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Emilio J. González

El dilema entre crecimiento e inflación

Es posible que pasen bastantes meses antes de que el Banco Central Europeo vuelva a bajar los tipos de interés. La cuestión, más bien, es si en las próximas semanas no tendrá que volver a subirlos.

Hace dos semanas, Wim Duisenberg decidió recortar el precio oficial del dinero en la zona del euro en un cuarto de punto, para dejarlo en el 4,5%. Pocas actuaciones pueden ser más desafortunadas que esa, puesto que, justo al día siguiente, los datos de inflación de Alemania, Francia, España y Holanda demostraron lo que más de uno no quiere ver: que los precios de consumo están repuntando en los Doce. Y, lo que es más grave, están aumentando en medio de un escenario de desaceleración económica.

Duisenberg, y el Consejo de Gobierno del BCE, formado por el Directorio del banco y los gobernadores de los bancos centrales de los Doce, no pudieron resistir más las fortísimas presiones de los ministros de Economía de la zona del euro para que recortasen los tipos, con el fin de echar un capote al crecimiento económico. El propio presidente del Bundesbank, Ernst Welteke, reconoció que los políticos no les dejaron más opción y tuvieron que hacer un gesto, aunque sólo fuera para calmarlos y evitar que el Banco Central Europeo pudiera ser el chivo expiatorio si la economía de los Doce entra en crisis. Pero Welteke añadió a continuación que los recortes de tipos se acabaron por mucho tiempo. Y decir Welteke es decir el “Buba”, y decir el “Buba” es decir el BCE.

Ahora, los últimos datos no sólo avalan la necesidad de una posición de firmeza por parte del banco, sino, incluso, avanzar la posibilidad de que haya que volver a subir los tipos. Los datos preliminares de inflación en Alemania indican que, en mayo, puede haberse disparado al 3,5% desde el 2,9% de abril; en Francia, las presiones inflacionistas no se han moderado, y en España, veremos a ver lo que dice el INE a principios del mes próximo. Para complicar aún más este escenario, el euro vuelve a conocer episodios de debilidad, como consecuencia de los síntomas de desaceleración que presenta la economía europea, que, de momento, lo han llevado a marcar el mínimo del año frente al dólar, lo que significa nuevamente inflación importada. Además, el desplome experimentado por la moneda única en los últimos meses equivale, en términos de política monetaria, a un recorte de tipos de entre 0,25 y 0,5 puntos.

Todos estos resultados envían un mensaje claro a las autoridades económicas de la zona del euro. En primer lugar, advierten que el margen para nuevas relajaciones de la política monetaria no existe, por lo que los políticos deberían dejar de pensar en nuevas bajadas de tipos para reactivar el crecimiento económico y dedicarse a hacer lo que de verdad necesita la economía de los Once: reformas estructurales profundas. En segundo término, sugieren que, de seguir las cosas así, el BCE es posible que tenga que volver a encarecer el precio oficial del dinero. Desde luego, el panorama inflacionista, lejos de haberse despejado, está volviendo a llenarse de nubarrones negros. Y, por último, que el peor error que se puede cometer ahora es primar el crecimiento económico sobre la estabilidad de precios porque los resultados que se pudieran cosechar a corto plazo, si es que se consiguen, probablemente se transformarían en una crisis económica seria a medio plazo por culpa del descontrol de precios.

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