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EDITORIAL

Lomloe: el peor Gobierno, el peor ministro y una ley nefasta

La llamada Lomloe combina un sectarismo atroz con una vileza sin precedentes. Es una auténtica calamidad.

Finalmente, la llamada Ley Celaá se ha aprobado tras una tramitación que ha hurtado a la ciudadanía un verdadero debate sobre un asunto fundamental: la educación.

El proyecto ha recibido el apoyo de los dos partidos del Gobierno, del grupúsculo de Errejón y de las dos formaciones nacionalistas que apoyan habitualmente al Ejecutivo, ERC y PNV, que, obviamente, están muy preocupadas por la calidad de la educación en un país en el que no creen y del que aspiran a separarse.

Son el tipo de apoyos que cabría esperar que recibiese un proyecto que es otro fruto tóxico del peor Gobierno de la democracia; proyecto capitaneado por Isabel Celaá, el peor ministro de Educación que imaginarse quepa.

La llamada Lomloe combina un sectarismo atroz con una vileza sin precedentes; y como guinda del putrefacto pastel están las cesiones que Sánchez siempre está dispuesto a hacer con tal de aprobar lo que sea o sacar adelante sus Presupuestos, es decir, con tal de seguir en la Moncloa.

No hay nada positivo en un texto que sólo logrará agravar aún más el calamitoso estado de la educación, haciéndola menos exigente hasta un punto ya directamente ridículo: no sólo será fácil aprobar, sino que se podrá promocionar con múltiples suspensos porque la repetición de curso será "excepcional".

Además, supone un ataque a la libertad educativa y al derecho constitucional de los padres a elegir el tipo de educación de sus hijos, lo que perjudicará abrumadoramente a las clases medias y bajas, no a los privilegiados como la propia Celaá, que siempre podrán pagar una enseñanza de élite.

Para colmo, la Lomloe ha sido objeto de uno de los cambalaches tan del gusto de Sánchez, que ha consentido la desaparición del español como lengua vehicular en la enseñanza. Es cierto que en la práctica esto ya sucede en un tercio de España, pero aun así no es posible negar que se trata de una cesión imperdonable ante los nacionalistas hispanófobos.

Lo más miserable es la promesa de arramblar con la educación especial que subyace al articulado y el espíritu de la Lomloe, otro atentado contra la libertad de los padres y, sobre todo, contra el bienestar de unos niños y unas familias que se enfrentan a un sinfín de dificultades y para las que se había creado un sistema que funciona muy bien. El fanatismo ideológico se ha sumado a una arrogancia y una degradación moral infinitas para no escuchar a una miríada de familias desesperadas y angustiadas por el bienestar de sus hijos, gravemente amenazado por la banda de Celaá.

Celaá se mostraba este jueves "feliz" porque con el apoyo de los de siempre ha logrado aprobar su engendro; no debería: ahora sí que esta ley infame quedará para siempre unida a su nombre.

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