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Emilio Campmany

El silencio también es música

Las líneas rojas de unos y las estridencias de otros están devolviendo al PP lo que Rajoy arrojó a la alcantarilla: el liderazgo del centroderecha español.

Las líneas rojas de unos y las estridencias de otros están devolviendo al PP lo que Rajoy arrojó a la alcantarilla: el liderazgo del centroderecha español.
Pablo Casado | David Mudarra

Las líneas rojas de unos y las estridencias de otros están devolviendo al PP lo que Rajoy arrojó a la alcantarilla: el liderazgo del centroderecha español. Fueron la mansedumbre, la tibieza, la abulia marianistas las que ahuyentaron del PP a tantos electores liberales y conservadores que buscaron en Ciudadanos o Vox a alguien que compartiera sus ideas. Sin embargo, ninguno de los dos partidos beneficiados ha sabido capitalizar el regalo. No sólo, sino que, al poco de demostrarse incapaces de evitar que el PP fuera el más votado de los tres, se desesperaron y pagaron su enfado con muchos de sus electores, que tan sólo quieren evitar que la izquierda gobierne. Lo hace Ciudadanos tratando de imponer su veto a Vox y lo hace Vox tratando de imponer su programa a Ciudadanos, abusando ambos de la indispensabilidad de sus escaños para formar cualquier mayoría de derechas en las comunidades donde, como Madrid, es posible.

Esta impaciencia, este diletantismo, esta intransigencia están destrozando en pocas semanas las expectativas que sin duda ambos partidos podrían tener a largo plazo si estuvieran gobernados por personas sensatas con un poco de madurez. ¿No ha sido el PP el más votado de los tres? Pues que gobierne allí donde pueda hacerlo con un acuerdo de mínimos que todos puedan suscribir en materia económica y fiscal. Qué necesidad hay de negarse a pactar con alguien con el que, sea cual sea la imagen que transmita de ellos la prensa de izquierdas, se comparte programa económico. Qué necesidad hay de esgrimir aspectos del programa propio que se sabe a ciencia cierta que los otros no van a suscribir, haciéndolo además desde la debilidad que da ser tercera fuerza. ¿Tanto cuesta dar a los votantes lo que los votantes quieren, esto es, que la izquierda no gobierne y esperar y ver?

Mientras, al PP de Pablo Casado se le da la oportunidad de hacer música con el silencio. El joven presidente del PP ha aprendido a contener su tendencia a la verborrea y, con una presencia de ánimo insólita, se ha sentado a ver cómo los berridos de sus potenciales aliados generan arrepentidos de haber votado a aficionados y producen convencidos de la necesidad de volver al redil del PP. Casado fue desde el principio mejor que Rajoy. Pero para ser mejor que Rajoy hace falta poco. Está siendo el griterío de sus rivales y su propio inteligente silencio lo que lo está convirtiendo en el líder que, al menos aparentemente, necesita la derecha española. En política, a veces, no hace falta ganarse las cosas, basta con no poner obstáculos a que te las regalen. Y eso es lo que está haciendo Casado, probablemente gracias al sabio consejo de Teodoro García Egea.

Si Pablo Iglesias sigue empeñado en ser ministro del Frankestein 2.0 y Sánchez continúa enrocado en no hacerlo, habrá nuevas elecciones generales para después del verano y los electores del centro-derecha demostrarán a los novatos que dirigen Ciudadanos y Vox lo magníficas que han sido las oportunidades que han perdido de callarse.

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