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Edgardo Pinell

Traficando con el coronavirus

La macabra estrategia de Ortega es exponer a los nicaragüenses al letal coronavirus para luego solicitar donaciones con las que oxigenar su dictadura.

La macabra estrategia de Ortega es exponer a los nicaragüenses al letal coronavirus para luego solicitar donaciones con las que oxigenar su dictadura.
Rosario Murillo y Daniel Ortega | Cordon Press

Mientras algunos Gobiernos actúan preventiva o reactivamente ante el coronavirus Covid-19, el de Nicaragua se ha salido totalmente de este esquema. Recientemente el diario La Prensa ha verificado que el régimen de Daniel Ortega está solicitando a organismos financieros internacionales como el FMI y el Banco Mundial líneas de crédito de emergencia supuestamente para atender la pandemia; es decir, quiere pescar millones ahí como ya lo hizo en el Banco Centroamericano de Integración Económica.

La hasta ahora incomprensible pasividad de Managua ante la amenaza del coronavirus, inclusive la temeraria exposición de la población civil y de los trabajadores del sistema nacional de salud, movilizados en marchas masivas por las calles de la capital y otras ciudades del país bajo el lema Amor en tiempos del coronavirus, toma sentido con estas solicitudes de financiación internacional. La macabra estrategia de Ortega es exponer a los nicaragüenses al letal coronavirus para luego solicitar donaciones y préstamos a organismos internacionales, con los que oxigenar su dictadura y recapitalizar su feudo familiar.

Mientras la propaganda gubernamental alardea de contar con la cura, el tratamiento e incluso la vacuna contra el virus, que según los sandinistas procurará el régimen cubano –lo que justificaría la ausencia de medidas de aislamiento y de cierre de fronteras–, en el extranjero el régimen toca las puertas del imperialismo para, sobre la base de la vulnerabilidad y la tragedia anticipadas y autoprovocadas, pedir ayuda en dólares de los Estados Unidos de Norteamérica.

Quienes conozcan mínimamente la realidad de Nicaragua no negarán el nepotismo, la corrupción y la concentración del poder, lo que garantizaría la opacidad y la desviación descarada e inhumana de recursos que haría el régimen Ortega-Murillo. Pero el problema no sólo es la inexistente institucionalidad democrática, sino la falta de escrúpulos de quienes ya han demostrado en el pasado su capacidad para matar, negar y culpar a otro; inclusive para ‘matar e ir al velorio’.

Los Ortega Murillo están violando masivamente el derecho a la salud de los nicaragüenses. Su irresponsable convocatoria de marchas y su inacción en materia de prevención claramente exponen a la población al peligro. En el plano internacional, las normas de derecho consideran crímenes de lesa humanidad o contra la humanidad "aquellos delitos especialmente atroces y de carácter inhumano, que forman parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil, cometidos para aplicar las políticas de un Estado o una organización". No sería la primera vez que el régimen de los Ortega Murillo cometiera semejantes artimañas con total alevosía y frivolidad.

Desde mediados de 2018, los más de cien mil exiliados y desplazados forzosos por la represión del régimen hemos denunciado que Nicaragua es una gran cárcel y que los nicaragüenses que aún sufren ese espurio sistema son rehenes de una pareja, una familia y un partido. Una vez más, queda claro que ese secuestrador no duda en pedir un rescate por los secuestrados, pues es su forma de vivir y de sobrevivir.

Ciertamente, Nicaragua es vulnerable ante esta pandemia y requiere ayuda técnica y financiera para prevenir y enfrentar los estragos que provocará; pero no se podrá confiar en el régimen para que haga efectiva la ayuda, pues no dudará en usar los recursos en su propio beneficio, a costa de la tragedia humana. Casi igual de letal que el virus es el hecho de que esta pandemia impacte en Nicaragua sin un Gobierno humanista, responsable y transparente. Lamentablemente, Ortega y su régimen intentan traficar con la vida, la salud y la dignidad de los nicaragüenses con la excusa maquiavélica perfecta: proteger y atender ante un coronavirus que ya tiene contra las cuerdas a muchos países.


Edgardo Pinell, abogado, politólogo y comunicador nicaragüense exiliado en España.

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