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Europa League

Daniel Blanco

La cruda realidad del Barcelona

Hay síntomas de mejoría con el exjugador en el cargo. Hay esperanza y, cuando los lesionados vuelvan, el panorama tiene que mejorar.

Hay síntomas de mejoría con el exjugador en el cargo. Hay esperanza y, cuando los lesionados vuelvan, el panorama tiene que mejorar.
Xavi da instrucciones a Piqué durante el Barcelona-Benfica. | EFE

Como quien se topa con la cruda realidad cada mañana, como quien afronta la vida sabiendo que su día va a ser largo, difícil pero en el que tiene que luchar para no desfallecer, ese que ve la vida desde la óptica realista, dura. Lo que hay es esto y nada va a ser diferente si no le pones interés. Y a veces ni eso. Esa sensación, o parecida, es la que afronta todos los días de partido el Barcelona. La plantilla da para lo que da y el nuevo entrenador lo sabe.

Xavi es consciente de que su equipo está en el alambre en la Champions. Por no decir que está herido de muerte, en la UCI casi sin posibilidad de que le suban a planta. El Barcelona tiene los días contados en la máxima competición europea y sólo un milagro en forma de victoria en Múnich ante un Bayern descomunal o de un mal día del Benfica ante el Dinamo de Kiev en Lisboa le salvará de la muerte deportiva. Esta es la cruda realidad y la luz no se ve al final del túnel.

Es cierto que hay evidentes síntomas de mejoría en estos días con el ex jugador en el cargo. Hay esperanza y, cuando los lesionados vuelvan, el panorama tiene que mejorar. Lo tiene que hacer porque ir a peor es considerablemente difícil y nadie lo contempla en el seno del club. Hay cosas que permiten atisbar algo a lo que agarrarse. Hay juego por bandas dando importancia a los extremos, hay transiciones peligrosas, hay presión alta. Lo que sucede es que lo malo continúa y la permisividad defensiva roza lo grosero. Ayer el Barça pudo ganar perfectamente el partido pero también lo pudo perder.

Será cosa de creer y de rezar cada uno lo que pueda para que el 8 de diciembre, en Múnich, el Barcelona pueda ganar. Evitará así un despropósito que no sucede desde noviembre de 2000 cuando quedó eliminado, con Lorenzo Serra Ferrer de entrenador, de una fase de grupos de la Champions. En aquella edición el Barcelona quedó por encima del Besiktas turco y por detrás del Leeds United y del Milan. Algo parecido a lo que le puede pasar este año si comparamos aquel equipo inglés rocoso con este Benfica y aquel Milán (aunque algo peor) con este Bayern.

El equipo quedó relegado a la Copa de la UEFA. Eliminó al Brujas en dieciseisavos, al AEK de Atenas en octavos, al Celta en cuartos y cayó en semifinales ante el Liverpool, posterior campeón. Algo parecido se encontrará en esta edición de quedar condenado a jugar la segunda competición europea. Con el agravante de que la primera eliminatoria no es, ni siquiera, una eliminatoria al uso sino un playoff que tendría que jugar ante uno de los segundos de la Europa League.

El panorama es este y quien no lo quiera ver no está en el mundo. No reconoce la realidad, terca como ella sola, pero completamente certera. El Barcelona podrá estar jugando, a partir de febrero, las migajas europeas y estas son, este año, a lo único que puede agarrarse para sobrevivir. Como quien come marisco, jamón ibérico o caviar todos los días y, de repente, tiene que conformarse con los bocadillos y con la sopa para no hundirse en la miseria.

Antes de la batalla final en Múnich, el equipo juega en Villarreal y recibe al Betis. Rezará para que los médicos le den la buena noticia de la vuelta de Ansu Fati a tiempo y que Dembélé no tenga ningún problema. En esta continua montaña rusa en la que vive el equipo culé la historia se repite en bucle. Como quien va todos los días a trabajar y se mira al espejo por la mañana. Es lo que hay y es complicado cambiar.

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