Schifrin que si el argumento de Michels es "a más aparato, menos democracia", también debería serlo que “cuanto menos aparato, más democracia”, cosa que desmienten los hechos: la carencia de aparato favorece la aparición de “hombres fuertes”.

Cuando Madina y Sánchez compiten por no ser del aparato, en realidad quieren significar que ellos no son de "la casta". Y lo cierto es que no están solos en ese intento de desmarque. Las convulsiones de la crisis han producido el curioso ejemplar del político que está contra los políticos para así ganarse el favor popular (y populista). A este paso, la próxima innovación que puede ofrecer el PSOE será presentar como candidatos a personas que no sean siquiera del partido. Ya puestos.

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