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Emilio Campmany

La misión Borrell

Desde que el hombre de Sánchez llegó a Bruselas, la UE está dedicada a proteger las dictaduras comunistas de Venezuela y Cuba.

Desde que el hombre de Sánchez llegó a Bruselas, la UE está dedicada a proteger las dictaduras comunistas de Venezuela y Cuba.
El Alto Representante de la UE para Política Exterior, Josep Borrell. | EFE

Uno de los pocos éxitos de Sánchez en política exterior, si no el único, es haber colocado al frente de la diplomacia europea a un socialista español. La hazaña tuvo especial mérito si se tiene en cuenta que los socialistas europeos perdieron las elecciones al Parlamento Europeo y ni Francia ni Alemania tienen Gobiernos socialistas. Sin embargo, poco a poco se van viendo cosas que podrían delatar lo ocurrido. Desde que Borrell llegó a Bruselas, la UE está dedicada a proteger las dictaduras comunistas de Venezuela y Cuba, el giro a la izquierda antidemocrática de algunos otros países hispanoamericanos y a deslegitimar los Gobiernos democráticos de derechas de otros. Que España imponga su política hacia América Latina en la Unión no es una novedad, pero nunca lo había hecho de un modo tan descarado en favor del comunismo que allí padecen. Es cierto que en el Parlamento Europeo a Borrell le han sacado varias veces los colores, especialmente el rojo, pero en el Consejo nadie ha dicho ni pío de esta infame política. Por otra parte, Alemania y Francia se están cobrando con creces dejar que España imponga su política procomunista en América Central y del Sur haciendo que Borrell imponga en Bruselas los intereses de París y Berlín en otras áreas del globo. Huele a pacto do ut des entre España, por un lado, y Francia y Alemania, por otro. Todo esto se ha visto confirmado en la entrevista que el socialista catalán ha concedido al diario español El País.

En Venezuela, Borrell defiende que la Unión supervise las próximas elecciones regionales y municipales, en las que ofrece a la oposición compartir el poder local con la dictadura a cambio de tolerar que el chavismo siga siendo el amo del país. En Cuba, Borrell se manifiesta partidario, y atribuye a toda Europa la misma posición, de que Estados Unidos levante "el bloqueo" (sic). Que un diplomático emplee la palabra bloqueo, que es la que utiliza la dictadura, para referirse a lo que no pasa de embargo es muy revelador porque, aunque los socialistas suelen hacer muestra de una gran ignorancia, Borrell no puede ignorar la diferencia abismal que existe entre lo que es una acción de guerra y lo que no es más que una sanción económica.

Con Rusia defiende el diálogo. Lo demostró cuando, por encargo de Macron y Merkel, acudió a Moscú tratando de abrir vías de entendimiento con el autócrata Putin en beneficio de los intereses alemanes y franceses y en contra de los de los países del Este de la Unión Europea, especialmente las republicas bálticas y Polonia. Los dos mandamases prefirieron enviar a Borrell en vez de a sus respectivos ministros de Exteriores para que, si los rusos reaccionaban de forma atrabiliaria, como así fue, el humillado fuera un español y no un alemán o un francés. Borrell pasó por lo que nunca debió pasar. Todo a cambio de que Alemania y Francia callen ante los desmanes de las dictaduras que sufren Cuba y Venezuela.

Con China, Borrell hace suya la posición franco-alemana de oponerse con vehemencia a la desconexión económica que defendió Trump y que Biden no ha asumido ni descartado. Aquí naturalmente se trata de defender a las grandes empresas europeas que se benefician de fabricar sus productos en China pagando salarios ridículos, en comparación con los europeos, para que los beneficios que genere la venta de los mismos sean mucho mayores de lo que serían si se fabricaran en Europa. Grandes empresarios norteamericanos también se oponen a la desconexión con China por las mismas razones. El problema es que el precio a pagar no es que China se forre a ganar dinero como viene haciendo desde los tiempos de Deng Xiaping. El problema es que Pekín invierte todo ese dinero en incrementar y mejorar su ejército y en convertir a otros Estados, cada vez más, en países satélites.

Todo esto es lo que está haciendo Borrell en Bruselas, y no deja de ser enternecedor que de una forma más o menos abierta lo reconozca en una entrevista.

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